Hubo una época en que la hacienda de Cayaltí estaba pasando por una grave crisis económica, y su propietario el Señor Ramón Aspíllaga, se encontraba desesperado, pues no tenia dinero con qué pagar a sus trabajadores.
En otro lugar de la ciudad de Cayaltí, exactamente en las faldas del cerro Corbacho, uno de sus trabajadores, caminaba pensativo y con la mirada fija en el suelo; estaba preocupado porque su esposa se encontraba enferma y él no tenía dinero con que llevarla al médico, de pronto tropezó con un ladrillo y tanto era su preocupación que ni siquiera se percató de lo sucedido, más adelante tropezó nuevamente con otro ladrillo pero al igual que en el primero tampoco se percató, al tropezar con un tercer ladrillo, recién se dio cuenta de los tropiezos que estaba dando y al mirar con qué objeto se había topado, se dio con la sorpresa que este era un ladrillo de oro y al mirar hacia atrás se sorprendió, pues estos eran también ladrillos de oro. Más grande fue su sorpresa cuando al volver la mirada hacia al frente descubrió que había una hilera de ladrillos de oro que se dirigían hacia la parte media del cerro. Al caminar por este sendero de ladrillos, llegó a una especie de ventana el cual en su interior estaba lleno de ladrillos de oro, fue entonces que tomó un ladrillo y lo metió en su alforja y se dirigió a Cayaltí, hacia la casa del patrón para darle cuenta de su hallazgo.
El patrón al escuchar a su peón lo sucedido se llenó de emoción y de malicia, mandó a preparar la carreta más grande que tenía e hizo que uncieran a sus mejores toros para jalar la carreta y así poder dirigirse hacia el cerro Corbacho. Una vez lista la carreta, junto con su peón se dirigió hacia el lugar de la ventana en el cerro corbacho; el tiempo pasaba y no daban con el lugar señalado y esto comenzó a desesperar al patrón, quien de un momento a otro empezó a castigar a su peón para que se acordara rápido cual era el lugar donde estaban los ladrillos de oro. Pasado un buen rato, por fin pudieron dar con la ventana y fue entonces en que el patrón ingreso a su interior junto con la carreta, dejando afuera al peón; tanta era su ambición, que ni siquiera permitió que este le ayudara a cargar la carreta.
Una vez llena la carreta, la cual estaba cargada hasta más no poder, empezó a castigar a los bueyes para que estos salieran de aquel lugar, mientras la carreta avanzaba, él iba detrás de la misma arreando a los bueyes, y justo al salir del interior de aquella ventana, cuando los toros ya habían cruzado el umbral, la ventana se cerró, quedando en su interior el patrón y la carreta llena de ladrillos. Entonces el peón al ver esta escena, trató en vano de destapar la ventana, cansado de intentarlo, se dirigió al pueblo de Cayaltí y dio aviso de lo sucedido, tanto a los familiares como a los trabajadores de la hacienda, estos se dirigieron en cuadrillas al cerro Corbacho para buscar al patrón; el tiempo comenzó a transcurrir y no daban con la ventana, pasaron los minutos, las horas, los días, las semanas, hasta que dieron por perdido a don Ramón Aspíllaga.
La leyenda señala que en noches de luna llena, se ve brillar la rueda de una carreta en lo alto del cerro corbacho, señalando quizás la enorme riqueza arqueológica que guarda este importante recinto prehispánico...
bien
ResponderEliminarlinda istoria
ResponderEliminarEsa es una de mis leyendas favoritas . 🤩
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