lunes, 25 de junio de 2012


                                        LA AGONÍA DEL MAÍZ
 
La llegada del tiempo  del sembrío de maíz es motivo de mucha preocupación  para los agricultores. Ellos deben pensar, no solamente en el riego, en las herramientas, yuntas de ganado, semillas, en la peonada, en alimentos y chicha para toda la gente que se ocupará de estos menesteres, sino,, también, en proteger los cercos de los terrenos, con espinos traídos desde las altas montañas. Fuera de todo eso, también, tienen que pensar en cantonear los terrenos con picos, palas y rastrillos a fin de eliminar la maleza y el rastrojo.
Por su parte don Pedro, con días de anticipación, preparó el guano de corral que  será trasladado a los labrantíos a lomo de mulas y de nobles burritos. Con  la llegada de la siembra de maíz,  su casa se ha convertido en un lugar de ¡fiesta alegría! En efecto desde  las primeras horas de la mañana, los trabajadores llegan al bohío de don Pedro, cargados de yugos, arados, rejas y arreando las yuntas de ganado. Doña Cleofè, conforme van llegando, les invita a acomodarse  en el patio, en asientos preparados para el efecto, y desde la cocina les convida platos de sopa de trigophata
(trigo reventado) que contienen además buenos pedazos de qhuchi  q’ara (cuero de marrano) y tajadas de rocoto. Los recién llegados ávidamente  saborean  el agradable potaje que luego asientan con algunos caporales de chicha.
Así se inicia la faena. Los agricultores se organizan, se distribuyen las tareas por especialidades  y comienzan a roturar la tierra con la ayuda de las yuntas de ganado. El gañán, es el eje fundamental en la  siembra, el resto de los trabajadores se ocupa de labores complementarias como abonar la tierra y distribuir semilla. En el campo se escucha solamente la voz imperativa del gañán:
_ ¡Vamos maestro! ¡Trabaja toro para que comas!
Culmina la faena con el rastrillar la chacra. Seguidamente los agricultores se agrupan debajo de un frondoso árbol de capulí para continuar la fiesta agraria.  Como reconocimiento  a su labor se les sirve la merienda, plato que consta de cinco guisos diferentes, a la cual más  agradables; incluye un buen trozo  de cuy asado y una tortilla. Luego,  de que todos disfrutaron el potaje y bebieron algunos vasos caporales de rica chicha, el gañán  da inicio al contrapunto de canciones interpretando, acompañado de su gente, la siguiente canción:
‘’Señor  San Isidro Labrador
con tu reja de oro,
 con tu arado de plata
he sembrado el maíz.’’
Al escuchar, desde  otra chacra vecina que está más allá , otro grupo de agricultores responden con nuevas canciones. Así la fiesta agraria se esparce por toda la zona de Parobamba.
Una mañana después,, de concluida la siembra, don Pedro frecuenta su chacra por observar los primeros brotes de maíz. Esta vez, luego de haberlo intentado muchos años, él quiere  secar la mejor cosecha de la región y llenar de tope su troje. El maíz cosechado, se destinará, principalmente, al consumo de la familia, trasformando en chicha, sopa, cancha, y, si resta, podrá hacer trueques con papas, ollucos y maswa, en Rajchi y Chinchero.
Brotaron las primeras hojitas del maíz, alas que le siguieron sus robustos tallitos; el labriego sintió una inmensa satisfacción. La chacra se llenó de un verdor fresco, delicado y, además, no encontró al temido silwi, que es una plaga que mutila el tallo de estas platas. Muy contento recorrió de cabo a rabo su propiedad, levantando los terrones que no dejaban brotar a las plántulas que aún estaban dentro de la tierra.
Don Pedro soñaba con su maizal pensando que sus hijos no solo gozarían de los choclos, que es el fruto del maíz, sino también del wiro que es el tallo de esta planta, que tiene aspecto de caña. Los chicos  masticarían y chuparían wiro día y noche hasta que se cansen sus mandíbulas, hasta que se orinen en la cama y se harten, de su dulzura.
Después de cierto tiempo, llego el momento aporcar el maíz. Nuevamente, el dueño contrató a sus amistades y familiares para esta tarea, pero tendrían que hacerlo en tutapay, es decir cuando este empezando a amanecer, cuando todavía esté de noche. Así lo hicieron los labriegos. abrieron  profundos surcos con sus lampas y cubrieron cada planta con una buena porción de tierra para que pueda resistir y sostenerse en pie cuando llegasen los vientos que suelen atacar la zona.
Pero, la inesperadamente una enfermedad desconocida, se  apoderó de don Pedro y éste visito a los curanderos de la zona para que le medicinen, pero sin éxito. Mientras estuvo enfermo descuido de sus quehaceres agrícolas; durante este tiempo, la maleza cubrió sus   labrantíos. Cuando las plántulas  de maíz habían llegado a la edad de tener su fruto, tenían una pesada carga en sus penachos y hojas­ _¿Qué había pasado?_ Muy cerca  de ellas se había desarrollado el wilko, una maleza trepadora, que se enredó en las hojas del maíz quitándole , no solamente la luz y la claridad, sino también su alimento, el abono que puso don Pedro al sembrarla y aporcarla.
