EL CURA Y LA BURRA
Al pie del legendario y gigante Wayrawasi el verdeazul Vilcanota va desplegándose produciendo
hermosas melodías de la naturaleza, que hacen coro con el silbido de los
vientos quebradinos. Los maizales ya se encuentran en os tendales, bordeados de
muros de chalas secas, y secándose bajo
la vigilancia de su dueño, quien mira con muchos deseos de venderlos pronto,
para tener algunos reales en el bolsillo, y comprar ropa para su mujer, sus
hijos y para él.
Al día siguiente, cuando está despuntando
el alba, los estudiantes del Colegio de Wayllabamba, muchos de ellos emponchados,
parten hacia las tierras que han sido calcheadas, arreando sus ganados
para que pasten, acompañándolos hasta la hora de entrada al Colegio.
Un día siguiente llegó al Colegio
un cura simpático, con pecho rojo y
algunos pelos, para enseñar el curso de religión. Los profesores y los alumnos
lo recibieron con cariño, venia en reemplazo del padre Tomas Pacheco. La
noticia de su llegada corrió de casa en casa, mucha gente se aferraba en no
creerla pues el padre de Pacheco se
había ganado el aprecio del pueblo; pero, ni modo, los pobladores tenían que
resignarse, aunque, ¡cómo esperaban el domingo para escuchar la primera misa
del recién llegado! Las primeras personas en ir a la sacristía a ofrecerse para
realizar cualquier actividad religiosa fueron, como siempre, las viejas
cucufatas, con sus caras hipócritas, acostumbradas a golpearse el pecho, no solo con el puño, sino con una
piedra grande y redonda en signo de arrepentimiento para no pecar más.
Por fin, llegó el domingo y al
escuchar el melodioso tañido de la campana de Wayllabamba, de todos los
rincones del pueblo, la gente se enrumbaba a la iglesia con grandes deseos de
escuchar la misa. Sobre todo, para observar cómo celebraba la misa el nuevo
cura, mas cuando concluyó el sacramento,
las cucufatas salieron del templo descontentas, porque la había
celebrado con apresuramiento y ellas no
tuvieron el tiempo suficiente para cantar sus tan
consabidos coros religiosos con sus voces aguardentosas.
Pasan los días, vienen los días y
el cura colorado y alto, de alguna manera, comenzó a ganar cierta confianza en
los alumnos, principalmente en las muchachas. Pero como los estudiantes estaban acostumbrados a ser tratados sin
discriminación, en los adolescentes, empezó a cundir los celos.
Los campesinos de Wayllabamba,
como era mes de mayo, dormían en los tendales
cuidando los maizales. Para hacer llevadera la noche, muchas veces, los agrarios se reunían entre
vecinos y bajo la mirada de la luna relataban historias de almas, laikas,
condenados, ñakachos y, de noche en
noche, se les acababa la conversación. Una noche de esas el Trejo y urraco
cholo Froilán Mormontoy dijo:
_Don Mariano, me parece que al tayta cura le
gustan las pollitas del Colegio, porque le he visto caminando con ellas por las
calles del Wayllabamba.
_Don Froilán, no seas mala boca,
el tayta cura es el representante de Dios en la tierra.
Pero, los estudiantes del Colegio
de Wayllabamba murmuraban también contra el cura, no podían enfrentarlo porque
le tenían miedo; si embargo, él transitaba por las viejas calles del
pueblo, todo juvenil, con sus cuantos
pelos en el pecho. Como no comprendía ni pizca de quechua, los estudiantes
aprovechaban para decidirle ‘’ cura warminiro’’.
Después de algunos meses de
permanencia en el pueblo, organizó el novenario
de la Mamacha Dolores, para tal efecto citó al templo solamente a las muchachas del colegio, para que ofrezcan con sus
hermosas voces las canciones religiosas a la Virgen. Entonces, sus compañeros
se agrupaban en la puerta de la iglesia, en las esquinas, o tomaban asiento en
las bancas del parque, bajo la mirada
del árbol de pisonay, para comentar algo sobre el cura.
Después de la novena de la Mamacha Dolores, el
cura organizó en las noches,
especialmente, de los sábados, la práctica
del vóley. ¿Y qué hicieron los estudiantes del Colegio? Como el deporte
era exclusivo para las mujeres, se subían a los árboles de capulí, peras duraznos y de las ramas
vigilaban a sus compañeras.
