viernes, 6 de julio de 2012



NO PRENDAS MUCHO LA LÁMPARA
III
EL SEGUNDO REGALO
Ese día como nunca el choro Aller estaba misterioso: tomó doble desayuno y luego a escondidas un jugo especial en el mercado. Se mantuvo evasivo de sus amigos.  Casi a la misma hora almorzó abundante  y rápidamente  se deshizo  de los comensales, quienes extrañados le preguntaron  por su actitud, a lo que él a manera de una disculpa sólo les dijo que estaba haciendo ‘’unos negocios chéveres’’  y no podría estar con ellos hasta el día siguiente; al final,  si todo resultaba bien, les invitaría muchas chelas.
Desviando las calles se dirigió a  ‘’el tornillo’’,  una de las cantinas que también con frecuencia  concurrían. Como un duende solitario se bebió con parsimonia tres cervezas maltas grandes. La dueña le bromeó por su actitud inusual pero sin inmutarse dijo que estaba resfriado, señaló su caffarina y agregó  que sólo lo utilizaba cuando estaba en esas circunstancias.
Pasaron irreparablemente las horas, salió del bar y se dirigió a otro lugar para cenar algo, lo hizo en un lugar infrecuentado  y se aumentó otra botella similar a las anteriores; compró unos cigarrillos y se fue a su habitación, ingresó en él, ya había oscurecido y permaneció solo a la penumbra de la ventanilla, a fin de despistar a sus amigos y estar seguro de que nadie perjudique su festín. Para si se decía ``lo que uno se pierde por andar tras de los amigos’’ y fumaba pausadamente su cigarrillo haciéndose la idea de que su dulcinea estaba en viaje de retorno y en cualquier instante estaría con él; ‘’las oportunidades son calvas’’ se dijo  recostándose sobre la cama que esa noche más soportaría violencia erótica.
Trascurrió el tiempo fumando un par de cigarrillos entre diversos pensamientos lascivos  de los más sofistificados, tenia confianza en su alimentación extra del  día y sobre todo en las cervezas malta, ni siquiera se preocupó  de la deuda  que se recargó. Ella no se dejó esperar mucho. De pronto se escuchó un golpecito  en la puerta y más la débil voz le sacaron de sus cavilaciones. De un brindis abrió la hoja y al instante ya estaba Dulcinea en su compañía. Trato de besarla en los labios pero ella evadió como anteriormente lo hizo, argumentando haberse puesto un medicamento en las encías ‘’sólo por favor en las mejillas, no insista…’’
-Estas fría como ayer…- preocupòse el choro.- ‘’tengo la presión  muy baja y además  por la carretera  corre un viento muy frió y en camioneta no es nada bueno viajar’’ – disimuló.
Choro Aller se apresuró a encender la lamparilla pero ella le advirtió que no lo haga, ‘’no, por favor, tus amigos están por la otra esquina, se darán cuenta de tu presencia y nos van a perjudicar; recuerda que sólo quiero estar contigo. Será la última en tu habitación porque mañana sólo estaremos un momento y luego te llevaré a mi nueva vivienda. Ahí si podrás prender todas las lámparas que quieras’’ – le esperanzó.
Choro Aller se olvidó de sus preocupaciones y quedó totalmente convencido de que era su última noche,  debería hacer más gastos en su alimentación y tal vez en la de ella, sin embargo tenia un cierto pelo que se le paraba acarreándole suspicacias.
-Esta bien, quedémonos en  la penumbra, felizmente con la luna tenemos suficiente  iluminación, sólo que no puedo contemplar a la mujer que  me brinda tanta felicidad. Acuéstate que estás muy congelada, debo calentarte con profusión.- Fue la gentileza del choro; siempre con caricias  casi en brazos la colocó en su lecho. Antes de iniciar con su orgia le propuso beber algo, pues la chica estaba más helada que el día anterior, esta se disculpó con que tenia problemas del estómago y no podía contener sus ataques de gastritis  pero él que lo hiciera cuanto quisiese.
