ORÍGENES DE LA ADORACIÓN A LAS AGUAS SAGRADAS DE TIPÒN
Cuentan los ancianos que en aquellos tiempos, en la quebrada
de Wakarpay, cerca de la laguna del mismo nombre, vivía una bellísima mujer
llamada Yumar, que era una excelente nadadora. Su fama se extendió por toda la
región y pronto llegó hasta el palacio del inka Pachakuteq.
En cierta ocasión, los hijos de Pachakuteq: Tupaq, Kapaq,
Tilka y Yamki fueron a las orillas de la laguna de Wakarpay, deseosos de
conocer a la bella mujer.
La laguna estaba bordeada por gran número de casas techadas
con totora. Alli no nobleza cusqueña solía hospedarse; dedicándose a pescar,
nadar y pasear en las pequeñas lanchas que allí construían.
Pachakuteq, además de ser excelente gobernante, era un padre
preocupado por el futuro de sus hijos. La esposa de Pachakuteq, llamada Mama
Anawarke, era la más dura en las decisiones respecto a sus hijos. Ellos querían
que sus hijos se eduquen en el fragor del trabajo y el combate.
Un día, Yamki fue enviado al sur con la misión de conquistar
nuevas tierras; él conducía un numeroso ejército y estaba secundado por un experimento general del inka.
Después de muchas batallas, los pueblos araucanos se rindieron a los inkas.
Yamki demostró valentía
y capacidad de mando para conquistar a los araucanos. Luego retornó al Cusco.
En lugares estratégicos del camino, construyó muchos tambos para almacenar
armas y vituallas, que dejaron bajo la
vigilancia de un destacamento militar.
Tilka, partió hacia Vilkaswamàn, actual zona de Ayacucho,
con la finalidad de dirigir la construcción de una gran ciudad. Pachakuteq
conocía la vocación de su hijo por la arquitectura.
Kapaq, fue enviado a la zona de Yukay, para dirigir la siembra de maíz en
toda la cuenca del Wilkamayu. Para tal efecto ordenó una gigantesca movilización de hombres cargados de
chaquitaqllas (herramientas) y guano de
isla.
Tupaq, primogénito de
Pachakuteq, fue destinado para ser educando por los amautas, en las
experiencias de la ciencia y el arte conducción del imperio, cuando Pachakuteq
muriera. Sin embargo, un día, Tupaq despareció del Qosqo. Pachakuteq ordenó a
sus subalternos ubicar a su hijo. En
pocos días fue hallado en las orillas de la laguna Wakarpay, disfrutando de la
frescura y hermosura de las aguas, en
compañía de Yumar, la belleza que lo
había embrujado.
El inka, después de reprender a su hijo, ordenó que lo
encierren en un calabozo.
Tupaq, estaba perdidamente enamorado de Yumar. Una noche,
mientras cumplía su castigo, desapareció. El soberano, más amargo que un limón, ordenó a un contingente
militar la captura de su hijo.
Para que su vástago se corrigiera, pensó enviarlo a la
cabeza de un ejército a conquistar a los
belicosos Kollas, pero, después, cambió de parecer. Pensó que Tupaq podría
perecer en alguna arremetida del enemigo y entonces se quedaría sin sucesor,
pues éste hijo era el designado para sucederlo en la conducción del imperio.
En tanto, Tupaq y Yumar desparecieron de la laguna Wakarpay,
como tragados por las aguas. El inka, colerico, ordenó buscar a su hijo por la
cuenca del Watanay.
Tupaq y Yumar fueron encontrados en las faldas de la montaña
Pachatusàn (El que sostiene el universo). Tupaq no tuvo más escapatoria que
entregarse, mientras Yumar se convirtió en una hermosa perdiz, que voló hasta
una laguna, en cuyas aguas se sumergió. Los soldados retornaron al Qosqo
conduciendo al primogénito de
Pachakuteq. Este ordenó en encarcelamiento de su vástago en los calabozos del ejército,
bajo vigilancia directa, día y noche.
El cuartel se convirtió en lugar de lamentaciones y quejas ya que Tupaq, en sus largas y
sufridas noches, lloraba pronunciando en nombre de Yumar. Pachakuteq, al
informarse de la situación de su hijo, ordenó
que lo liberaran. Tupaq, totalmente enfermo de amor por yumar vagaba por las
calles del Qosqo, lamentando la pèrdida de la mujer de sus sueños.
Mama Anawarke (madre de Tupaq) convocó a los brujos, adivinos y curanderos màs
famosos de la zona e incluso hizo traer a los de las profundidades de la selva
para que curen a su vástago, pero ellos dijeron que Tupaq había sido
puzangueado (embrujado) por Yumar.
Tupaq no podía curar su enfermedad de amor y se hallaba a un
paso de la locura. Había perdido su dignidad, ya no le interesaban su madre ni
su padre, ni el futuro del gobierno. Vagaba completamente descuidado. Todo el
mundo se compadecía de la grave situación
de Tupaq para colmo, el sueño se había retirado del cuerpo del joven.
Un día, cuando se hallaba en la puerta del templo de
Korikancha, se le presentó Yumar en sueños y le dijo:
_Tupaq, amor mío ¿Qué te ha pasado?
_Yumar, sin ti ya no puedo vivir, te amo mucho _respondió
Tupaq.
_Tupaq, yo también te amo mucho.
_Yumar, quiero estar a tu lado para siempre.
_Tupaq, mañana te espero en las faldas del cerro Pachatusàn.
_Pero ¿En qué parte Yumar?
_Más debajo de la chocita de nuestro idilio, ahí encontrarás
un manante que está brotando de las
entrañas de la madre tierra.
_Está bien _respondió Tupaq.
Tupaq despertó de sus
breve sueño, inmediatamente se dirigió
a la montaña Pachatusàn. Después de una larga caminata, ubicó la chocita que
fue testigo de sus idilios con Yumar.
Tenía mucha sed y comenzó a buscar el manante para beber las aguas. De repente sus
ojos vieron una quebrada y más allá, un
manante. Tupaq sediento, corrió a las aguas del manantes y se puso a beber a grandes sorbos pronto, de su
cerebro se borró la figura y el recuerdo de Yumar. Había debido la agüita del
olvido. Después Tupaq retornó al palacio de su padre completamente sano, con
grandes deseos de seguir recibiendo las enseñanzas de los amautas.
Con el tiempo, Tupaq asumió la conducción del imperio del
Tawantinsuyo, con el nombre de Tupaq
Inka Yupanqui y –en homenaje a Yumar _ estableció la fiesta en honor al
agua, base de la vida, para cuyo efecto hizo construir un gigantesco y hermoso santuario de piedras labradas con andenerías
y un templo al agua, con acueductos,
pozos y zonas de adoración.
Después que construyó este hermoso santuario, en recuerdo al
sonido que produce el manante, lo
llamaron Tìmpoq, Estas aguas son la sangre de Yumar, cuyos padres fueron: la
montaña Pachatusàn y la laguna wakarpay. derivación de la palabra T’impoq, que significa ser
hirviente.
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