Cuando los campesinos daban las
primeras pestañadas en el tendal, recién las alumnas empezaban a retirarse de
la casa cural para ir a dormir a sus casas. Los pobres vigilantes bajaban de
los árboles coléricos y entumecidos por el frio invernal, agarrotados de tanto
sentarse en las ramas de los árboles. El pueblo no reaccionaba, pese a la
experiencia de una década atrás, cuando
el cura Alfonso Otàrola sedujo a la cantorita María, a quien la dejó en estado. Para calmar a su padre, pianista
del templo; le regaló los terrenos de la
iglesia y a ella la enviaron a una ciudad lejana para que desembarace. Ese
mismo año, cayó en Wayllabamba un aluvión que arrasó viviendas y mucha gente se quedó sin un
pellejo para dormir. El pueblo culpó al cura Otàrola de la desgracia, por su
mal comportamiento.
Edmundo Auka, un púber precoz. Se sentía enamorado de la Juanacha,
muchachita de los buenos encantos. Para él, fue una maldición la llegada del
cura a Wayllabamba, pues éste andaba tras de la Juanacha y esto lo mataba de
celos. No sabía qué hacer, se tragaba la
saliva sin decir nada a nadie. Edmundo Auka un día de esos se embriagó por
primera vez, con té macho y ponche. Justo el día que fueron a recoger ñujchu de
las pampas de Maras, y con otros jóvenes
entraron en una caverna lejana. Debían echar flores a la Mamacha Dolores
el día de Lunes Santo y era tradición que los muchachos se organizaban con
tiempo y ahorraran algunos reales para gastarlos esa noche en beber y sentirse
hombres, con hecho y derecho. Fue
entonces que, ebrio, confesó llorando a
sus amigos que se sentía enamorado de la Juanacha; pero, en el camino de su
amor se había presentado la nube negra del cura. Entre tragos y tragos, sus
amigos se ofrecieron ayudarlo. Pero, ¿Cómo?
Desde aquella oportunidad de la
jarana, Edmundo con sus amigos no se soltaban para nada, se turnaban
para vigilar a la Juanacha. Cuando la bella Juanacha estaba con sus
padres o el cura no estaba en el pueblo, marchaban jubilosos a los labrantíos a amansar y montar a los
burros que encontraban en el camino.
El honor de la Juanacha empezó a transitar de boca en
boca, como sus padres eran campesinos y católicos no sabían qué hacer, tampoco se atrevían
decir algo al cura. Mientras tanto, el pobre Edmundo Auka había
adelgazado, pues el amor lo consumía.
Aunque, la casquivana de la Juanacha jamás se había fijado en el flacucho y
pálido joven de escasos catorce años.
¡Cómo esperaban, Edmundo y sus
amigos, que llegue el último sábado de mayo! Pues habían determinado sacar al
cura del pueblo de Wayllabamba, cueste lo que cueste. En efecto, todo estaba
planificado.
Cuando la vieja campana de
Wayllabamba comenzó a resonar por toda la población, las primeras personas en
acudir al templo fueron las cucufatas, luego llegaron los demás. Juanacha y sus
amigas que se encontraban en las primeras bancas, dispuestas a rezar. Cuando el
rosario empezaba en su segundo misterio, Edmundo y sus amigos aparecieron con
una burra hambrienta. No sabemos de qué rincón
del pueblo la habían sacado, la arrearon hasta la plaza de Armas donde se les sumaron sus demás
compañeros, que esperaban vigilantes en
lugares estratégicos. Por un manojo de
alfalfa la bestia era capaz de meterse en cualquier sitio, ellos la habían
probado con satisfacción. En efecto, momentos antes de iniciado el rezo, ambos
amigos habían escondido manojos de alfalfa detrás del confesionario.
Iniciado el tercer misterio del
Santo Rosario la burra, con paso firme y seguro, las orejas paradas hacia
adelante, ingresó muy decidida por medio del templo, guiada por su fino olfato.
El cura al mirar que se aproximaba un ser extraño gritó de horror, creyó que el
diablo se le acercaba en la oscuridad de la noche. Repuesto, reconoció que no
se trataba del diablo sino de una burra de carne y hueso que resuelta avanzaba
hacia el confesionario. Escandalizado, de inmediato cortó el rito religioso y
desde su tribuna empezó a despotricar de los profesores sutepistas, comunistas
autores del hecho.
Al día siguiente, el cura de
algunos cuantos pelos en el pecho rojo, desapareció del pueblo de Wayllabamba.

No hay comentarios:
Publicar un comentario