Inmediatamente  hicieron su segunda noche de sexo intenso, para él hasta extrañamente fue el ritual, frenético, sin besos en los labios, sólo que ella estaba mucho más fiera que la noche anterior; como por arte de magia le extraía las energías, le mordía el cuello, los brazos, le clavaba sus uñas con terrible lujuria. En el máximo  paroxismo él se sintió extrañamente poseído, no parecía humano, sino sobrenatural, sintió que se le iba el alma hasta por las orejas, prosiguió  ya casi inconscientemente hasta que quedó desmayado. Lo que haya ocurrido después lo ignora, sólo que en sueños seguía con el orgasmo.
Antes del amanecer le despertó para despedirse y le recomendó que  en la noche la espere en su habitación, porque le llevaría a su nueva  vivienda, allí estarían más libres. Choro estaba aún ensoñado. Salió rauda. El día ya iba a despuntar.
El choro se quedó dormido y soñaba cosas terribles: se congelaba sobre una mesa donde reventaban  sus carnes heladas, procuraba juntarlas con las manos, que a su vez ya era huesos; alguien destapaba su cráneo  y succionaba su cerebro bajo la mirada de unos saltones, mientras  tanto unas manos delgadas, surcaban de tejidos le arrancaban sus genitales. Despertó con el dolor, gritando  y levantándose de un salto  casi se cae. Se frotaba los ojos y en ese momento dieron golpes a su puerta ‘’ ¡un momento… ya abro!’’.
Se puso los pantalones como pudo y se dirigió a la puerta; ésta estaba con aldaba y además  trancada. Se rascó la cabeza, no recordaba haberla cerrado a la salida de la china, ‘’tal vez no recuerde por debilidad,… es una brava la condenada… ¡Ya voy!- reiteró. Ni bien terminaba  de hablar chirrió su catre como si alguien se levantase, volteó aguijoneando por un extraño nerviosismo y no había nada; pensó que tal vez lo habían descuadrado el catre con tanto movimiento.
Abrió la puerta, eran el gordo Cazasola y el tipina Herrera que le buscaban. Eran las diez de la mañana; ya no había desayuno en la pensión y habían decidido  darse un buen baño en Minasmoqo.
¡Carajo, hay olor a puta y a pezuñas! ¿Qué pasa pues, choro, si tú no eres descuidado? ¿Por qué no escoges bien a tus victimas, choro cochino, en lugar de traer a gente mal oliente? –increpó el gordo.
-          Déjalo gordo, tu ya sabes su ley,  para el choro se gato o perro con que sea hembra se conforma- rió tipina Herrera.
-          -Oye choro, estás como resucitado, todo ojeroso y mordisqueado. – El choro que no había dado las espaldas se abrochó la camisa hasta el último botón- ¡Cuidado carajo! –continuó el gordo – tienes misterios en tu cuarto, especialmente en tus ojos que más parecen del más allá que del más acá- concluyó.

-¡No me jodan!, Yo jamás he ido a fregarles a vuestro cuarto, vivo mi vida, puedo dormir con quien sea, tenga o no loción, eso no les interesa; al final, envídiense que esta noche tengo con otra, así  que mañana le acharemos unas ‘’chachis’’ (chicas).Bien, ahora me iré a tomar un par de especiales y negras para estar al día. – Sin querer había delatado su plan nocturno.
Los tres salieron bromeando; el gordo y tipina le insinuaron para ir a bañarse a Minasmoqo, pero éste dijo estar aún resfriado y que además necesitaba nutrirse –Nos veremos en la tarde para tomar unas chichitas con cerveza  negra, antes de mi último plancito, pues la que les cuento se irá de largo viaje y hasta que vuelva tendré vacaciones. Trato hecho –respondieron los otros y se despidieron.

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