sábado, 19 de mayo de 2012


LOS GRANDES  LADRONES


Don Amaku, un joven labriego, había sembrado una parcela de maíz al pie del legendario cerro Pumawanca. Cuando los granos maduraron, el agrario  se dedico día y noche, a cuidar su siembra de los ladrones. Incluso, en los meses de enero, febrero y marzo, sus vástagos se hallaban entre los maizales espantando a los verdes loros que diariamente amenazaban despedazar las grandes mazorcas.
Después que las lluvias cesaron, llego el tiempo de la cosecha. En consecuencia, Don Amaku empezó a calchear los maizales, luego dejo en pequeñas filas para que culminen de madurar los granos y puso la chala  a secar para que sirva de alimento a los animales durante los meses de hambre. Seguidamente se vino el deshoje  de los  maizales. Don Amaku se sentía feliz al ver las rumas de mazorcas  que pronto secarían en los tendales que había preparado exprofesamente.
Don Amaku no era del lugar. Llego a estos lares en busca de posada y un pedazo de terreno. Para su suerte, hallo un fértil y hermoso terreno  donde, entre arboles y pedregales, construyo una casa muy bonita.
Cuando secaron las blancas  o amarillas mazorcas de maíz, don Amaku  se puso a desgranar. Planificó esta acción para realizarla con sus vástagos.
El tendal  estaba  ubicado cerca de la casa, dentro de un montículo de piedras. Cerca pasa un arroyuelo limpio y tranquilo, que baja de la montaña  de Pumawanca  produciendo hermosos sonidos.
Cuando las  heladas  cayeron en los meses de mayo y junio, don Amaku se levantaba de su alcoba y luego enrumbaba al tendal  para continuar  con el desgrane de las mazorcas.
Un día, contemplo con asombro que la mitad de la ruma  de granos de maíz había desaparecido. Encolerizado, empezó a  buscar pistas para hallar  al ladrón de su maíz, pero no encuentro huellas. Entonces  se le paso por la mente que el  ladrón debía ser su vecino, buscando hallar algún rastro, pero tampoco había. Entonces retorno, iracundo, a su tendal con la finalidad de aguardar al ladrón.
Día y noche, don Amaku   se mantenía sentado detrás del matorral. Se había propuesto no moverse ni hacer ningún ruido, puesto que en su imaginación creía que pronto volvería el ladrón para cargarse  el resto de los granos.
Pronto don Amaku vio que la ruma  de piedras y pedrones empezaron a salir cientos, acaso miles, de ratones, que empezaron a trasladar en sus finos  hociquitos  los granos de maíz hacia las profundidades de la madriguera. ¡Don Amaku había descubierto a los ladrones de su maíz!.Después de contemplar, perplejo, un  rato, se puso de pie y dijo:
-¿Para ustedes he trabajado, ladrones? ¡Ahora  verán!
De inmediato el labriego empezó a recoger el resto de los granos  en un costal, para llevárselos a su casa. Luego, traslado al frente del riachuelo las mazorcas que  quedaban para que sigan secando.
Cuando concluyo la obra, don Amaku se fue a su casa cargando el costal de granos. Tenia la intención de comprar, en una tienda cercana, dos o tres botellas de kerosene, rociar el carburante sobre la madriguera  y luego, con un fosforo, prender fuego.
Don Amaku retorno apresuradamente a su tendal, llevando las tres botellas de kerosene. De súbito el tiempo  cambio y empezó una llovizna persistente. Entonces, don Amaku decidió ocultarse  en el lugar inicial de escondite; dejo a su lado las tres botellas, aguardando que pase la lluvia  y que salga el sol, para después rosear con kerosene  las madrigueras y prenderles fuego.
Cuando paso la lluvia, el labriego vio que de la madriguera  comenzaron nuevamente  a salir una gran cantidad de pericotes. Como no tenía nada que hacer, don Amaku se puso a contar la cantidad de ratones. Los ratones no encontraron la ruma  de granos de maíz, entonces empezaron a buscar con sus ojos y olfato. De súbito, uno diviso la ruma  de mazorcas  de maíz que estaban ala frente del riachuelo. ¿Que hiso el ratón?. Busco una bosta seca  de burro, después la llevo  al borde del arroyuelo y con el hocico empujo la bosta al agua. Seguidamente salto encima del estiércol seco y empezó a remar con sus patitas  hasta que finalmente logro cruzar  el riachuelo. Cuando llego a la ruma  de maíz, tomo un grano con sus dientes  y retorno de la misma forma  a la madriguera. Los demás ratones lo empezaron a imitar. Desde su escondite, don Amaku contemplaba, perplejo, como los ratones remadores trasladaban  los granos de maíz usando las bostas como lonchas.
Después de contemplar largo rato, el labriego se levanto de su escondite, seguidamente cruzo  a la orilla opuesta. ¿Que hizo don Amaku? Espanto a todos los roedores  que, desesperados, cruzaron el arroyuelo, los que pudieron en las lanchas, los otros se lanzaron al agua, para luego refugiarse  en sus madrigueras.
Don Amaku, colérico, trajo una porción de chala  de su chacra. Luego echo sobre la chala seca tres botellas de kerosene y las prendió con un fosforo. La madriguera de los grandes ladrones se convirtió en un averno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario