LOS LADRONES DE LA
SAL
En tiempos muy
remotos, los habitantes de Maras se
morían de sed debido a la falta de agua.
Tampoco tenían agua. Para regar su
hermosas tierras feraces. Había años en que
la naturaleza los castigaba con crueldad, ya no tenían agua ni siquiera
para asearse ni para lavar sus atuendos.
Entonces, obligados por las circunstancias, tenían que bajar a Urubamba para
aprovechar las aguas del rio Vilcanota.
Muchas veces estos sufridos pobladores se atrevían a sembrar variadas extensiones de papas,
habas, lizas, maswa, pensando que este pudiera ser un buen año, pero entonces
la lluvias de enero, febrero y marzo, desaparecían y se quedaban sin ganas para seguir sembrando
en los próximos años.
Estos heroicos agricultores, por la necesidad, aprendieron a
juntar agua de los manantes y llevarlas, por medio de acequias, hasta un
reservorio artesanal que les permitió irrigar
pequeñas extensiones de terreno en los bajíos del pueblo de Maras.
Tanta era la pobreza de esta gente, y como además se
multiplicaron, que ya no les alcanzó sino para alimentarse una vez al día,
exponiéndose a las enfermedades y a la muerte.
Para salvar su progenie decidieron abrir una acequia desde la lejana laguna de Waypo,
por la zona de Chequereq, esto les permitiría
usar sus aguas y regar parte de las tierras de Maras. Estaban seguros que una obra de
gran envergadura como está no la
culminarían ellos, sino que seria un trabajo para las futuras generaciones.
Los pobladores de Maras tenían como deidad al cerro Checoq,
que con su enorme cuerpo los
protegía de los vientos, tempestades,
granizadas, además les brindaba sus piernas, donde encontraban gigantescas
piedras para tallar y ganarse la vida
de alguna manera.
Las obras en piedras de los mareños están por todas partes:
en los corrales como artesa para que coman y beban los animales; en las cocinas como batan y machaca; en las casas como dintel de
puerta; en las casas de las personas distinguidas del Cusco, o en el cementerio
como recuerdo y adorno para los muertos. Todo
este material proviene de las piernas del dios Checoq, que han sido
labradas y esculpidas en días y noches
interminables.
Cierto día, en que muchos niños empezaron a morirse de
hambre. Los mareños marcharon desesperados al pie del dios Checoq. Hasta
los pezones de las mujeres se habían secado
por falta de agua para convertirla en leche para su prole. Tanta era la
frustración que los varones, las mujeres
y los niños, desesperados por la hambruna, se pusieron a llorar.
Un día, un hombre bajo a las orillas del rio Vilcanota con
deseos de pescar y llevar algo de comer
a sus hijos pero, para su mala suerte, no vio ni siquiera la figura de un pez
dibujado .Entonces, completamente decepcionado, empezó a retornar a su bohío.
La subida se le hizo pesada, la noche lo
amenazaba. De pronto vio como, de la
profundidad de la tierra, brotaba un manante de agua blanca. Como tenia sed, se
próximo al agua y cuando la probó, esta
era completamente salada. De inmediato se imagino que era un milagro pues, en
la zona del Cusco, la sal era escasa. Así que se puso a cavar con las manos,
hasta que las aguas saladas aumentaron. El hombre corrió a Maras para dar aviso
sobre su descubrimiento.
Al día siguiente, muy temprano, todo el pueblo de Maras bajó
hasta el manante para convencerse con
sus propios ojos. Inmediatamente empezaron a construir pequeños pozos para que las aguas se
depositen y luego, con el pasar de los
días, se solidifiquen.
Después de algunos
días, los pobladores de Maras empezaron a recorrer pueblo por pueblo llevando sus tradicionales productos de piedras y su nueva oferta: la sal de Maras. Pronto este sufrido pueblo
empezó a progresar, dejando atrás ala
miseria. Desde los lugares más
lejanos llegaron personas en busca de
sal, trayendo numerosos productos para hacer trueque por ella. ¿Dónde no se consumía la Sal de Maras? En Cusco, en Sicuani, en la selva del Apurímac,
etc. Al ver esta demanda, los mareños
trataron de provecharse y día a día empezaron
a elevar el precio de la sal, aprovechando
la necesidad que todos tenían de este elemento vital para el cuerpo humano.
Como la sal se convirtió
en un producto inalcanzable por el precio que le pusieron en Maras;
entonces los hombres, empujados por la necesidad, empezaron a robar sal por las
noches. Pronto los mareños se percataron de la sustracción de su Sal y entonces se decidieron a capturar a los autores del delito. En los
siguientes días se capturaron a varios ladrones que, como castigo, fueron
encerrados en los socavones del Pichinqoto.
Pero estos presos no perdieron el tiempo
y día y noche comenzaron a cavar hasta llegar alas raíces de las aguas del Sal. Luego escogieron las mejores semillas de sal. Cuando, después de varios años de
cautiverio, fueron puestos en libertad, llevaron furtivamente las semillas y
las sembraron en sus zonas de origen. Después de pocos días empezaron a brotar los manantes de agua
salada.
Así, hoy Cusco, Quillabamba, Sicuani, Apurímac, tienen minas de sal.

Al descubrir su sitio, veo con estupor una foto mía, la de un comunero de Maras, sin el nombre del autor o sea el mío ni sin citar la fuente (el sitio Internet dónde la persona tomó mi foto).
ResponderEliminarClaro, está libre de derechos (soy francés profesor jubilado ahora de castellano y apasionado por las culturas hispánicas y el lucro no me interesa) pero esta manera de actuar dando a creer que la foto es obra suya no respeta ni la propiedad intelectual ni la más mínima cortesía.
Le ruego por tanto suprima mi foto o rectifique citando mi nombre y la fuente ya que la foto es mía.
Les doy el enlace para que vean cómo era la foto (mucho más amplia y pues más interesante) y quién es su autor.
http://www.fotocommunity.fr/pc/pc/mypics/1679931/display/26886566
Avísenme cuando hayan subsanado esta utilización incorrecta.
Salu2 desde Francia
M. Lagarde
miguel.gomero@laposte.net