LA AGONÍA DEL MAÍZ
La llegada del tiempo
del sembrío de maíz es motivo de mucha preocupación para los agricultores. Ellos deben pensar, no
solamente en el riego, en las herramientas, yuntas de ganado, semillas, en la
peonada, en alimentos y chicha para toda la gente que se ocupará de estos
menesteres, sino,, también, en proteger los cercos de los terrenos, con espinos
traídos desde las altas montañas. Fuera de todo eso, también, tienen que pensar
en cantonear los terrenos con picos, palas y rastrillos a fin de eliminar la
maleza y el rastrojo.
Por su parte don Pedro, con días de anticipación, preparó el
guano de corral que será trasladado a
los labrantíos a lomo de mulas y de nobles burritos. Con la llegada de la siembra de maíz, su casa se ha convertido en un lugar de
¡fiesta alegría! En efecto desde las
primeras horas de la mañana, los trabajadores llegan al bohío de don Pedro,
cargados de yugos, arados, rejas y arreando las yuntas de ganado. Doña Cleofè,
conforme van llegando, les invita a acomodarse
en el patio, en asientos preparados para el efecto, y desde la cocina
les convida platos de sopa de trigophata
(trigo reventado) que contienen además buenos pedazos de
qhuchi q’ara (cuero de marrano) y
tajadas de rocoto. Los recién llegados ávidamente saborean
el agradable potaje que luego asientan con algunos caporales de chicha.
Así se inicia la faena. Los agricultores se organizan, se
distribuyen las tareas por especialidades
y comienzan a roturar la tierra con la ayuda de las yuntas de ganado. El
gañán, es el eje fundamental en la siembra, el resto de los trabajadores se ocupa
de labores complementarias como abonar la tierra y distribuir semilla. En el
campo se escucha solamente la voz imperativa del gañán:
_ ¡Vamos maestro! ¡Trabaja toro para que comas!
Culmina la faena con el rastrillar la chacra. Seguidamente
los agricultores se agrupan debajo de un frondoso árbol de capulí para
continuar la fiesta agraria. Como
reconocimiento a su labor se les sirve
la merienda, plato que consta de cinco guisos diferentes, a la cual más agradables; incluye un buen trozo de cuy asado y una tortilla. Luego, de que todos disfrutaron el potaje y bebieron
algunos vasos caporales de rica chicha, el gañán da inicio al contrapunto de canciones
interpretando, acompañado de su gente, la siguiente canción:
‘’Señor San Isidro
Labrador
con tu reja de oro,
con tu arado de plata
he sembrado el maíz.’’
Al escuchar, desde
otra chacra vecina que está más allá , otro grupo de agricultores
responden con nuevas canciones. Así la fiesta agraria se esparce por toda la
zona de Parobamba.
Una mañana después,, de concluida la siembra, don Pedro
frecuenta su chacra por observar los primeros brotes de maíz. Esta vez, luego
de haberlo intentado muchos años, él quiere
secar la mejor cosecha de la región y llenar de tope su troje. El maíz
cosechado, se destinará, principalmente, al consumo de la familia, trasformando
en chicha, sopa, cancha, y, si resta, podrá hacer trueques con papas, ollucos y
maswa, en Rajchi y Chinchero.
Brotaron las primeras hojitas del maíz, alas que le
siguieron sus robustos tallitos; el labriego sintió una inmensa satisfacción.
La chacra se llenó de un verdor fresco, delicado y, además, no encontró al
temido silwi, que es una plaga que mutila el tallo de estas platas. Muy
contento recorrió de cabo a rabo su propiedad, levantando los terrones que no
dejaban brotar a las plántulas que aún estaban dentro de la tierra.
Don Pedro soñaba con su maizal pensando que sus hijos no
solo gozarían de los choclos, que es el fruto del maíz, sino también del wiro
que es el tallo de esta planta, que tiene aspecto de caña. Los chicos masticarían y chuparían wiro día y noche
hasta que se cansen sus mandíbulas, hasta que se orinen en la cama y se harten,
de su dulzura.
Después de cierto tiempo, llego el momento aporcar el maíz.
Nuevamente, el dueño contrató a sus amistades y familiares para esta tarea,
pero tendrían que hacerlo en tutapay, es decir cuando este empezando a
amanecer, cuando todavía esté de noche. Así lo hicieron los labriegos.
abrieron profundos surcos con sus lampas
y cubrieron cada planta con una buena porción de tierra para que pueda resistir
y sostenerse en pie cuando llegasen los vientos que suelen atacar la zona.
Pero, la inesperadamente una enfermedad desconocida, se apoderó de don Pedro y éste visito a los curanderos
de la zona para que le medicinen, pero sin éxito. Mientras estuvo enfermo
descuido de sus quehaceres agrícolas; durante este tiempo, la maleza cubrió
sus labrantíos. Cuando las plántulas de maíz habían llegado a la edad de tener su
fruto, tenían una pesada carga en sus penachos y hojas _¿Qué había pasado?_
Muy cerca de ellas se había desarrollado
el wilko, una maleza trepadora, que se enredó en las hojas del maíz quitándole
, no solamente la luz y la claridad, sino también su alimento, el abono que
puso don Pedro al sembrarla y aporcarla.
