lunes, 18 de junio de 2012


PAUKARTAMPU Y LA ÑUSTA PETRIFICADA
En la cautivante y hermosa comarca de Pisaq radicaba un cacique  llamado Orqo Inkiltupa, quien tenía buenas extensiones de tierras en Amaru, Paruparu y parte de Coya y Taray. Para suerte suya su esposa alumbró una bellísima niña llamada K’antu (flor sagrada). Ella se había convertido en la adoración de su progenitor; y _ como era engreída_ la rodeó de todas las comodidades hasta que llegó a la hermosa edad de la adolescencia.
Orqo Inkiltupa _al ver que su hija tenia un hermoso cuerpo y un semblante cuya belleza no tenia paragón  en la zona_ comenzó a soñar que K’antu debía contraer nupcias con el hijo del inka Yawar Wakaq y así ligarse a la nobleza del imperio de los inkas. El cacique solía viajar a la urbe imperial, cruzando el rio Vilcanota por un vado, con la finalidad de relacionarse y relacionar a K’antu con los vástagos  del emperador cusqueño.
En cierta ocasión se presentó en la puerta del palacio del cacique Orqo Inquiltupa un joven apuesto y extraño llamado Tampu quien traía de la selva animales, armas como flechas de chonta, así como frutos exóticos y bebidas desconocidas en estas tierras. Tampu estaba vestido a la usanza de la selva: una falda cubría su cuerpo, llevaba en la espalda una larga tela roja, su frente estaba coronada con algunas plumas de bellísimos colores vivos. Pero , lo que más llamaba la atención era el chumpi (correa) que rodeaba su cintura, un tejido fino de colores, adornado con figuras exóticas.
Después de platicar un largo rato, el recién llegado solicitó al cacique que le conceda la mano de su hija K’antu; Inkiltupa le respondió:
_Pues se quieres a mi hija como esposa construye un puente sobre el rio Wilkamayu para que ella pueda cruzarlo a pie y de esta manera pueda viajar a la ciudad sagrada del Qosqo, pero eso si, tendrás que construirlo en tan sólo un día. _ El planteamiento del cacique era un imposible para un ser humano. Al escucharlo Tampu casi se desmaya pero tuvo el valor de decir.
_¡Oh gran cacique de Pisaq, dadme un mes de plazo para que pueda construir el puente!
_¡Esta bien! _dijo el cacique.
Tampu, salió del palacio –después de despedirse del cacique Orqo Inkiltupa_ con el firme deseo de conseguir de su cacicazgo trabajadores y material; parte  de estos hombres vendrían hacia Pisaq para preparar y acarrear el material lítico, el resto traerían el maderamen y soguillas de las profundidades de la selva para construir el puente soñado.
Tampu, antes de emprender el trabajo, se arrodilló al pie de la sagrada montaña de Pachatusàn y solicito su apoyo ofrendándole un caimán de la selva y una porción de coca.
En seguida, Tampu empezó  con la construcción. Mucha gente llegó arrastrando las moras _soguillas vegetales_. Otro grupo cavó cuatro profundos hoyos para colocar después en ellos las bases del puente. El pretendiente sudaba a mares, no había cuando se culminé el cavado de los hoyos y, para colmo, se encontraron gigantes roquedales dentro de la tierra, faltaba además trasladar los pedrones y luego levantar  los cuatro muros. Cuando Tampu intentó empujar el primer pedròn no pudo siquiera moverlo. Con todo esto se desesperó puesto que le quedaban contados días de plazo.
El cacique Orqo Inkiltupa desde su palacio miraba con escepticismo la construcción del puente. Sabia que Tampu  no lograría su objetivo en un solo mes; puesto que el mismo, en  varias oportunidades aún con el apoyo de otros cacicazgos, había intentado construir el puente sobre el Wilkamayu y no lo había conseguido; la riada de las aguas del rio sagrado con sus gigantes oleadas terminaban siempre desgastando las bases y el puente nunca terminaba de construirse. Por tal razón Orqo Inkiltupa estaba seguro que su adorada hija K’antu pronto contraería nupcias con el segundo hijo del inka Yawar  Wakaq, además  porque entre ella y el hijo del inka había algo más que amistad.
