viernes, 15 de junio de 2012

ORIGEN DEL AGUA, DEL HOMBRE Y DE LA KIWICHA
En los tiempos remotísimos, cuando el dios Sol recorría lentamente por el inmenso espacio sideral alumbrando con su poderos luz, divisó con sus ojos gigantes a la tierra,  pero  con mucha consideración; porque  en la tierra, solamente, aparecían montañas, quebradas, desiertos de color ocre. El, dijo: hablando para si mismo ¡Tú tierra no puedes permanecer toda la vida así! Y en efecto, escupió con  dirección a la tierra, esta saliva se convirtió en gran cantidad de agua, que descendió en forma de cataratas desde el cielo hasta la tierra llenando los inmensos hoyos y formando, de esta manera, mares, los ríos y lagunas.
La llegada del agua a la tierra creó una gran convulsión porque el mar, los ríos y las lagunas entraron en movimiento. De pronto surgieron, no solamente, las lluvias, granizadas y nevados; sino, también, aparecieron truenos y rayos. La faz de la tierra comenzó a sufrir cambios climatológicos  al surgir  nuevos colores como el azul del mar, las nubes blancas, los vientos incoloros, que soplaban en diferentes direcciones.
 Después de muchos años, surgieron en el semblante hermoso de la tierra las plantas verdes ¿Acaso en la saliva del dios Inti habían llegado gérmenes de vida desde el lejano Hanaq Pacha? Después de muchos años, emergieron animales voladores subterráneos, acuáticos y terráqueos
Un día, el dios Inti, mirando la extraordinaria belleza de la tierra volvió a pensar en alta voz y dijo: ¿Por qué no envió a mi estirpe para que la pueda poblar? Y el Sol arranchó un  pedazo de carne de su gruesa pierna y la lanzó en dirección a la tierra, pero este pedazo de carne se convirtió  en una hermosa ave, que descendió hacia la tierra. Ella, desde mucha altura, buscó un sitio para posarse. De pronto, sus ojos divisaron las portentosas figuras de las montañas: Waskaràn, Ausangate, Chikòn y Salkantay; pero lo que  más le impresionó fue la figura de la montaña Waskaràn.
El ave después de dar vueltas y vueltas por el espacio infinito, por fin, determinó posarse en la cumbre de la montaña Waskaràn. Ella después de pisar tierra, al instante se convirtió en la figura de su padre Sol. Él, luego de respirar un aire agradable observó en todas direcciones llegando a sus ojos las figuras de las lagunas de Llaganuco, Alpamayo y Queroqocha, también llegaron a sus ojos las cordilleras Blanca y Negra. El serpentear del rio Santa, le fascinó; el Cañón del Pato, le hechizó; finalmente le agradaron la cantidad de vegetación del valle de Huaraz y el rio Marañon.
Después de esta fabulosa impresión, el hijo del dios Sol descendió hacia la gran cuenca de Huaraz, chocando con gran cantidad de animales de toda especie. Luego de un largo peregrinaje llegó a las aguas termales de Chancos, en cuyo lugar tomó un baño reconfortante luego de tanto tiempo de viaje. Después de un descanso recuperador _en la zona de Chavín_ en agradecimiento y memoria a su padre Sol se puso a tallar en una gran roca ¡un lanzón monolítico!
Pasó el tiempo y al hijo del dios Sol, la soledad le comenzó a castigar; entonces determinó juntarse en las orillas del rio Marañon; entonces con unas manadas de osos. Luego de una larga convivencia, una hembra de estos animales se encontraba preñada, pero del hijo del dios Sol. Después de algunos meses del alumbramiento del niño, El hijo del dios Sol se convenció de que su hijo no tenía talento, tampoco un lenguaje para poder platicar. Él se encontraba sumamente preocupado, pero un día determinó viajar hacia le cielo a pedir consejos a su madre Luna. En efecto, después de ascender hasta la punta de la montaña Waskaràn, de pronto, le salieron dos alas con las que despegó hacia el cielo. La osa seguía prodigando a su hijo con mucho cariño y se desvivía consiguiendo sus alimentos del monte.
Después de un largo viaje, por fin, llegó del cielo el hijo del Sol trayendo en su buche gran cantidad de unos pequeños granos llamados Kiwicha, luego, que se convirtió en la figura de su padre, regurgitó todo este producto y esparció por el espacio. Después de juntarse con su pareja e hijo se trasladó al callejón de Waylas, en cuyo lugar se alimentó de este fruto del cielo. Después de muchos años el nieto del dios Sol de humanizó como resultado del alimento que había consumido. Él tuvo otros hermanos más, y con el tiempo, estos hombres se organizaron formando la primera gran cultura andina llamada Chavín.
El consumo del la Kiwicha, el fruto del cielo, alguna vez fue prohibido por los españoles porque consideraban que era que era un fruto diabólico; sin embargo, la generación actual ha reivindicado a este sagrado fruto. Por eso esperamos  de los nuevos hombres, frutos portentosos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario