miércoles, 4 de enero de 2012

EL ESPAÑOL ASTUTO Y LA ÑUSTA DEBIL

Qolque Sonqo (corazón de plata), era una mujer de largos cabellos negros, peinada con raya al medio en la cabeza, de color cobrizo, tamaño normal, piernas gruesas. Vivía en Huycho, que ésta separado de Wayoqhari por el torrentoso rio Vilcanota. Toda la comarca está circundada por una inmensa montaña, que no permite penetrar en ella por que sus cerros forman una gigantesca muralla natural.
No queriendo ver los abusos que cometían los españoles y los cañaris, Qolque Sonqo hizo cortar el puente colgante que comunicaba Huycho con Wayoqhari. Así se enclaustró voluntariamente, bebiendo solo de los puquiales que brotaban en su comarca.
Muy cerca de Huycho, al pie de los encantados Pitusiray Sawasiray y Ritisiray, vivían dos caciques adolecentes y gemelos Warayoq y Hariyoq, descendientes del inka Urko Waranka.
Estos hermanos se enamoraron perdidamente de la reina de Huycho. Era sin embargo un amor a distancia, un amor platónico, pues no habían tenido oportunidad de galantear con ella. Varias veces, con la intención de dar a conocer el sentir de su corazón, cruzaron las torrentosas aguas del rio, que los arrastró hasta los bajíos. En otra oportunidad, lograron cruzar el rio, pero fueron interceptados por los centinelas que vigilaban la zona, regresando sin consuelo para sus penas.
El odio y el temor que Qolque Sonqo sentía por los forasteros se profundizó cuando un día le contaron la situación en que se hallaba Atawallpa, su hermano escisionista, quien había sido cruelmente torturado y sus nobles habían sido entregados a los galgos después que los españoles no se conformaron con los seis mil kilos de oro y quince mil kilos de plata que les habían entregado como rescate. Antes bien, este gran tesoro había incrementado la codicia de los españoles que ahora exigían que les dijeran dónde estaban los tesoros ocultos del imperio.
La ñusta se mantenía a distancia de los intrusos blancos, tomando todas las medidas necesarias, pues guardaba los secretos de su padre Wayna Kapaq.
Martin Trujillo, pariente de Francisco Pizarro, acompañado por un grupo de cañaris, salió hacia las alturas de Wayoqhari con la intención de buscar los tesoros que le habían contado que se escondían en las cuevas ubicadas en las orillas de la laguna Yanaqocha. Pero solo encontró algunos tapados, sin embargo, un runa le contó de la existencia de la ñusta de Huycho y que ella guardaba muchos secretos de sus ancestros.
El español, entrado ya en años, buscó afanosamente los medios para dar con la ñusta y conocerla personalmente. Como primera medida, se apropió de unas tierras frente a Huycho, en el lugar denominado Killir. Allí hizo construir una casona, con solares y jardines, trabajando cuidadosamente las tierras próximas.
Un día, tras muchas cavilaciones, encargó a uno de sus soldados para que cruzara el rio Vilcanota, llevando un presente muy bonito a la ñusta. El mensajero cumplió su misión, entregando el regalo a uno de los centinelas que, inmediatamente, llevó él presente a la ñusta, que le contó sobre la buena presencia del mensajero. Al ver el regalo la ñusta sintió que el odio que sentía por los blancos empezaba a extinguirse. Algo extraño sintió su corazón, que la llamaba al peninsular.
Al dia siguiente, la paloma empezó a caminar por las orillas del rio, ingresando a los médanos para asearse en las azules aguas del rio sagrado. El español sigilosamente la observaba desde la distancia, dándose cuenta de los cambios que se estaban produciendo en la ñusta.
Martin Trujillo, que era ducho en las artes amatorias, envió a un runa con otro regalo y mensajes que expresaban la admiración, el respeto y el sentimiento que le producía la ñusta.
Ella recibió personalmente al mensajero, lo escuchó y le preguntó detalladamente sobre la persona que le enviaba los regalos.
