jueves, 5 de julio de 2012


NO PRENDAS MUCHO LA LÁMPARA

II
EL PRIMER REGALO
Choro y Tipina despidièronse  en la esquina de siempre. El primero tuvo que volver hasta la plaza a comprarse unos cigarrillos porque sin ellos no cogería sueño en su solariego cuarto; se fue disgustando pues tipina no quiso acompañarles. Las calles estaban muy silenciosas y sólo tenia las esperanzas de encontrar su objetivo en algún otro chiribitil, previo consumo de algo más. Lo hizo en el ‘’tornillo’’, consumió ‘’paradito no mas’’ una taza de té a cambio que le vendiesen unos cuantos cigarrillos.
De retorno, en la recta de su vivienda, a la distancia vio una forma de mujer con falda a la altura de la rodilla y pelo suelto; era sin duda alguna ‘’chica’’ que quería consuelo. Se hizo ene preguntas: ¿Quién seria a esa hora? Tal vez volvía de algún ‘’plancito’’ o estaba en busca de ello; sin embargo algo le decía por dentro que era conocida. Sin perder más tiempo decidió  acercarse cortésmente a saludarla; después seria cuestión de tiempo… y suerte…
-! Buenaaaas…!- saludó muy cortes el choro, la respuesta no se dejo esperar ‘’que tal’’, con una vocecita tenue carraspeada, pero algo familiar.
El alumbrando público era deficiente, los focos contados y a distancias largas, por lo que las facciones de la chica no se podían distinguir con facilidad. El choro se aproximó confiado en la respuesta que obtuvo, mientras ella retuvo su marcha como quien a propósito lo espera o necesita algo. Tenía el pelo suelto y con los cerquillos bajos, todo lo cual impedía verle el rostro y especialmente sus ojos. Vestía una faldita suelta hasta las rodillas, una blusa clara y ligera, chompa abierta, sus calzados planos y por lo que notó ligeros; a pesar de su apariencia esquiva y  huraña parecía estar decidida a hacer cualquier cosa.
-Qué haces chica?... tan sola a esta hora, así que te roben los gavilanes…-le preguntó-
-Aquí me tienes, no encontré a nadie y como no sabia dónde pasar la noche decidí caminar y caminar. Te vi yendo  hacia la plaza y pensé que volverías, por eso estoy aquí ver si me puedes ayudar. Respondió con seguridad la extraña.
-! Claro, claro, creo que te reconozco… disculpa, es que tuve una juerga con los patas y estoy un poco nublado ¿Cómo estas…?  -Sele acercó el choro decidido, le dio la mano y le pegó un sonoro beso en la mejilla-! Pero…estás congelada! ¿Qué te pasó? ¿Sales de la  nevera? ¿Estás mal?... cuéntame…
Ella manifestó que estaba deambulando desde que cayó la noche si saber a donde ir y por ello le había calado el frío; preguntó si le podía alojar pero sin compromiso…-! Pero… claro! Vamos, vamos, que empieza a hacer más frio… ¿permites que te abrace para protegerte? Porque aún está distante mi habitación y…- la respuesta no se dejó esperar y el choro Aller la abrazó urgido aunque con disimulada  delicadeza inicial y aceleraron  el paso.
Llegaron a su habitación que tenia la puerta  independiente, es decir a la calle. El candado se le trabó por el nerviosismo y el apuro, pero luego de unos cuántos golpes y tentativas logró abrirlo, sin olvidar la disculpa por su descuido. Ofreciendo que al día siguiente le echaría kerosene. Ella le aconsejó que no lo hiciera sino más bien con aceite, porque el kerosene da mal olor; el gordo movió la cabeza como asentimiento e ingresaron al cuarto. El choro Aller se disculpó también con ene argumento  porque a su habitación le habían cortado el fluido eléctrico, pero que adelante no lo requería por que era mejor utilizar una lámpara y así se ahorraba para sus gastos.
