NO PRENDAS MUCHO LA LÁMPARA
I
¡SALUD… POR LOS
PRESENTES Y AUSENTES!
Aquella tarde desafilaron, como
en fiestas patrias, enésimos vasos de espumante chicha, luego de tres ruedas de
tiro al sapo de madera que pacientemente recibía las fichas de bronce arrojadas diestramente por
los amigos.
Doña Josefa les había invitado
mote con phuspu (maíz con habas
sancochadas) y ensaladas ‘’arrecha’’ como lo llamaba a su sarsa de cebollas con
abundante rocoto que hacia ver a todos ‘’a sus suegras con chuso y tanga’’, por
ello, todo el mundo de amantes de ‘’q’ello ukuku’’ (oso amarillo) la chicha, se
acostumbraban a ese lugar desde muy tempranas horas ya que el folklórico
liquido se agotaba siempre rápido.
Estuvieron desde las dos de la
tarde del soleado viernes, pues salieron temprano del colegio y tuvieron tiempo
para almorzar, lavar sus uniformes y enseguida
reunirse como cada fin de semana lo hacían.
Ellos no tenían mucha
preocupación por sus padres a pesar de que cada quien era proveniente de
provincias distintas como Espinar,
Canas, Puno e inclusive Maldonado. El
motivo de su estadía eran sus estudios y lo hacían en el lugar ya que los
colegios gozaban de prestigio, hasta en el juego del sapo.
Eran dos equipos de jugadores y,
en casi todos los partidos ganaban siempre el dúo del ‘’choro’’ Aller y el ‘’gordo’’
Cazasola. Ese día estaban lecherones, comentaban sus amigos ‘’Tipina’’ Herrera
y Panduro, pues ellos tenían toda la racha en contra.
Con tanta chicha sus barrigas
habían crecido esa tarde como bombos de banda de ‘’q’aperos’’ por eso, al
momento de arreglar sus cuentas, preguntaron a la dueña cuando tendría otra
chichita y les contestó que para el domingo próximo, ‘’cuidadu qui un vingan,
vuy hacer habas uchú con choqllo, lis vuy ispirara ñiñuchas’’ , agregó la
señora.
‘’Segurona la vieja pero buena
gente’’ –aseveró el gordo Cazasola.
‘’Chi, chi, chi, chi, si decimos
que no, seguirás elogiando a tu viejita’’ – bromeó ‘’tipina’’ Herrera.
Ya en ocaso del día avanzaron por
el camino que conducía del club de tiro a la ciudad de Calca. Las luces estaban
encendidas en las calles, aunque más parecían mecheros pero eran luces.
Adornaba el atardecer un fuerte celaje rijo naranja con espectrales manchas
negras, ‘’dicen que trae mala suerte, takau carajo’’, bromeó ``tipina’’
Herrera, los otros rieron porque siempre gastaba ese tipo de bromas y
continuaron la marcha comentando respecto al lugar donde estuvieron ya que era
alejado. Sin embargo en el camino nadie podía criticar, disfrutaban de la naturaleza
y bebían chicha estirados en el pasto, a la sombra de sauces y capulíes. ‘’Sólo
que esta cojudeza es lejana, mientras venirnos
gana tiempo y se agota la chichita’’ comentaban los amigos. Todas
las veces repetían las mismas lamentaciones tan de memoria como a los Heraldos
Negros del gran Vallejo que lo resucitaban en sus momentos flacos.
‘’Oigan malogrados, nos hemos
embotado. Yo me rajo un pisco y ustedes retrucan ¿sale?, propuso Panduro, que a
la sazón era de zona tropical y sentía frio. ‘’! Sale vale!’’ corearon, ‘’pero
¿dónde?`` . ‘’Qué cosa, donde el Benicha de la tetería pues, por que me tiene
una deuda’’, rieron todos gastando una serie de bromas de tipo erótico inusual,
porque el aludido era un cholo toscamente cariñoso para los muchachos, especialmente
con quienes le mostraban aunque sea en foto sus genitales.
‘’No jodan, no es como piensan. El otro día
que le echamos unos tragos de Pisco me dijo: Niñu Panduro, disque tinis duru tu
isu? Muistrami ya ¿yo le di una patada porque se pasó de palabra y de mano’’ . Comentó
con algo de seriedad el aludido. En respuesta todos celebraron con más bromas.
Panduru aclaró que por esa actitud le sacaría los piscos que quisiera, pues si
se negaba le declararía ante los parroquianos, diciendo que el Benicha era un
marica.
Entre risas y palomillada
llegaron al pueblo y enrumbaron a la calle principal, en una de cuyas esquinas
ya pifiaba la tetera. ‘’! Que bueno, incluso ya hay tecito ¡sale caliente!’’,
se frotó las manos el ‘’choro’’ Aller. Presurosos se aproximaron al chiribitil,
pues sus barrigas aumentaban de volumen.
‘’! Y… doña Beni, como estás?- preguntó
bromeando uno de ellos. `` Ay, siñursitus, un mi digan así, puidin criir qui
suy mujier mis cliintis; tacau, Jisus! – retrucó el Beni con las manos en la
cintura y haciendo muecas especiales de coquetería, luego murmurò: ‘’fastidiu,
pur isu un quiru atindir aistus malcriadus, purqui sun atrividus, Jisus,
tacaù’’.
-¿Puedes atendernos? – reclamaron
casi en coro.
-! Aig,… pasin puis, istàn
paradus cumu cujurus! ¿Qui van tumar?- respondió amanerado.
-Danos… un pisco, el puro, dos
gaseosas, limón, jarra, vaso y cigarros, y cuanto quieres regalarnos…-
pidieron.
-¿Purqui un tuman ticitu? Con isu
si van trancar rápido y un van cumplir cun sus chicas…
-! Ya, ya, ya… sirve rápido, por
que no eres nuestra mujer para tanto lio. Además ya sabes… mmm- advirtió
Panduro.
Hicieron la mescla, una y otra y
otra más. El dueño no quiso atender más con el argumento que temprano viajaría
a comprar mercaderías, como disculpa ofreció atender al día siguiente hasta más tarde y si querían con todo.
El reloj de la iglesia marcó las
once de la noche y cada quien se despidió
para irse a sus habitaciones, pues vivían en calles apartadas. Todos
estaban ‘’picoteados’’ pero aún lúcidos. Lo habían pasado bien especialmente
con las bromas y el ‘’avión’’ de unos cigarrillos que le hicieron al Benicha.
‘’Choro’’ Aller se acompañó con
‘’Tipina’’, hasta cierta parte para luego cada quién coger la viada hacia sus
viviendas ‘’de puertas independientes’’.
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