ORIGEN DEL AGUA, DEL
HOMBRE Y DE LA KIWICHA
En los tiempos remotísimos, cuando el dios Sol recorría
lentamente por el inmenso espacio sideral alumbrando con su poderos luz, divisó
con sus ojos gigantes a la tierra, pero con mucha consideración; porque en la tierra, solamente, aparecían montañas,
quebradas, desiertos de color ocre. El, dijo: hablando para si mismo ¡Tú tierra
no puedes permanecer toda la vida así! Y en efecto, escupió con dirección a la tierra, esta saliva se convirtió
en gran cantidad de agua, que descendió en forma de cataratas desde el cielo
hasta la tierra llenando los inmensos hoyos y formando, de esta manera, mares,
los ríos y lagunas.
La llegada del agua a la tierra creó una gran convulsión
porque el mar, los ríos y las lagunas entraron en movimiento. De pronto
surgieron, no solamente, las lluvias, granizadas y nevados; sino, también,
aparecieron truenos y rayos. La faz de la tierra comenzó a sufrir cambios climatológicos
al surgir nuevos colores como el azul del mar, las
nubes blancas, los vientos incoloros, que soplaban en diferentes direcciones.
Después de muchos
años, surgieron en el semblante hermoso de la tierra las plantas verdes ¿Acaso
en la saliva del dios Inti habían llegado gérmenes de vida desde el lejano
Hanaq Pacha? Después de muchos años, emergieron animales voladores subterráneos,
acuáticos y terráqueos
Un día, el dios Inti, mirando la extraordinaria belleza de
la tierra volvió a pensar en alta voz y dijo: ¿Por qué no envió a mi estirpe
para que la pueda poblar? Y el Sol arranchó un
pedazo de carne de su gruesa pierna y la lanzó en dirección a la tierra,
pero este pedazo de carne se convirtió en una hermosa ave, que descendió hacia la
tierra. Ella, desde mucha altura, buscó un sitio para posarse. De pronto, sus
ojos divisaron las portentosas figuras de las montañas: Waskaràn, Ausangate,
Chikòn y Salkantay; pero lo que más le impresionó
fue la figura de la montaña Waskaràn.
El ave después de dar vueltas y vueltas por el espacio
infinito, por fin, determinó posarse en la cumbre de la montaña Waskaràn. Ella después
de pisar tierra, al instante se convirtió en la figura de su padre Sol. Él,
luego de respirar un aire agradable observó en todas direcciones llegando a sus
ojos las figuras de las lagunas de Llaganuco, Alpamayo y Queroqocha, también llegaron
a sus ojos las cordilleras Blanca y Negra. El serpentear del rio Santa, le fascinó;
el Cañón del Pato, le hechizó; finalmente le agradaron la cantidad de vegetación
del valle de Huaraz y el rio Marañon.
Después de esta fabulosa impresión, el hijo del dios Sol descendió
hacia la gran cuenca de Huaraz, chocando con gran cantidad de animales de toda
especie. Luego de un largo peregrinaje llegó a las aguas termales de Chancos,
en cuyo lugar tomó un baño reconfortante luego de tanto tiempo de viaje. Después
de un descanso recuperador _en la zona de Chavín_ en agradecimiento y memoria a
su padre Sol se puso a tallar en una gran roca ¡un lanzón monolítico!
Pasó el tiempo y al hijo del dios Sol, la soledad le comenzó
a castigar; entonces determinó juntarse en las orillas del rio Marañon;
entonces con unas manadas de osos. Luego de una larga convivencia, una hembra
de estos animales se encontraba preñada, pero del hijo del dios Sol. Después de
algunos meses del alumbramiento del niño, El hijo del dios Sol se convenció de
que su hijo no tenía talento, tampoco un lenguaje para poder platicar. Él se
encontraba sumamente preocupado, pero un día determinó viajar hacia le cielo a
pedir consejos a su madre Luna. En efecto, después de ascender hasta la punta
de la montaña Waskaràn, de pronto, le salieron dos alas con las que despegó
hacia el cielo. La osa seguía prodigando a su hijo con mucho cariño y se desvivía
consiguiendo sus alimentos del monte.
Después de un largo viaje, por fin, llegó del cielo el hijo
del Sol trayendo en su buche gran cantidad de unos pequeños granos llamados
Kiwicha, luego, que se convirtió en la figura de su padre, regurgitó todo este
producto y esparció por el espacio. Después de juntarse con su pareja e hijo se
trasladó al callejón de Waylas, en cuyo lugar se alimentó de este fruto del
cielo. Después de muchos años el nieto del dios Sol de humanizó como resultado
del alimento que había consumido. Él tuvo otros hermanos más, y con el tiempo,
estos hombres se organizaron formando la primera gran cultura andina llamada Chavín.
El consumo del la Kiwicha, el fruto del cielo, alguna vez
fue prohibido por los españoles porque consideraban que era que era un fruto diabólico;
sin embargo, la generación actual ha reivindicado a este sagrado fruto. Por eso
esperamos de los nuevos hombres, frutos
portentosos.

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