jueves, 22 de octubre de 2015

CUENTOS ANDINO:.EL PRINCIPE UQUIRAY


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En tiempos muy antiguos los pobladores de Uquira debían ofrendar una doncella a una enorme serpiente que era considerada Dios y vivía entre los matorrales del manantial de lo que hoy es San Andrés.  Con esa ofrenda lograban que la serpiente dejara pasar el agua y así podían regar los cultivos y poder después cosechar los frutos que la bondadosa tierra les daba. 
El Príncipe Uquiray, curaca del pueblo, era el encargado de designar a la doncella destinada al sacrificio cada año. 
Ocurrió que el año de esta historia, el príncipe ya había designado a la hermosa doncella que sería ofrendada, sin saber que su hijo estaba perdidamente enamorado de ella. Cuando se enteró de los amores que había entre su hijo y la doncella una profunda tristeza nubló su corazón y se encontró en una verdadera encrucijada. Por un lado debía cumplir con la costumbre del pueblo  y por otro le atormentaba el sufrimiento de su hijo. Le dolía tener que sacrificar los sentimientos de su hijo, pero al mismo tiempo le atormentaba el pensar que el pueblo cumpla la terrible amenaza de destruir el palacio y acabar con su vida si no sacrificaba a la joven. 
Así que decidió sacrificar el sentimiento de su hijo y  entregar  aquella mujer a la serpiente. Enterado, el príncipe salió en defensa de su amada y la encerró en un lugar  oculto del palacio real, donde fue cuidada día  y noche. Con el transcurso de los días el pueblo empezaba a desesperarse porque ya se había cumplido el plazo y la cantidad de  agua empezaba a disminuir. La gente comenzó a decir que la serpiente  se acercaba al pueblo en forma amenazante. El príncipe con el fin de defender a su amada y al pueblo, cogió su huaraca y, acompañado de su fiel amigo el Halcón, salió de palacio y se dirigió hacia las alturas del cerro para observar mejor los movimientos de la serpiente. Cuando vio que la serpiente avanzaba lentamente por la parte baja de los cerros, el príncipe mandó al Halcón que  hostigara a la serpiente desde el aire, mientras él colocaba en su huaraca una filuda piedra que luego arrojó con todas sus fuerzas, y que al caer sobre la serpiente le destrozó el cuello separando la cabeza del cuerpo.  Sin perder tiempo, el halcón, arrancó el ojo izquierdo y la cabeza quedó así en el lugar donde está hasta hoy convertida en piedra.
Después de dicho triunfo y sabiendo que ni su amada ni su pueblo sufrirían daño alguno, se quedó a descansar en el lugar de su proeza. Más de pronto empezó a caer una tempestad. El pueblo al enterarse la suerte de la malvada serpiente celebró con alegría la proeza, porque ya nunca más serían amenazados ni tendrían que entregar doncellas ni tampoco les faltaría el agua; pero se dieron cuenta que el Príncipe no volvía a palacio. Entonces, el Príncipe Uquiray, la doncella y muchos soldados salieron en su búsqueda, y grande fue su sorpresa y pesar cuando llegaron al lugar de la lucha y encontraron al Príncipe, al halcón y a la serpiente petrificada. Ese había sido el precio de la valentía y atrevimiento del príncipe, precio que el espíritu maligno que habitaba en la serpiente no había dudado en cobrar. Cuando los buscadores estuvieron de vuelta e informaron de lo sucedido, los pobladores decidieron que el pueblo se llamaría Uquira, en honor de su héroe. La doncella se fue al refugio de Pachacamac a servir al dios Sol. Los cuerpos petrificados del héroe, su amigo y la maligna serpiente se encuentran hasta hoy en el lugar conocido como pampa de la culebra. Así fue como nació el nombre de Uquira, actual anexo de Coayllo.

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