El wilko, sin casa, se había convertido en dueño de casa al
crecer junto al maíz. Cierto día, cuentan que ocurrió un hecho prodigioso, el
maíz o sara vio que por sus pies saltaba un sapo. La planta le habló al batracio con voz suplicatoria:
_Sapito lindo quiero preguntarte.
El batracio al escuchar la voz del maíz levantó su cabeza,
luego, de engullir una porción de saliva, contestó:
_Si maicito, ¿qué quieres preguntarme?
_ ¿Acaso has visto a mi padre? _preguntó el maíz; el sapo se
aproximó un poco más al bajío de la sara y le respondió:
_Maicito, a tu padre no lo he visto, pero si vi a los padres
de los otros maizales, quienes están fumigando sus chacras para eliminar la
maleza que les ha invadido.
_Sapito lindo, pero por casualidad no sabes ¿dónde está mi
padre? Hace tiempo que no tomo una gota de agua, desde el momento en que mi
padre dejó de visitarme.
_Qué pena maicito. ¿te estarás muriendo de sed?
_Así es sapito, solamente en las noches aprovechó el sereno.
Sapito se mi padre no dejaría que me muera de sed, él me regaría; tampoco,
hubiera permitido que este wilko cabalgue sobre mi tallo. Este maldito me está
debilitando, ahogando, ya no puedo soportar el peso de esta maleza.
De pronto se escuchó una risa sardónica, era el wilko, quien
habló así:
_Maíz, qué zonzo eres, escucha: tu padre hace tiempo ha
muerto, por eso ya no viene a visitarte.
_ ¿Como sabes? ¿Acaso sabes caminar? _replicó colérica la
sara.
_Yo si sé, porque mi padre me contó que él se ha cabalgado
sobre la tumba de tu padre.
_No lo creo.
_Allá tú sino me
crees. Los años anteriores, tu padre con su lampa e ichuna mataba no solamente
a mis hermanos mayores sino también a mis primos y tíos. Ahora me toca
ahogarte con mi brazo, ahora si, no
tienes salvación – sentenció el wilko.
El maíz quiso deshacerse del wilko, se sacudió y se
sacudió pero ya no tenia suficiente fuerza, En aquel momento quería
tener brazos y manos, para destrozar a esta plaga, y también pies para ir donde
sus padre, pero desafortunadamente la
naturaleza no le había dotado de tales extremidades. Después de tragar una
porción de savia amarga habló:
_Sapito, quiero pedirte un favor.
_¿Qué favor? _dijo el batracio.
_Quiero que vayas donde mi padre y le cuentes sobre mi situación.
_Discúlpame maicito, eso si que no puedo ¿sabes por qué? Ya
te he dicho, que todos los dueños han fumigado sus chacras, a causa de ellos
los surcos contiguos están envenenando, si voy en estas circunstancias estoy
seguro que fenezco atosigado.
_Comprendo sapito ¿ahora qué hago?
_ No sé maicito, pero
si he venido aquí es porque quiero refugiarme bajo tu sombra y de esta manera
salvarme de morir.
La sequia, seguía avanzando en la zona. De pronto en el
penacho del maíz _aprovechando los tallos y hojas del wilko_ anidó un
pajarillo. El maíz con esta carga más se despertó y pensó:
_Viendo todo este follaje, se vendrán otros y otros bichos a
atacarme y también atacarán al adorado hijo que está creciendo en mis entrañas.
El maíz se puso a llorar por su desgracia. Su único consuelo
era el sapo que permanecía a sus pies, durante el día, mientras que en la noche se desplazaba de surco buscando
alimento pero también, para mala suerte del batracio, hasta los
animalillos que le servían de comida
habían sido arrasados por la fumigación.
Para colmo de sus males el maíz percibió que sus hojas
largas y débiles se estaban llenado de diminutos pulgones, que le chupaban su
savia. Por última vez, le habló a su amigo sapo:
_Sapito ¡Qué hago! Por favor dame un consejo ¿Cómo puedo
eliminar a los pulgones?
_Maicito, la única manera de matar a los pulgones es con las
lluvias del cielo y como ellas no quieren venir.
_Sapito, si los pulgones van a seguir chupando mi sangre, mi
hijo nacerá muy débil.
_Así es maicito.
Poco después el maíz, por la misma debilidad, se había
dormido un largo rato, cuando despertó percibió
que en la cabellera rubia de su vástago, una mariposa nocturna había
depositado sus hueveras, La sara casi se muere de impresión ¡Porque sabia que
pronto estas hueveras reventarían y se convertirían en enormes larvas de
jutuscuro, las cuales, después, abrirían orificios para penetrar en el
corazón frágil de su descendiente!
Y llegó el trágico día en el que el maíz agonizaba, viendo
que su vástago _continuación de su existencia grano por grano estaba siendo
devorado por el jutuscuro.
Y don Pedro, el labriego no alcanzó a llegar.
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