Nos ilustra con un cuento de tema social: el problema de la corrupción en el Perú
-¿Piensas quedarte con él? -preguntó Dora a su marido.
Miguel, en lugar de responder, se levantó de la perezosa donde tomaba el sol y haciendo bocina con las manos gritó hacia el jardín:
-¡Pancho!
Un muchacho que se entretenía sacando la yerba mala volteó la cabeza, se puso de pie y echó a correr. A los pocos segundos estuvo frente a ellos.
-A ver, Pancho, dile a la señora cuanto es ocho más ocho.
-Dieciséis.
-¿Y dieciocho más treinta?
-Cuarentiocho.
-¿Y siete por siete?
Pancho pensó un momento.
-Cuarentinueve.
Miguel se volvió hacia su mujer:
-Eso se lo he enseñado ayer. Se lo hice repetir toda la tarde pero se le ha grabado para toda la vida.
Dora bostezó.
-Guárdalo entonces contigo. Te puede ser útil.
-Por supuesto. ¿No es verdad Pancho que trabajarás en mi taller?
-Sí, señor.
A Dora que se desperezaba:
-En Lima lo mandaré a la escuela nocturna. Algo podemos hacer por este muchacho. Me cae simpático.
-Me caigo de sueño -dijo Dora.
Miguel despidió a Pancho y volvió a extenderse en su peresoza. Todo el vallecito de Yangas se desplegaba ante su vista. El modesto río Chillón regaba huertos de manzanos y chacras de pan llevar. Desde el techo de la casa se podía ver el mar, al fondo del valle, y los barcos surtos en el Callao.
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