NO PRENDAS MUCHO LA LÁMPARA
III
EL SEGUNDO REGALO
Ese día como nunca el choro Aller
estaba misterioso: tomó doble desayuno y luego a escondidas un jugo especial en
el mercado. Se mantuvo evasivo de sus amigos.
Casi a la misma hora almorzó abundante
y rápidamente se deshizo de los comensales, quienes extrañados le
preguntaron por su actitud, a lo que él
a manera de una disculpa sólo les dijo que estaba haciendo ‘’unos negocios chéveres’’ y no podría estar con ellos hasta el día
siguiente; al final, si todo resultaba
bien, les invitaría muchas chelas.
Desviando las calles se dirigió
a ‘’el tornillo’’, una de las cantinas que también con
frecuencia concurrían. Como un duende
solitario se bebió con parsimonia tres cervezas maltas grandes. La dueña le bromeó
por su actitud inusual pero sin inmutarse dijo que estaba resfriado, señaló su
caffarina y agregó que sólo lo utilizaba
cuando estaba en esas circunstancias.
Pasaron irreparablemente las
horas, salió del bar y se dirigió a otro lugar para cenar algo, lo hizo en un
lugar infrecuentado y se aumentó otra
botella similar a las anteriores; compró unos cigarrillos y se fue a su
habitación, ingresó en él, ya había oscurecido y permaneció solo a la penumbra
de la ventanilla, a fin de despistar a sus amigos y estar seguro de que nadie
perjudique su festín. Para si se decía ``lo que uno se pierde por andar tras de
los amigos’’ y fumaba pausadamente su cigarrillo haciéndose la idea de que su
dulcinea estaba en viaje de retorno y en cualquier instante estaría con él;
‘’las oportunidades son calvas’’ se dijo
recostándose sobre la cama que esa noche más soportaría violencia
erótica.
Trascurrió el tiempo fumando un
par de cigarrillos entre diversos pensamientos lascivos de los más sofistificados, tenia confianza en
su alimentación extra del día y sobre
todo en las cervezas malta, ni siquiera se preocupó de la deuda
que se recargó. Ella no se dejó esperar mucho. De pronto se escuchó un
golpecito en la puerta y más la débil
voz le sacaron de sus cavilaciones. De un brindis abrió la hoja y al instante
ya estaba Dulcinea en su compañía. Trato de besarla en los labios pero ella
evadió como anteriormente lo hizo, argumentando haberse puesto un medicamento
en las encías ‘’sólo por favor en las mejillas, no insista…’’
-Estas fría como ayer…-
preocupòse el choro.- ‘’tengo la presión
muy baja y además por la
carretera corre un viento muy frió y en
camioneta no es nada bueno viajar’’ – disimuló.
Choro Aller se apresuró a
encender la lamparilla pero ella le advirtió que no lo haga, ‘’no, por favor,
tus amigos están por la otra esquina, se darán cuenta de tu presencia y nos van
a perjudicar; recuerda que sólo quiero estar contigo. Será la última en tu
habitación porque mañana sólo estaremos un momento y luego te llevaré a mi
nueva vivienda. Ahí si podrás prender todas las lámparas que quieras’’ – le esperanzó.
Choro Aller se olvidó de sus
preocupaciones y quedó totalmente convencido de que era su última noche, debería hacer más gastos en su alimentación y
tal vez en la de ella, sin embargo tenia un cierto pelo que se le paraba
acarreándole suspicacias.
-Esta bien, quedémonos en la penumbra, felizmente con la luna tenemos
suficiente iluminación, sólo que no
puedo contemplar a la mujer que me
brinda tanta felicidad. Acuéstate que estás muy congelada, debo calentarte con
profusión.- Fue la gentileza del choro; siempre con caricias casi en brazos la colocó en su lecho. Antes
de iniciar con su orgia le propuso beber algo, pues la chica estaba más helada
que el día anterior, esta se disculpó con que tenia problemas del estómago y no
podía contener sus ataques de gastritis
pero él que lo hiciera cuanto quisiese.
