viernes, 18 de mayo de 2012


LOS LADRONES DE LA SAL


En tiempos  muy remotos, los habitantes de Maras  se morían de sed  debido a la falta de agua. Tampoco  tenían agua. Para regar su hermosas tierras feraces. Había años en que  la naturaleza los castigaba con crueldad, ya no tenían agua ni siquiera para asearse  ni para lavar sus atuendos. Entonces, obligados por las circunstancias, tenían que bajar a Urubamba para aprovechar las aguas del rio Vilcanota.
Muchas veces estos sufridos pobladores se atrevían  a sembrar variadas extensiones de papas, habas, lizas, maswa, pensando que este pudiera ser un buen año, pero entonces la lluvias de enero, febrero y marzo, desaparecían y  se quedaban sin ganas para seguir sembrando en los próximos años.
Estos heroicos agricultores, por la necesidad, aprendieron a juntar agua de los manantes y llevarlas, por medio de acequias, hasta un reservorio artesanal que les permitió irrigar  pequeñas extensiones  de terreno  en los bajíos del pueblo de Maras.
Tanta era la pobreza de esta gente, y como además se multiplicaron, que ya no les alcanzó sino para alimentarse una vez al día, exponiéndose a las enfermedades y a la muerte.
Para salvar su progenie decidieron abrir  una acequia desde la lejana laguna de Waypo, por la zona de Chequereq, esto les permitiría  usar sus aguas y regar parte de las tierras  de Maras. Estaban seguros que una obra de gran envergadura  como está no la culminarían ellos, sino que seria un trabajo para las futuras generaciones.
Los pobladores de Maras tenían como deidad al cerro Checoq, que con su enorme cuerpo  los protegía  de los vientos, tempestades, granizadas, además les brindaba sus piernas, donde encontraban gigantescas piedras  para tallar y ganarse  la vida  de alguna manera.
Las obras en piedras de los mareños están por todas partes: en los corrales como artesa para que coman y beban  los animales; en las cocinas como batan  y machaca; en las casas como dintel de puerta; en las casas de las personas distinguidas del Cusco, o en el cementerio como recuerdo y adorno para los muertos. Todo  este material proviene de las piernas del dios Checoq, que han sido labradas y esculpidas en días y noches  interminables.
Cierto día, en que muchos niños empezaron a morirse de hambre. Los mareños  marcharon  desesperados al pie del dios Checoq. Hasta los pezones de las mujeres se habían secado  por falta de agua para convertirla en leche para su prole. Tanta era la frustración  que los varones, las mujeres y los niños, desesperados por la hambruna, se pusieron a llorar.
Un día, un hombre bajo a las orillas del rio Vilcanota con deseos de pescar  y llevar algo de comer a sus hijos pero, para su mala suerte, no vio ni siquiera la figura de un pez dibujado .Entonces, completamente decepcionado, empezó a retornar a su bohío. La subida  se le hizo pesada, la noche lo amenazaba. De pronto vio  como, de la profundidad de la tierra, brotaba un manante de agua blanca. Como tenia sed, se próximo al agua  y cuando la probó, esta era completamente salada. De inmediato se imagino que era un milagro pues, en la zona del Cusco, la sal era escasa. Así que se puso a cavar con las manos, hasta que las aguas saladas aumentaron. El hombre corrió a Maras para dar aviso sobre su descubrimiento.
Al día siguiente, muy temprano, todo el pueblo de Maras bajó hasta el manante para convencerse  con sus propios ojos. Inmediatamente empezaron a construir  pequeños pozos para que las aguas se depositen  y luego, con el pasar de los días, se solidifiquen.
Después  de algunos días, los pobladores de Maras empezaron a recorrer   pueblo por pueblo  llevando sus tradicionales productos  de piedras y su nueva oferta: la sal  de Maras. Pronto este sufrido pueblo empezó  a progresar, dejando atrás ala miseria. Desde los lugares  más lejanos  llegaron personas en busca de sal, trayendo numerosos productos para hacer trueque  por ella. ¿Dónde  no se consumía la Sal de Maras? En  Cusco, en Sicuani, en la selva del Apurímac, etc. Al ver  esta demanda, los mareños trataron de provecharse y día a día  empezaron a elevar el precio  de la sal, aprovechando la necesidad que todos tenían de este elemento vital para el cuerpo humano.
Como la sal se convirtió  en un producto inalcanzable por el precio que le pusieron en Maras; entonces los hombres, empujados por la necesidad, empezaron a robar sal por las noches. Pronto los mareños se percataron de la sustracción  de su Sal y entonces se decidieron  a capturar a los autores del delito. En los siguientes días se capturaron a varios ladrones que, como castigo, fueron encerrados en los socavones  del Pichinqoto. Pero  estos presos no perdieron el tiempo y día y noche comenzaron a cavar hasta llegar alas raíces de las  aguas del Sal.  Luego escogieron las mejores semillas  de sal. Cuando, después de varios años de cautiverio, fueron puestos en libertad, llevaron furtivamente las semillas y las sembraron en sus zonas de origen. Después de pocos  días empezaron a brotar los manantes de agua salada.
Así, hoy Cusco, Quillabamba,  Sicuani, Apurímac, tienen minas de sal.                                 

1 comentario:

  1. Al descubrir su sitio, veo con estupor una foto mía, la de un comunero de Maras, sin el nombre del autor o sea el mío ni sin citar la fuente (el sitio Internet dónde la persona tomó mi foto).
    Claro, está libre de derechos (soy francés profesor jubilado ahora de castellano y apasionado por las culturas hispánicas y el lucro no me interesa) pero esta manera de actuar dando a creer que la foto es obra suya no respeta ni la propiedad intelectual ni la más mínima cortesía.
    Le ruego por tanto suprima mi foto o rectifique citando mi nombre y la fuente ya que la foto es mía.
    Les doy el enlace para que vean cómo era la foto (mucho más amplia y pues más interesante) y quién es su autor.
    http://www.fotocommunity.fr/pc/pc/mypics/1679931/display/26886566

    Avísenme cuando hayan subsanado esta utilización incorrecta.

    Salu2 desde Francia

    M. Lagarde
    miguel.gomero@laposte.net

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