lunes, 9 de julio de 2012


LA DESPEDIDA
II
LA ESCUELITA
La escuelita  estaba ubicada en la parte baja del cerro Mercedesniyoq, con el frontis al rio que pasa a trescientos metros. Su infraestructura de adobe, techo de calamina, estucado y pintado de color verde nilo, con un letrero tallado en piedra ‘’El pueblo lo hizo’’, tenia dos ambientes con piso de cemento y funcionaba la primaria completa.
El segundo ambiente, que albergaba a los niños de cuarto, quinto y sexto grados, estaba dividido con plásticos, para servir de vivienda a los docentes.
Estos tenían sus ‘’catres’’ acomodados de tablones sobre adobes, al igual que sus ‘’muebles’’, pues su exigua remuneración de hambre  impuesta por el burocrático Estado les imponía también una serie  de privaciones además de exigencias.
Su ambiente de ‘’cocina’’ era de ‘’millik’a’’, a treinta metros de distancia del local. Allí su fogoncito de piedras, otras piedras  como asientos y un tablón burdo como mesa; a unos metros, la delgada acequia que les proporcionaba a  chorros débiles el liquido vital, que de mayo  a finales de setiembre usualmente secaba por completo y había que acarrear agua desde el rio.
El Director, Aurelio, era muy joven, de cabellos y barbas bien crecidas por falta de peluqueros; por ellos todos pensaban que también era israelita. Su esposa María y menor hijo que por temporadas le visitaban, por lo duro del clima, le acompañaban por entonces. La docente auxiliar, Julia, a quien la comunidad le había contratado y por tanto le pagaba por atender a tres secciones, era una muchacha amiga de los anteriores, que sólo cuando estaba la esposa del director se trasladaba a la escuela para hacer olla común en la preparación de los alimento.
En aquella temporada, luego de la fiesta de Pentecostés, se convoco a una faena a los padres de familia para que refaccionen la acequia, limpien los accesos a la escuela, deshierben la chacra donde tenían cultivos de pan llevar y para realizar otros trabajos de necesidades  para el centro educativo. Acudieron todos los padres de familia e iniciaron con los trabajos distribuyéndose tareas. Por su parte las alumnas en grupos preparaban algo de refresco para sus padres. Paralelamente un grupo de alumnas israelitas preparaban por separado el refrigerio para los de su hermandad.
Todos participaron con entusiasmo en los trabajos,  de manera que al medio día ya la jornada había concluido. Los israelitas se sentaron en círculo bajo los cafetos, oraron y luego se dispusieron  a almorzar. Francisca le sirvió  ensalada  de palta con yucas y abundante refresco. Era la mayor de varias hermanas, muchacha de dieciocho años que concluía sus estudios en la escuela. Muy cuidadosa en su manera de ser, aseada, estudiosa y correcta. Gozaba del aprecio general en la escuela y comunidad, Se ganaba algunas bromas por lo gordita que era. Tenia la costumbre de guardar algo de comida del plan de alimentación en bandejas de plástico, tanto en  la caja de su carpeta como dentro de una olla que a propósito quedaba junto a su carpeta al final de salón, de los que a escondidas por momentos  consumía un bocado alternando con sus tareas. Su carpeta limitaba con la cortina de la vivienda de los profes, y junto a ella todo el mensaje de la escuela que estaba a su cargo, pues era quien organizaba la preparación y distribución  de los alimentos a los niños; tarea que cumplía con mucha dedicación y cariño.

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