Un día, Qolque Sonqo , con el pretexto de visitar a unas amistades que tenia en Kalka, cruzó el rio Vilcanota en unas pequeña embarcación construida de totora, acompañada por varios remeros y vigilantes, dirigiéndose a su destino guiada y protegida por sus servidores. Al desembarcar y continuar el camino, se dio de frente con Martin Trujillo, que cabalgaba un caballo hermoso y brioso e iba muy bien vestido. El español la saludó cortésmente, lo que tradujo su intérprete, y luego de intercambiar cortesías, se ofreció para acompañarla hasta Kalka, lo que ella aceptó. Esta situación se repitió varias veces y como era de concluirse, Qolque Sonqo cayó en los brazos del galán. La pareja era vigilada de lejos por los gemelos Warayoq y Hariyoq, quienes veían todo, llenos de celos y odio al español.
Era la primera vez que amaba Qolque Sonqo, por lo que perdió rápidamente su propio control, pronunciando el nombre del peninsular en todo momento. El español, que había calculado todo cuidadosamente, desapareció del escenario durante muchos días, haciéndola sufrir. Cuando después de un tiempo retornaba, entre besos y abrazos aprovechaba para interrogarle sobre los secretos que guardaba. Ella, entre sollozos y lagrimas, abrazos y besos, una noche de luna abrió su corazón y le contó lo más sagrado que le había sido encomendado por su familia.
Al día siguiente, muy de madrugada, Martin Trujillo y su acompañamiento de cañaris partieron hacia las alturas de Wayoqhari, guiados por Qolque Sonqo. Cuando llegaron a los lugares enigmáticos, el gran Chikòn temblaba de furia al ver cómo los blancos profanaban los lugares sagrados. Ellos, después de cumplir su cometido, retornaron a Killir, cargados de grandes riquezas, entre ellas las joyas de los inkas. En el camino de vuelta, Martin Trujillo le pintó cielos a la débil ñusta, prometiéndola que contraerían nupcias con ella y que después la llevaría a Europa.
Una noche, a plena luz de luna, montados en hermosos corceles y arreando una numerosa recua de mulas que cargaban las riquezas, partió la pareja hacia el Cusco. La propiedad de Huycho la dejaron al cuidado de uno de sus hombres de confianza. Pronto la caravana cruzó el puente Katachillay y la recua, arreada por los cañaris, continuó el camino entre guarangos y tayankas. Los amantes iban dialogando como dos tórtolos recién salidos de su nido; intempestivamente, cuando pasaban por un estrecho barranco, en cuyo fondo pasaba un rio turbulento, el español sofrenó su caballo, cogió por la espalda a Qolque Sonqo y la lanzó a la profundidad del abismo. Ella, al caer, se aferró al tronco de un árbol y quedó colgada sobre el abismo. Al ver que sus pies apuntaban al rio, que amenazaba con arrastrarla, daba grandes gritos pidiendo auxilio.
Los gemelos Warayoq y Hariyoq, que seguían sigilosamente la caravana y que habían visto todo lo ocurrido, salieron de sus escondites para ayudar a la dueña de sus ilusiones, pero ya ella, con un grito de horror, caía a las turbulentas aguas del rio.
Hariyoq, como un rayo se lanzó contra el criminal y con la fuerza de un puma enfurecido lo bajó del brioso corcel y con un gran esfuerzo lo lanzó a la profundidad del rio.
Warayoq se lanzó para salvar a la ñusta de la Vorágine de las aguas, pero ella desapareció en el rio. Pasados unos momentos Warayoq vio como de las profundidades del rio y produciendo un ruido extraño, emergía, en el lugar denominado Katachillay, la figura en piedra de una mujer.
Desesperados los gemelos se juntaron y, a paso rápido, fueron tras la recua de los ladrones. En eso vieron que, cuando pasaban el puente sobre el rio Katachillay y la primera acémila estaba por culminar su travesía, el puente se rompió por el medio, cayendo a las profundas aguas del rio las mulas y los servidores que las conducían.
Los gemelos regresaron al lado donde empezaba el puente y allí lloraron al pie de la estatua de piedra, dónde quedó encantada Qolque Sonqo. Tras la muerte de los gemelos, las generaciones posteriores llamaron Arin a las tierras de Hariyoq y Waran a las tierras de Warayoq. Es así como se fundaron los pueblos de Arin y Waran, que guardan la memoria de sus fundadores. De vez en cuando se juntan.

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