LOS ARRIEROS DEL VALLE Y EL NINA KARRU (PARTE IV)
IV
EL NINAKARRU
Nikucha se acurrucó más junto a
su padre, los demás se acurrucaron entre ellos y nerviosos fumaron sus
cigarros…
-Takau tayta, ya nu nus cuintis,
mi vuy a urinar…!
Su padre no escuchó:
-Y disqui- prosiguió Nicasio:
cuando estaban durmiendo había caído rayos aquí mismito !roqhoqok, burumrumbum!
Y cuando miramos, de allá debajo de la curva había empezado a pitear el
ninacarru, alumbrando con fuego y haciendo bulla. Antes que digan !Jisus María Amín!
Ya se estaba parando allasito, frente a nuestra cama, donde está la piedra del
puquio.
-Tayta, ya nu cuintis, ya mistuy
urinandu, -exclamó Nikucha, suplicando.
-! Upallay, manchali! (Cállate
miedoso)- recriminó Marianucha y agregó- a mi también me estás contagiando
miedo y todavía quiero salir, porque mi barriga está sonando.
-Medio temeroso, continuó
entrecortado don Nicasio- Se había parau allí mismito, en el puquio y
disque encima del carro estaba la Benicha
q’ala siki (poto pelado) bailando con el cura, el sacristán tocaba pito y bombo
y los demonios les sobaban con sus colas de fuego- ¡Hum!-.
El silencio se hizo notorio, las
respiraciones eran entrecortadas; Nicasio, sacando fuerzas para no quedar mal continuó…
-Ay caraju- ¡Hum!- la Benicha se
había bajado y había llamado a mi tayta y a sus compadres, para que suban al
carro; el padrecito catùlico, apustùlico, rumanu, también los había llamado:
Hijos míos, así…¡Hum!...
-Ay caraju, yu un mi subiría por
nadis- comentaron temblorosos los arrieros.
Tembloroso también prosiguió don
Nicasio: pero mi tayta que era machasu, catulico, apustùlico, rumanu, se saca
este escapulario de Mamacha Carmín, que me pongo por que me ha regalado cuando
se moría, les muestra y les dice que se vayan al supay (diablo).
-Ya nadie se movía, respiraban
temblorosos, mientras prosiguió Nicasio con esos mismos síntomas, pero un poco
confortado por su escapulario:
-El ninacarru disque había
apestado feyo, la Benicha sabia subidu y ardiendo había voladu il ninacarru
hacia lus nivadus, mientras tantu disqui la chula cantaba:!ay, así es mi suerte
por querer al cural!, el cura también lloraba !ay así es mi suerte por querer a la Benicha! Y el sacristán
decía: !ay así es mi suerte por acompañar al cura y ayudar a la Benicha!.
Los arrieros empezaron a rezar en
voz baja: Padrinuistru… Amín…
Se sintió un raro silencio. Nikucha ya estaba más
remojado que en lluvia inferior.
Cantó por ahí un tuku y el qephqe
o laikaq uman (cabeza del brujo) revoloteó graznando al ras de la choza.
Volvió a relampaguear en el negro
horizonte y los truenos caían cada vez más cercanos. Las gotas de lluvia fueron
llevadas por el viento que silbaba hasta
mitigar las brazas que aún mantenía el fogón, azotando también los cuerpos
envueltos.
Los ecos de las montañas con el
trueno movían hasta el piso. Ya nadie quería sacar sus manos para pitar el
tabaco; sólo por entre las mantas se alcanzaban temblorosos el odrecito de aguardiente. Sus ojos
entrecerrados por el temor auscultaban disimuladamente por debajo de las alas
de los sombreros clavados en sus cabezas repletas de ideas macabras… el temor
les hizo su presa.
Por ahí u ratón friolento,
provoco violenta e intempestivamente un ruido infernal entre las hojas secas…
todos se estremecieron…
Nikucha gritó desorbitado !Tayta,
ninacarru!. Todos callaron y posiblemente se mearon de susto. Es que cuando el
muchacho, por la fuerza del miedo, asomó sus ojos bajo el sombrero pasó cerca
de él una casual luciérnaga que en la oscuridad iluminaba todo - !Es el
ninacarru caraju! !Apura tayta, caraju, saca numasia tu iscapulariu; está
volviendo la Benicha, te va decir que subas al carru por que te pareces a mi
abuelo, ¡apura tayta caraju! ¡Apuraaaa!..-
El viejo Nicasio, tembloroso, sin
abrir los ojos siquiera, respondió que hace rato tiene en sus manos el
escapulario, que está rezando y que no tenga miedo.
Se cubrieron totalmente,
temblorosos, entre sudores, eructos y ventosidades logrando por fin conciliar
el sueño; tal que ya ni sentían a las pulgas ni pikis que en el macabro momento
también estaban alborotadas.
De pronto… relinchó un caballo,
era el bayo preferido y todos despertaron sobresaltados, abrieron los ojos
despavoridos, creyendo una nueva pesadilla, pero don Nicasio gritando les sacó
del sueño:
¡Caraju! ¡Ya is biin di día! ¡Inti
tayta ya está casi a la mitad! ¡Livantinsi, carguin las mulas, caraju! Si
un lligarimos a Calca y otra vis il
ninacarru nus va pirsiguir!.
Apresurados cogieron sus cosas y,
como sea; los cargaron…
! Mula caraju!- GRITO Nicasio-
luego se refirió a ellos: ¡En otra vez no me pidan otro cuento! Por que yo
también… me he orinado… creo…
Así, con los ojos profundos por
la trasnochada, envueltos en olores muy cargados de aguardiente, tabaco, coca y
orines, olvidando el desayuno avanzaron presurosos rumbo a Amparaes, allí
pensaban almorzar donde su padrino don Jorge Pacheco, que además les compraría
algunos productos.
Nikucha, ni se lavó la cara, por
temor a la piedra donde se estacionó el ninacarru; pero dentro de si admiraban
el valor de su padre, puesto que parecía el único que no se había mojado de
susto.
Por todo ello le pidió a su padre, que al llegar a Calca, antes de ir
donde ‘’uman chapchi’’ (mueve cabeza), la ‘’paqay sapatu’’ (zapatos de pacae) o
a tomar chicha donde ‘’lata punko’’ (puerta de lata), fueran primero donde el
tayta cura doctor Enrique Andrade, para que les limosme varios escapularios de
la Mamacha Carmen y les bendiga con sus manos de catùlicu, apustùlico y rumanu.
U.19
Octubre- 1,996
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