Se dirigió hacia su mesita de estudiante para encender la lamparilla a kerosene, una vez encendida quiso invitarle algo de beber pues tenia en sus ‘’guardados’’; pero ella, siempre evitando darle la cara, agradeció por el  hospedaje y le pidió que no le invite nada, sino mas bien que  apague su lámpara, pues le molestaba a sus ojos, porque se moría de frio y deseaba meterse en la cama; ya cené, no te preocupes’’, fue su argumento.
Al choro le faltaban palabras para hablar y manos para poder atenderla, hasta sanó de su beodez. En dos saltos apagó la lámpara y la habitación quedó en total penumbra por una pequeña ventana que daba hacia la calle con los vidrios pavonados con albayalde. Acostàronse  juntos como  marido y mujer, aunque ella no se deshizo de su vestidura por el frio que sentía y… ‘’por seguridad’’.
-! Qué helada estás… recuérdame tu nombre- Mmmm, soy la… china, me reconoces?
¡Ah, ya… la china!! Claro, ya decía yo,… es decir lo presentía por tu forma de vestir y tus cabellos, aunque hoy no me permitieron mirarte bien el rostro los tragos, mmm, mmm la comelona…
-Todo te admito pero por favor no me vayas a llamar de la otra chapa porque injustamente me lo pusieron- continuó que sólo había llegado por un par de días y su decisión  fue pasarlo con él, especialmente  las noches. En la madrugada debía viajar por unos negocios y volver en la noche. Le pidió que aproveche el momento y le caliente, porque anteriormente  no lo había hecho en su habitación, porque fue muy majadero. Ahora se declaraba toda suya y él seria su calor. ‘’Caliéntame mucho, ¡ah¡ me muero de frio… ‘’casi gemía; sin embargo su voz a más de ser tan suave tenia timbre raro, enronquecido.
Casi de inmediato iniciaron el ritual de hacer el amor. Ella evitaba darle besos en los labios, los evadía con astucia, pero copulaban frenéticamente, tal que el choro Aller hasta sintió temor, por que en la cama sólo él tenía calor y la chica apenas una fugaz tibieza. Los hombros, los brazos, le arañaba; para el choro era una situación  extrañamente placentera y dolorosa, que llegando al orgasmo quedó virtualmente desmayado, no llevó ni la cuenta de cuánto había durado su experiencia y prácticamente anulado se quedó en sopor profundo, durmió.
Antes que amanezca, la china le sacudió para despedirse, hasta  la noche. Le indicó que llegaría de ocho a nueve y que le espere solo. Además no debía contar por ningún motivo a sus amigos lo ocurrido porque quería únicamente disfrutar con él, sin interrupciones, menos personas ‘’violines’’ a quienes ella ‘’no los pasaba’’. El choro Aller sin fuerzas aún, le respondió que así seria. La mujer salió de la habitación sin hacer ruido.
Se levantó muy tarde. Al observar la puerta se puso a dudar sobre si él había puesto la aldaba de seguro al salir su furtiva acompañante. En efecto, como estaba asegurada, pensó que por debilidad tal vez o por la emoción no recordaba, total después de todo daba igual.
Al momento de afeitarse observó que tenia moretones en el cuello, los hombros y los brazos, causados por los mordiscos; así mismo presentaba marcas de arañazos en el pecho, más no pudo ver su espalda que le ardía terriblemente. ‘’Después de todo… qué, aunque fría estaba buena y caidita del  cielo para este pobre pecho’’ – murmuró. Se puso una cafferina  y se prometió en no comentar con  nadie, para que su festín se repita; en todo caso  debía tramar algún argumento para deshacerse de sus amigos que eran infaltables en su vida diaria. Con esos y otros pensamientos se dirigió a la pensión, donde sus otros  compañeros lo esperaban preocupados. Extrañamente nadie había atinado en ir a buscarle. 

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