NO PRENDAS MUCHO LA LÁMPARA
II
EL PRIMER REGALO
Choro y Tipina despidièronse en la esquina de siempre. El primero tuvo que
volver hasta la plaza a comprarse unos cigarrillos porque sin ellos no cogería
sueño en su solariego cuarto; se fue disgustando pues tipina no quiso
acompañarles. Las calles estaban muy silenciosas y sólo tenia las esperanzas de
encontrar su objetivo en algún otro chiribitil, previo consumo de algo más. Lo
hizo en el ‘’tornillo’’, consumió ‘’paradito no mas’’ una taza de té a cambio
que le vendiesen unos cuantos cigarrillos.
De retorno, en la recta de su
vivienda, a la distancia vio una forma de mujer con falda a la altura de la
rodilla y pelo suelto; era sin duda alguna ‘’chica’’ que quería consuelo. Se
hizo ene preguntas: ¿Quién seria a esa hora? Tal vez volvía de algún ‘’plancito’’
o estaba en busca de ello; sin embargo algo le decía por dentro que era
conocida. Sin perder más tiempo decidió
acercarse cortésmente a saludarla; después seria cuestión de tiempo… y
suerte…
-! Buenaaaas…!- saludó muy cortes
el choro, la respuesta no se dejo esperar ‘’que tal’’, con una vocecita tenue
carraspeada, pero algo familiar.
El alumbrando público era
deficiente, los focos contados y a distancias largas, por lo que las facciones
de la chica no se podían distinguir con facilidad. El choro se aproximó
confiado en la respuesta que obtuvo, mientras ella retuvo su marcha como quien
a propósito lo espera o necesita algo. Tenía el pelo suelto y con los
cerquillos bajos, todo lo cual impedía verle el rostro y especialmente sus
ojos. Vestía una faldita suelta hasta las rodillas, una blusa clara y ligera,
chompa abierta, sus calzados planos y por lo que notó ligeros; a pesar de su
apariencia esquiva y huraña parecía
estar decidida a hacer cualquier cosa.
-Qué haces chica?... tan sola a
esta hora, así que te roben los gavilanes…-le preguntó-
-Aquí me tienes, no encontré a
nadie y como no sabia dónde pasar la noche decidí caminar y caminar. Te vi
yendo hacia la plaza y pensé que volverías,
por eso estoy aquí ver si me puedes ayudar. Respondió con seguridad la extraña.
-! Claro, claro, creo que te reconozco…
disculpa, es que tuve una juerga con los patas y estoy un poco nublado ¿Cómo
estas…? -Sele acercó el choro decidido,
le dio la mano y le pegó un sonoro beso en la mejilla-! Pero…estás congelada! ¿Qué
te pasó? ¿Sales de la nevera? ¿Estás
mal?... cuéntame…
Ella manifestó que estaba
deambulando desde que cayó la noche si saber a donde ir y por ello le había
calado el frío; preguntó si le podía alojar pero sin compromiso…-! Pero… claro!
Vamos, vamos, que empieza a hacer más frio… ¿permites que te abrace para
protegerte? Porque aún está distante mi habitación y…- la respuesta no se dejó
esperar y el choro Aller la abrazó urgido aunque con disimulada delicadeza inicial y aceleraron el paso.
Llegaron a su habitación que
tenia la puerta independiente, es decir
a la calle. El candado se le trabó por el nerviosismo y el apuro, pero luego de
unos cuántos golpes y tentativas logró abrirlo, sin olvidar la disculpa por su
descuido. Ofreciendo que al día siguiente le echaría kerosene. Ella le aconsejó
que no lo hiciera sino más bien con aceite, porque el kerosene da mal olor; el
gordo movió la cabeza como asentimiento e ingresaron al cuarto. El choro Aller
se disculpó también con ene argumento
porque a su habitación le habían cortado el fluido eléctrico, pero que
adelante no lo requería por que era mejor utilizar una lámpara y así se
ahorraba para sus gastos.