El wilko, sin casa, se había convertido en dueño de casa al crecer junto al maíz. Cierto día, cuentan que ocurrió un hecho prodigioso, el maíz o sara vio que por sus pies saltaba un sapo. La  planta le habló al batracio  con voz suplicatoria:
_Sapito lindo quiero preguntarte.
El batracio al escuchar la voz del maíz levantó su cabeza, luego, de engullir una porción de saliva, contestó:
_Si maicito, ¿qué quieres preguntarme?
_ ¿Acaso has visto a mi padre? _preguntó el maíz; el sapo se aproximó un poco más al bajío de la sara y le respondió:
_Maicito, a tu padre no lo he visto, pero si vi a los padres de los otros maizales, quienes están fumigando sus chacras para eliminar la maleza que les ha invadido.
_Sapito lindo, pero por casualidad no sabes ¿dónde está mi padre? Hace tiempo que no tomo una gota de agua, desde el momento en que mi padre dejó de visitarme.
_Qué pena maicito. ¿te estarás muriendo de sed?
_Así es sapito, solamente en las noches aprovechó el sereno. Sapito se mi padre no dejaría que me muera de sed, él me regaría; tampoco, hubiera permitido que este wilko cabalgue sobre mi tallo. Este maldito me está debilitando, ahogando, ya no puedo soportar el peso de esta maleza.
De pronto se escuchó una risa sardónica, era el wilko, quien habló así:
_Maíz, qué zonzo eres, escucha: tu padre hace tiempo ha muerto, por eso ya no viene a visitarte.
_ ¿Como sabes? ¿Acaso sabes caminar? _replicó colérica la sara.
_Yo si sé, porque mi padre me contó que él se ha cabalgado sobre la tumba de tu padre.
_No lo creo.
_Allá tú  sino me crees. Los años anteriores, tu padre con su lampa e ichuna mataba no solamente a mis hermanos mayores sino también a mis primos y tíos. Ahora me toca ahogarte  con mi brazo, ahora si, no tienes salvación – sentenció el wilko.
El maíz quiso deshacerse del wilko, se sacudió y se sacudió  pero ya no tenia  suficiente fuerza, En aquel momento quería tener brazos y manos, para destrozar a esta plaga, y también pies para ir donde sus padre, pero desafortunadamente  la naturaleza no le había dotado de tales extremidades. Después de tragar una porción  de savia amarga habló:
_Sapito, quiero pedirte un favor.
_¿Qué favor? _dijo el batracio.
_Quiero que vayas donde mi padre y le cuentes sobre mi situación.
_Discúlpame maicito, eso si que no puedo ¿sabes por qué? Ya te he dicho, que todos los dueños han fumigado sus chacras, a causa de ellos los surcos contiguos están envenenando, si voy en estas circunstancias estoy seguro que fenezco atosigado.
_Comprendo sapito ¿ahora qué hago?
_ No  sé maicito, pero si he venido aquí es porque quiero refugiarme bajo tu sombra y de esta manera salvarme de morir.
La sequia, seguía avanzando en la zona. De pronto en el penacho del maíz _aprovechando los tallos y hojas del wilko_ anidó un pajarillo. El maíz con esta carga más se despertó y pensó:
_Viendo todo este follaje, se vendrán otros y otros bichos a atacarme y también atacarán al adorado hijo que está creciendo en mis entrañas.
El maíz se puso a llorar por su desgracia. Su único consuelo era el sapo que permanecía a sus pies, durante el día, mientras que en  la noche se desplazaba de surco buscando alimento pero también, para mala suerte del batracio, hasta los animalillos  que le servían de comida habían sido arrasados por la fumigación.
Para colmo de sus males el maíz percibió que sus hojas largas y débiles se estaban llenado de diminutos pulgones, que le chupaban su savia. Por última vez, le habló a su amigo sapo:
_Sapito ¡Qué hago! Por favor dame un consejo ¿Cómo puedo eliminar a los pulgones?
_Maicito, la única manera de matar a los pulgones es con las lluvias del cielo y como ellas no quieren venir.
_Sapito, si los pulgones van a seguir chupando mi sangre, mi hijo nacerá muy débil.
_Así es maicito.
Poco después el maíz, por la misma debilidad, se había dormido un largo rato, cuando despertó percibió  que en la cabellera rubia de su vástago, una mariposa nocturna había depositado sus hueveras, La sara casi se muere de impresión ¡Porque sabia que pronto estas hueveras reventarían y se convertirían en enormes larvas de jutuscuro, las cuales, después, abrirían orificios para penetrar en el corazón  frágil de su descendiente!
Y llegó el trágico día en el que el maíz agonizaba, viendo que su vástago _continuación de su existencia grano por grano estaba siendo devorado por el jutuscuro.
Y don Pedro, el labriego no alcanzó a llegar.


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