miércoles, 4 de julio de 2012

                               LOS ARRIEROS DEL VALLE Y EL NINA KARRU (PARTE IV)
IV
EL NINAKARRU
Nikucha se acurrucó más junto a su padre, los demás se acurrucaron entre ellos y nerviosos fumaron sus cigarros…
-Takau tayta, ya nu nus cuintis, mi vuy a urinar…!
Su padre no escuchó:
-Y disqui- prosiguió Nicasio: cuando estaban durmiendo había caído rayos aquí mismito !roqhoqok, burumrumbum! Y cuando miramos, de allá debajo de la curva había empezado a pitear el ninacarru, alumbrando con fuego y haciendo bulla. Antes que digan !Jisus María Amín! Ya se estaba parando allasito, frente a nuestra cama, donde está la piedra del puquio.
-Tayta, ya nu cuintis, ya mistuy urinandu, -exclamó Nikucha, suplicando.
-! Upallay, manchali! (Cállate miedoso)- recriminó Marianucha y agregó- a mi también me estás contagiando miedo y todavía quiero salir, porque mi barriga está sonando.
-Medio temeroso, continuó entrecortado don Nicasio- Se había parau allí mismito, en el puquio y disque  encima del carro estaba la Benicha q’ala siki (poto pelado) bailando con el cura, el sacristán tocaba pito y bombo y los demonios les sobaban con sus colas de fuego- ¡Hum!-.
El silencio se hizo notorio, las respiraciones eran entrecortadas; Nicasio, sacando fuerzas para no quedar mal continuó…
-Ay caraju- ¡Hum!- la Benicha se había bajado y había llamado a mi tayta y a sus compadres, para que suban al carro; el padrecito catùlico, apustùlico, rumanu, también los había llamado: Hijos míos, así…¡Hum!...
-Ay caraju, yu un mi subiría por nadis- comentaron temblorosos los arrieros.
Tembloroso también prosiguió don Nicasio: pero mi tayta que era machasu, catulico, apustùlico, rumanu, se saca este escapulario de Mamacha Carmín, que me pongo por que me ha regalado cuando se moría, les muestra y les dice que se vayan al supay (diablo).
-Ya nadie se movía, respiraban temblorosos, mientras prosiguió Nicasio con esos mismos síntomas, pero un poco confortado por su escapulario:
-El ninacarru disque había apestado feyo, la Benicha sabia subidu y ardiendo había voladu il ninacarru hacia lus nivadus, mientras tantu disqui la chula cantaba:!ay, así es mi suerte por querer al cural!, el cura también lloraba !ay así  es mi suerte por querer a la Benicha! Y el sacristán decía: !ay así es mi suerte por acompañar al cura y ayudar a la Benicha!.
Los arrieros empezaron a rezar en voz baja: Padrinuistru… Amín…
Se  sintió un raro silencio. Nikucha ya estaba más remojado que en lluvia inferior.
Cantó por ahí un tuku y el qephqe o laikaq uman (cabeza del brujo) revoloteó graznando al ras de la choza.
Volvió a relampaguear en el negro horizonte y los truenos caían cada vez más cercanos. Las gotas de lluvia fueron llevadas por el viento que silbaba  hasta mitigar las brazas que aún mantenía el fogón, azotando también los cuerpos envueltos.
Los ecos de las montañas con el trueno movían hasta el piso. Ya nadie quería sacar sus manos para pitar el tabaco; sólo por entre las mantas se alcanzaban temblorosos  el odrecito de aguardiente. Sus ojos entrecerrados por el temor auscultaban disimuladamente por debajo de las alas de los sombreros clavados en sus cabezas repletas de ideas macabras… el temor les hizo su presa.
Por ahí u ratón friolento, provoco violenta e intempestivamente un ruido infernal entre las hojas secas… todos se estremecieron…
Nikucha gritó desorbitado !Tayta, ninacarru!. Todos callaron y posiblemente se mearon de susto. Es que cuando el muchacho, por la fuerza del miedo, asomó sus ojos bajo el sombrero pasó cerca de él una casual luciérnaga que en la oscuridad iluminaba todo - !Es el ninacarru caraju! !Apura tayta, caraju, saca numasia tu iscapulariu; está volviendo la Benicha, te va decir que subas al carru por que te pareces a mi abuelo, ¡apura tayta caraju! ¡Apuraaaa!..-
El viejo Nicasio, tembloroso, sin abrir los ojos siquiera, respondió que hace rato tiene en sus manos el escapulario, que está rezando y que no tenga miedo.
Se cubrieron totalmente, temblorosos, entre sudores, eructos y ventosidades logrando por fin conciliar el sueño; tal que ya ni sentían a las pulgas ni pikis que en el macabro momento también estaban alborotadas.
De pronto… relinchó un caballo, era el bayo preferido y todos despertaron sobresaltados, abrieron los ojos despavoridos, creyendo una nueva pesadilla, pero don Nicasio gritando les sacó del sueño:
¡Caraju! ¡Ya is biin di día! ¡Inti tayta ya está casi a la mitad! ¡Livantinsi, carguin las mulas, caraju! Si un  lligarimos a Calca y otra vis il ninacarru nus va pirsiguir!.
Apresurados cogieron sus cosas y, como sea; los cargaron…
! Mula caraju!- GRITO Nicasio- luego se refirió a ellos: ¡En otra vez no me pidan otro cuento! Por que yo también… me he orinado… creo…
Así, con los ojos profundos por la trasnochada, envueltos en olores muy cargados de aguardiente, tabaco, coca y orines, olvidando el desayuno avanzaron presurosos rumbo a Amparaes, allí pensaban almorzar donde su padrino don Jorge Pacheco, que además les compraría algunos productos.
Nikucha, ni se lavó la cara, por temor a la piedra donde se estacionó el ninacarru; pero dentro de si admiraban el valor de su padre, puesto que parecía el único que no se había mojado de susto.
Por todo ello le pidió a su  padre, que al llegar a Calca, antes de ir donde ‘’uman chapchi’’ (mueve cabeza), la ‘’paqay sapatu’’ (zapatos de pacae) o a tomar chicha donde ‘’lata punko’’ (puerta de lata), fueran primero donde el tayta cura doctor Enrique Andrade, para que les limosme varios escapularios de la Mamacha Carmen y les bendiga con sus manos de catùlicu, apustùlico y rumanu.
                                                                                                                                U.19 Octubre- 1,996 

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