Un día nació un desplumado cóndor, pero a medida que iba creciendo comenzó a distinguirse de sus compañeros porque volaba a mayor altura y por más tiempo, provocando la envidia de sus congéneres.
Aprovechando las corrientes térmicas, comenzó a planear en el viento helado de las montañas y muy pronto se dirigió hacia el norte.
Mientras tanto en el Cusco, capital del Tahuantinsuyo, se estaba preparando la fiesta del Inti Raymi en honor al dios Sol.
Se podía distinguir las ceremonias guerreras y religiosas y la multitud vestida con atuendos trajes adornados con filigranas de oro y plata.
Al empezar la fiesta el Inca Huayna Cápac comenzó a recibir las ofrendas de su pueblo: los nobles depositaban ricos dones de metales preciosos, mientras que los humildes del pueblo se presentaban ante su soberano con animales domésticos para ser sacrificados.
Cuando los ofrecimientos hubieron terminado, el Inca sostuvo entre sus manos un gran vaso de oro llamado "kero" y al levantarlo hacia el dios Sol se pudo divisar la silueta de un ave extraordinariamente bella y de magnífico vuelo. Era el cóndor.
Mas el ave no volaba sola, algunos celosos halcones y otras tantas águilas le entablaron un feroz combate; mas el majestuoso cóndor logró derribarlos uno por uno.
El Inca, los sacerdotes, los guerreros y el pueblo en general veían atónitos el desarrollo de la lucha y su culminación con la victoria del cóndor.
Una vez finalizado el combate, el Inca Huayna Cápac alzó nuevamente el "kero" pronunciando estas palabras:
- Este día nuestro dios Sol, a través de la victoria del cóndor, me ha dado el mensaje que podré vencer a todos los enemigos, así como superar los obstáculos y peligros que se presenten.
Desde entonces, los incas adoptaron al cóndor como símbolo del glorioso poder del Imperio del Sol.
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