El cacique Orqo Inkiltupa al ver que Tampu le ganaba el tiempo, se reía a carcajadas como mofándose del atrevimiento del pretendiente.
A pesar de todo ello, la figura monumental  y tez hermosa de K’antu se había apoderado definitivamente del corazón de Tampu. Éste, importante de construir el puente porque le faltaban contados días y viendo que sus pretensiones se derrumbaba, se puso a llorar; sin embargo  _como último recurso _ mirando a la montaña de pachatusàn  (deidad: sostén del universo) con el  corazón en la mano le imploró que le ayude a construir el soñado puente. Y así fue que Alkamaru (ave sagrada) se posò en una rama de una arboleda de sauco, picoteó un fruto rojo y carnoso y dijo:
_Tampu, el dios  pachatusàn se ha compadecido de tu situación, él me envía para ayudarte.
_Gracias por el mensaje, hermosa avecilla.
_Baja al hoyo, cuando refugiarte échele agua _dijo el ave.
Ciertamente, el joven Tampu descendió a pasos agigantados a la orilla del rio. El ave voló hasta cierta altura, luego comenzó a mantenerse en el aire y vomitar de su buche arenillas, las cuales al hacer hacia la tierra comenzaron a tomar cuerpo hasta convertirse en inmensos pedrones. Tampu con una poroña sacaba el agua del rio luego la echaba a los pedrones, el líquido se iba convirtiendo en un material ligozo. En poco tiempo se formaron los cuatro sólidos muros de contención del puente, después de este hecho la avecilla habló:
_Tampu, desátate tu chumpi.
El pretendiente de Kàntu, de inmediato se desató y entregó la correa; en un santiamén el ave sagrada deshilo con su pico el  chumpi, lo cogió con sus patitas finas, voló a la otra orilla jalando los hilos del chumpi los que se fueron convirtiendo en gruesas cuerdas. En otro santiamén el puente ya tenía tezadores en los cuatro estribos. La avecilla después que culminó con esta tarea le dijo:
_Tampu, anda al palacio del cacique Orqo Inkiltupa,  con la seguridad que pronto la doncella Kàntu se convirtiria en su esposa. Después de una larga caminata el pretendiente llegó hasta el palacio del cacique. Tocó la tosca puerta del palacio, salió un anciano y le dijo:
_Wiraqocha, hace unos instantes el cacique juntamente que su hija han partido a la ciudad del Qosqo invitados por el soberano Yawar Wakaq.
Tampu, muy preocupado y desesperado corrió tratando de alcanzar al cacique Orqo Inkiltupa y a su amada K’antu. Cuando cruzaba el nuevo puente, que había construido con Alkamaru, divisó que el  cacique y su hija ya estaban a cierta altura de la montaña. Tampu comenzó a gritar:
_¡Wiraqocha (señor), ya està construido el puente, por favor cumple tu palabra y entrégame a tu bella hija!
Pero, el cacique Orqo Inkiltupa y su hija, sin hacer caso de estas súplicas, seguían escalando el cerro.
Tampu, por su parte, llorando de amor, continuaba ascendiendo tras su amada y como estaba en plena juventud corría agrandes zancadas. El cacique, al ver que el pretendiente de su hija se aproximaba, decidió empujar pedrones para que rodaran cerro abajo como galgas y terminen aplastando a Tampu. Este hábilmente los fue esquivando hasta que finalmente uno de ellos, el más, inmenso cayó sobre su frágil cuerpo, matándolo al instante.
Cuando el cacique Orqo Inkiltupa, después de liquidar a Tampu, decidió alcanzar a su hermosa hija, súbitamente se le apareció un gigante monolito con una figura muy semejante a K’antu. El cacique se dio cuenta que su hija ya no tenia vida, sino, se había convertido en una enorme roca, entonces de pura decepción decidió lanzarse a un precipicio.
Del  cuerpo de Tampu nacieron decenas de  aves, llamadas paukares, quienes se dirigieron a las espaldas de la laguna Kinsaqocha buscando un lugar donde poblar. A este sitio los hombres llamaron Paukartambo que viene  a ser lugar de aves selváticas.
Aún hoy existen las bases del puente de Pisaq, el monolito _la ñusta petrificada_ y el pueblo de Paukartambo en  memoria de aquellos acontecimientos amorosos.

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