Se dirigió hacia su mesita de
estudiante para encender la lamparilla a kerosene, una vez encendida quiso
invitarle algo de beber pues tenia en sus ‘’guardados’’; pero ella, siempre
evitando darle la cara, agradeció por el
hospedaje y le pidió que no le invite nada, sino mas bien que apague su lámpara, pues le molestaba a sus
ojos, porque se moría de frio y deseaba meterse en la cama; ya cené, no te
preocupes’’, fue su argumento.
Al choro le faltaban palabras
para hablar y manos para poder atenderla, hasta sanó de su beodez. En dos
saltos apagó la lámpara y la habitación quedó en total penumbra por una pequeña
ventana que daba hacia la calle con los vidrios pavonados con albayalde.
Acostàronse juntos como marido y mujer, aunque ella no se deshizo de
su vestidura por el frio que sentía y… ‘’por seguridad’’.
-! Qué helada estás… recuérdame
tu nombre- Mmmm, soy la… china, me reconoces?
¡Ah, ya… la china!! Claro, ya
decía yo,… es decir lo presentía por tu forma de vestir y tus cabellos, aunque
hoy no me permitieron mirarte bien el rostro los tragos, mmm, mmm la comelona…
-Todo te admito pero por favor no
me vayas a llamar de la otra chapa porque injustamente me lo pusieron- continuó
que sólo había llegado por un par de días y su decisión fue pasarlo con él, especialmente las noches. En la madrugada debía viajar por
unos negocios y volver en la noche. Le pidió que aproveche el momento y le
caliente, porque anteriormente no lo
había hecho en su habitación, porque fue muy majadero. Ahora se declaraba toda
suya y él seria su calor. ‘’Caliéntame mucho, ¡ah¡ me muero de frio… ‘’casi gemía;
sin embargo su voz a más de ser tan suave tenia timbre raro, enronquecido.
Casi de inmediato iniciaron el
ritual de hacer el amor. Ella evitaba darle besos en los labios, los evadía con
astucia, pero copulaban frenéticamente, tal que el choro Aller hasta sintió
temor, por que en la cama sólo él tenía calor y la chica apenas una fugaz
tibieza. Los hombros, los brazos, le arañaba; para el choro era una
situación extrañamente placentera y dolorosa,
que llegando al orgasmo quedó virtualmente desmayado, no llevó ni la cuenta de cuánto
había durado su experiencia y prácticamente anulado se quedó en sopor profundo,
durmió.
Antes que amanezca, la china le
sacudió para despedirse, hasta la noche.
Le indicó que llegaría de ocho a nueve y que le espere solo. Además no debía
contar por ningún motivo a sus amigos lo ocurrido porque quería únicamente
disfrutar con él, sin interrupciones, menos personas ‘’violines’’ a quienes
ella ‘’no los pasaba’’. El choro Aller sin fuerzas aún, le respondió que así
seria. La mujer salió de la habitación sin hacer ruido.
Se levantó muy tarde. Al observar
la puerta se puso a dudar sobre si él había puesto la aldaba de seguro al salir
su furtiva acompañante. En efecto, como estaba asegurada, pensó que por
debilidad tal vez o por la emoción no recordaba, total después de todo daba
igual.
Al momento de afeitarse observó
que tenia moretones en el cuello, los hombros y los brazos, causados por los
mordiscos; así mismo presentaba marcas de arañazos en el pecho, más no pudo ver
su espalda que le ardía terriblemente. ‘’Después de todo… qué, aunque fría
estaba buena y caidita del cielo para
este pobre pecho’’ – murmuró. Se puso una cafferina y se prometió en no comentar con nadie, para que su festín se repita; en todo
caso debía tramar algún argumento para
deshacerse de sus amigos que eran infaltables en su vida diaria. Con esos y
otros pensamientos se dirigió a la pensión, donde sus otros compañeros lo esperaban preocupados.
Extrañamente nadie había atinado en ir a buscarle.
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