Inmediatamente hicieron su segunda noche de sexo intenso,
para él hasta extrañamente fue el ritual, frenético, sin besos en los labios, sólo
que ella estaba mucho más fiera que la noche anterior; como por arte de magia
le extraía las energías, le mordía el cuello, los brazos, le clavaba sus uñas
con terrible lujuria. En el máximo
paroxismo él se sintió extrañamente poseído, no parecía humano, sino
sobrenatural, sintió que se le iba el alma hasta por las orejas, prosiguió ya casi inconscientemente hasta que quedó
desmayado. Lo que haya ocurrido después lo ignora, sólo que en sueños seguía
con el orgasmo.
Antes del amanecer le despertó
para despedirse y le recomendó que en la
noche la espere en su habitación, porque le llevaría a su nueva vivienda, allí estarían más libres. Choro
estaba aún ensoñado. Salió rauda. El día ya iba a despuntar.
El choro se quedó dormido y
soñaba cosas terribles: se congelaba sobre una mesa donde reventaban sus carnes heladas, procuraba juntarlas con
las manos, que a su vez ya era huesos; alguien destapaba su cráneo y succionaba su cerebro bajo la mirada de
unos saltones, mientras tanto unas manos
delgadas, surcaban de tejidos le arrancaban sus genitales. Despertó con el
dolor, gritando y levantándose de un
salto casi se cae. Se frotaba los ojos y
en ese momento dieron golpes a su puerta ‘’ ¡un momento… ya abro!’’.
Se puso los pantalones como pudo
y se dirigió a la puerta; ésta estaba con aldaba y además trancada. Se rascó la cabeza, no recordaba haberla
cerrado a la salida de la china, ‘’tal vez no recuerde por debilidad,… es una
brava la condenada… ¡Ya voy!- reiteró. Ni bien terminaba de hablar chirrió su catre como si alguien se
levantase, volteó aguijoneando por un extraño nerviosismo y no había nada;
pensó que tal vez lo habían descuadrado el catre con tanto movimiento.
Abrió la puerta, eran el gordo
Cazasola y el tipina Herrera que le buscaban. Eran las diez de la mañana; ya no
había desayuno en la pensión y habían decidido
darse un buen baño en Minasmoqo.
¡Carajo, hay olor a puta y a
pezuñas! ¿Qué pasa pues, choro, si tú no eres descuidado? ¿Por qué no escoges
bien a tus victimas, choro cochino, en lugar de traer a gente mal oliente? –increpó
el gordo.
-
Déjalo gordo, tu ya sabes su ley, para el choro se gato o perro con que sea
hembra se conforma- rió tipina Herrera.
-
-Oye choro, estás como resucitado, todo ojeroso
y mordisqueado. – El choro que no había dado las espaldas se abrochó la camisa
hasta el último botón- ¡Cuidado carajo! –continuó el gordo – tienes misterios
en tu cuarto, especialmente en tus ojos que más parecen del más allá que del más
acá- concluyó.
-¡No me jodan!,
Yo jamás he ido a fregarles a vuestro cuarto, vivo mi vida, puedo dormir con
quien sea, tenga o no loción, eso no les interesa; al final, envídiense que
esta noche tengo con otra, así que
mañana le acharemos unas ‘’chachis’’ (chicas).Bien, ahora me iré a tomar un par
de especiales y negras para estar al día. – Sin querer había delatado su plan
nocturno.
Los tres salieron
bromeando; el gordo y tipina le insinuaron para ir a bañarse a Minasmoqo, pero éste
dijo estar aún resfriado y que además necesitaba nutrirse –Nos veremos en la
tarde para tomar unas chichitas con cerveza
negra, antes de mi último plancito, pues la que les cuento se irá de
largo viaje y hasta que vuelva tendré vacaciones. Trato hecho –respondieron los
otros y se despidieron.
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