LA TRAGEDIA DE LA ZORRA Y LA WALLATA
En una laguna de
aguas verduscas y límpidas, muy cerca al pueblo de Pomacanchi, vivía una
deslumbrante wallata (ánade andino), que todos los días, después de nadar y zambullirse, recogía alimentos de la qocha (laguna) para
alimentar a sus vástagos, quienes recién
habían salido de los huevos, después de
casi un mes de ovada. Ella estaba completamente flaca por que había ayunado día
y noche, también se había privado de la
hermosa libertad empollando tantos días
por amor a su estirpe.
La wallata tenia las patas largas, rojas y muy finas; pico
corto de color amarillo brillante; su plumaje era blanco nevado. Su vuelo era
elegante. Cuando les Salió el plumaje a sus crías, la wallata los sacó del nido con el propósito de enseñarles
a nadar y sumergirse en las aguas verduscas y cristalinas de la laguna de Pomacanchi; Para buscar
alimentos. Había días en que la madre surcaba las aguas rodeada de sus crías,
dejando tras de si hermosas hileras de
agua, que se iban perdiendo con el choque de las brisas andinas.
La wallata no estaba contenta con los alimentos que conseguían
sus crías, y ella, toda preocupada,
seguía acopiando el sustento para
ellas. Una tarde sombría _cuando volaba a cierta altura, la wallata vio que una
zorra trasladaba en su boca varias crías de wallata. La madre intuyó ¿no
serán mis hijos? El ave aceleró volando
hacia al nido de sus retoños, y lo encontró completamente destrozado, lleno de sangre y
plumas. A la wallata casi se le parte el corazón de la impresión, pues sus
hijos habían sido atacados por la zorra;
pero, en momento, desde dentro de los matorrales y totorales apareció una
hermosa wallatita, quien
aterrorizada se lanzó a volar diciendo a su madre:
_Madre mía ¿dónde has estado? ¿Por qué nos has dejado solas? Una zorra hambrienta a
matado a mordiscones a mis hermanitos, y
se los ha llevado.
_Hijita, discúlpame, fui en busca de alimentos para ustedes.
La progenitora y su hija volaron un largo trecho despacio,
llorando y buscando un sitio para posarse. Por fin ubicaron una pequeña isla en
el corazón de la laguna donde se posaron. La
hija, por el mismo miedo y
circunstancias, había aprendido a
volar prematuramente. La pequeña
wallatita después de sentirse segura bajo el amparo de su madre dijo:
_Madre, ¿Por qué no
has construido tu nido en esta isla?
Estoy segura que naciendo en este lugar
nadie nos hubiera atacado y mis hermanitos vivirían por que las agua nos
hubieran protegido.
_Hijita, esta isla no es el lugar adecuado, por que hace
mucho frio para empollar.
_Ya te comprendo madre mía
_dijo la wallatita.
El ave, ni bien llegaron, comenzó armar un nuevo nido con
rastrojos de totora, preparándose para pasar la primera noche.
La zorra saltando de alegría llegó a su madriguera, y a cada
uno de sus críos les entregó una
wallatita muerta para que coman.
Al día siguiente, muy temprano, la wallata juntamente con su
hija despertaron, y después de recordar por unos momentos a sus wallatitas
muertas, emprendieron raudo vuelo por el espacio. Desde lo alto la wallatita
diviso la figura de la zorra que acechaba otro nido de wallata. Ella
sumamente preocupada dijo a su madre:
_Madre, mira a la orilla de la laguna, junto a la totora
vieja, la misma zorra que ha matado a mis hermanitos está acechando un nido de Wallatitas.
La madre abrió sus ojos azules y ubicó a la bestia
carnívora, luego le dijo:
_Hijita, bajaremos; luego nos posaremos cerca al nido como
una manera de llamar la atención de la madre, ojalá ella esté cerca y podamos
frustrar las malas intenciones de la
maldita zorra.
_Está bien madre _dijo la wallatita de color albo.
Efectivamente las
wallatas se posaron muy cerca al nido. Las avecillas, pensando que había
llegado su madre, salieron del nido,
pero se dieron con la sorpresa
que les acechaba una enorme
zorra. Desesperadas se lanzaron al agua para sumergirse en las
profundidades de la laguna. La bestia sanguinaria no podía ocultar su
cólera al ver a la wallata que
había frustrado sus malas intenciones;
sin embargo, la zorra, disimulando, le habló a la wallata.
_Señora linda, quiero que me haga un favor.
_¿Que favor? _ contestó la wallata, que nadaba en las aguas
de la laguna seguida de su hija.
_Ah quisiera saber ¿cómo
has hecho para que tu hijita tenga patitas tan rojas y bonitas?
_Ah es cosa fácil.
_¿Cómo? Quisiera saber.
_Escucha; señora zorra, en primer lugar preparas un hornito
de terrones; luego atizas fuego dentro de él, hasta que la bóveda del horno se ponga al rojo vivo, después metes
a tus hijos dentro del horno; cuando estén volviéndose rojas sus patitas, los sacas.
_¿Y después? _preguntó la zorra.
_Les echas agua. Después veras a tus hermosos hijitos con
sus patitas rojas.
_Muchas gracias por tus consejos señora wallata _dijo la
bestia-.
Y se retiro rebosante de alegría a su madriguera, con deseos
de armar el hornito de terrones.
La zorra hacia buen tiempo que había pensado pintar las
patas de sus vástagos de color rojo, pero no había encontrado pintura. Ahora
que conocía la formula, se puso a atizar el fuego dentro el hornito hasta poner
la bóveda al rojo; luego corrió hacia su
madriguera; y trajo a sus críos que eran
aún muy tiernos; seguidamente _ de un solo golpe_ los lanzó dentro del horno. Pronto las crías comenzaron
agonizar quemadas por el fuego. La bestia se dio cuenta que había sido engañada, colérica corrió
en busca de la wallata y la encontró nadando, junto con su hija, dentro de la laguna. La zorra no pudo
lanzarse al agua y les gritó:
_¡Maldita wallata, ahora si de mis garras nunca vas a
escapar!
_¡Señora zorra, acuérdate ¿cómo has matado a mis adorados
hijos? ¿Acaso no duele perder un hijo?
La zorra, toda colérica, comenzó a tragar agua de la laguna
pensando secarla y que, de esta manera,
la wallata ya no tendría un lugar para nadar y caería en sus garras; sin
embargo, por el trasero de la zorra, el
agua brotó a borbotones, como de un manante.

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