Cuentan que en tiempos pasados trabajaba en Frías el señor José Hilario Ahumada León, sacerdote Cajamarquino, descendiente de padres españoles, llegando a su solicitud un sacerdote del hermano país del Ecuador, al cual lo llamaban Inter, el mismo que se iba a encargar de la celebraciones religiosas de la ciudad; mientras que don José Hilario sacerdote responsable de la Parroquia de Frías atendía sus propiedades en el caserío de Pampa Grande y San Antonio.
La gente de Frías recibió con beneplácito al sacerdote ecuatoriano, el cual se compenetró fácilmente con los parroquianos de ese entonces, pasaban los días y este sacerdote demostraba conocimiento y dedicación a su Misión Pastoral, y en una oportunidad fue invitada por algunos pobladores a una Celebración de cumpleaños terminando ésta en el consumo de bebidas alcohólicas y es aquí que el sacerdote pone de manifiesto sus inclinaciones manflóricos (homosexuales) besando a los hombres, sentándose en las faldas e invitándolos a realizar cosas pecaminosas y los moradores por respeto al sacerdote soportaba tan raro comportamiento optando por retirarse del lugar para evitar mayor compromiso.
Un día de parranda este sacerdote completamente borracho se encuentra por la noche con un nieto del cura José Hilario, al cual lo acosa con sus malsanas costumbres, Este nieto del cura llamado Manuel Ahumada aconsejó al curita, pero este no le hacia caso e insistía en su afán de besarlo. El cura insistía en su mal comportamiento y es el momento en que Manuel Ahumada se sale de la formalidad y el respeto y saca una verbena de toro , que es un látigo hecho con el miembro viril del toro torcido y secado al sol, y empieza a azotarlo profiriendo frases como: -¡cura de mierda a mi no vas a venir a besarme carajo!,- ¡tu eres hombre como yo! y lo castigaba con mucha ira por todo el cuerpo llegando a desgarrarle todas sus vestiduras , el curita lloraba y clamaba -¡Manualito ya no me castigues!,- ¡Déjame que así habrá sido mi mala suerte!, pero el castigo no cesaba; hasta que para suerte del cura, por ahí unos borrachos que pasaban cerca del lugar ,se compadecieron y con decisión defendieron al humillado cura.
Cuando ya se habían calmado los ánimos el curita adolorido y en tono lloroso profiere algunas frases de despecho y maldición -¡A donde iras Manualito por todo lo que me has castigado! ¡Con tus mismas manos te vas a quitar la vida y envuelto en tu propia sangre te van a encontrar!.... A eso Manuel responde -¡A mi no me vas a venir a asustar con esas palabras, más bien agradece a estas personas si no te hubiese rajado el espinazo a beta carajo!
A su regreso el señor cura José Hilario Ahumada se entero de todo lo sucedido y tomó la decisión de enviar d retorno a su tierra al Inter (sacerdote) acompañado de un par de “propios” (moradores del lugar) los que a su regreso contaron que en el lugar conocido como “El salto del Fraile” hoy conocido como “Mata Mulas” este sacerdote lanzó una maldición al pueblo de Frías -¡Pobre pueblo! ¡Ingrato!, ¡es así como me has pagado! ¡Siempre vivirás en el atraso! ¡Nadie logrará tu progreso, hagan lo que hagan!
El tiempo siguió pasando inexorablemente y Manuel Ahumada se compromete con una mujer muy bella, la cual se comprometió a salirse con él para quererlo y acompañarlo toda la vida, pero cuentan que alguien se metió y desanimó a la mujer y cuando Manuel fue a verla para cumplir el compromiso, no la encontró, sólo supo que se había marchado con otro. Manuel en ese momento se sintió el hombre más infeliz del mundo y empezó a sumirse en el alcohol, volviéndose un borracho empedernido.
Uno de esos días que menos se piensa, cuando el cura se preparaba para recibir a lo grande una visita, Manuel llegó a su casa luego de una borrachera más, y ya estando en su cuarto le llegó en recuerdo de la mujer que más amaba y que lo engañó, en esos instantes se escuchó un fuerte balazo, sus familiares corrieron presurosos a la habitación de donde salió el ruido, grande fue la sorpresa al encontrar el cuerpo de Manuel en el piso de la habitación bañado en su misma sangre. La gente murmuraba y decía que se había cumplido la maldición del cura.
Fue entonces que José Hilario lleno de cólera ordenó que el cadáver de Manuel no fuera enterrado en tierra santa, si no más bien como un perro, ya que había malogrado su visita y le había quitado el poder a Dios de quitarse la vida. Desde esa época la gente cree que la maldición hecha por éste cura al pueblo de Frías se ésta cumpliendo y se cumplirá como se cumplió con Manuel Ahumada. La casa donde sucedió la muerte de Manuel Ahumada se encuentra en la calle Piura como un muro testigo de tan fatal decisión. Hoy esa casa es habitada por las hermanas Maristas de la parroquia San Andrés de Frías
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