martes, 3 de enero de 2012

EL CADAVER DEL INKA WAYNA KAPAQ

Cuando el inka Wayna Kapaq murió, a causa de una enfermedad desconocida, todo el imperio sufrió su desaparición pero, quien más sintió la ausencia, fue el pueblo de Yukay que lo lloró y dedico mucho tiempo a rendirle los homenajes póstumos, oraciones, ofrendas y sacrificios que eran costumbres en esa época. Luego solicitaron al inka Waskar, heredero en la conducción del imperio, que les permitieran a trasladar a Yukay el cuerpo de Wayna Kapaq, pero el nuevo gobernante no presto atención a este pedido, ya que estaba enfrascado en la cruenta guerra contra su hermano Atawallpa.
Tras mucha insistencia, los Yukavinos lograron la autorización y - después de realizar los preparativos necesarios - cincuenta apuyacunas,los criados principales del señor, bajo el mando de Atau Rimachi, partieron en dirección al lejano pueblo de Tumbes. El largo viaje duró varios meses. Durante la travesía falleció Atau Rimachi y le sucedió en la responsabilidad Tito Atauche.
Cuando el cuerpo de Wayna Kapaq llegó finalmente a Yukay, fue recibido con honores. Tras ser colocado en su palacio, se le brindó el homenaje de todos los Yukavinos, la nobleza cusqueña y los representantes venidos especialmente de los cuatro suyos.
Al concluir los ritos fúnebres que duraron varios días, los Yukavinos decidieron guardar en un lugar secreto el cuerpo momificado del inka, pues ya tenían noticias de la llegada de los españoles y de las acciones de profanación y saqueo en busca de oro y plata que realizaban en los templos y lugares sagrados.
Cuando los peninsulares llegaron a Yukay, inmediatamente se dedicaron a demoler el hermoso templo del Sol y el Palacio de Wayna Kapaq. Luego abrieron grandes zanjas en el centro de la plaza y - como desafío a las creencias de la población – empezaron a edificar un gigantesco templo cristiano. Con este fin desmontaron los muros de los templos y palacios inkas trasladando las grandes piedras que fueron utilizadas como material de cimiento en la nueva construcción. Para las tareas de edificación fueron traídos muchos hombres de otras provincias, a quienes se obligó a fabricar miles de grandes adobes.
Evadiendo el control que ejercían los españoles, durante la noche los Yukavinos visitaban con gran sigilo el túmulo donde se hallaba el cuerpo momificado del inka, con el propósito de dedicarle oraciones y ofrendarle coca, chicha, cuyes y llamas.
Y así transcurrió el tiempo, hasta que con mucho sacrificio de los pobladores se concluyo el templo cristiano de Yukay y todos sus habitantes fueron obligados a asistir a la iglesia, escuchar misa, rezar el rosario, bautizar a sus hijos y enterrar allí a sus muertos. Al principio los Yukavinos se resistieron a obedecer las órdenes que les imponía el nuevo culto, pero las amenazas del cura doctrinero y los castigos que les infringieron terminaron doblegando su voluntad.
Un día, el cuerpo del anciano Killa Waman desapareció del templo de Yukay. El hecho llamo profundamente la atención del cura, quien ordeno a su gente de confianza indagar sobre el lugar dónde había sido llevado el cadáver.
Los pobladores de Yukay estaban acosados por dos frentes: su conciencia les indicaba continuar con sus creencias tradicionales. De otro lado, el doctrinero de Yukay, con el apoyo de los aguaciles, los obligaba a practicar un culto extraño e incomprensible para ellos.
Una noche de noviembre, un grupo de Yukavinos fue al lugar secreto donde se guardaba el cuerpo del inka Wayna Kapaq, llevando las ofrendas que eran habituales y cuando, después de orar, se hallaban sacrificando los animales como era la costumbre, fueron sorprendidos por un grupo de hombres a caballo que estaban poderosamente armados. Los extranjeros y sus ayudantes se dirigieron a capturar al cuerpo del inka, pero la población lo defendió valerosamente, sin embargo más pudo el poder de las armas europeas y muchos Yukavinos quedaron muertos o heridos por efecto de los sablazos y balas que se emplearon contra ellos.
Los españoles, tras aniquilar a los defensores de Wayna Kapaq, se apoderaron del cuerpo momificado y lo llevaron hasta la plaza de Yukay, donde fue quemado íntegramente.

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