miércoles, 30 de mayo de 2012


LA TRAGEDIA DE LA ZORRA Y LA WALLATA
En  una laguna de aguas verduscas y límpidas, muy cerca al pueblo de Pomacanchi, vivía una deslumbrante wallata (ánade andino), que todos los días,  después de nadar y zambullirse,  recogía alimentos de la qocha (laguna) para alimentar a sus vástagos, quienes  recién habían salido de los huevos,  después de casi un mes de ovada. Ella estaba completamente flaca por que había ayunado día y noche,  también se había privado de la hermosa  libertad empollando tantos días por amor a su  estirpe.
La wallata tenia las patas largas, rojas y muy finas; pico corto de color amarillo brillante; su plumaje era blanco nevado. Su vuelo era elegante. Cuando les Salió el plumaje a sus crías, la wallata los  sacó del nido con el propósito de enseñarles a nadar y sumergirse en las aguas verduscas y cristalinas  de la laguna de Pomacanchi; Para buscar alimentos. Había días en que la madre surcaba las aguas rodeada de sus crías, dejando tras de si hermosas  hileras de agua, que se iban perdiendo con el choque de las  brisas andinas.
La wallata no estaba contenta con los alimentos que conseguían sus crías, y ella, toda preocupada,  seguía acopiando el  sustento para ellas. Una tarde sombría _cuando volaba a cierta altura, la wallata vio que una zorra trasladaba en su boca varias crías de wallata. La madre intuyó ¿no serán  mis hijos? El ave aceleró volando hacia al nido de sus retoños, y lo encontró  completamente destrozado, lleno de sangre y plumas. A la wallata casi se le parte el corazón de la impresión, pues sus hijos habían sido atacados  por la zorra; pero, en momento, desde dentro de los matorrales y totorales apareció una hermosa wallatita,  quien aterrorizada  se lanzó  a volar diciendo a su madre:
_Madre mía ¿dónde has estado? ¿Por qué  nos has dejado solas? Una zorra hambrienta a matado a mordiscones  a mis hermanitos, y se los ha llevado.
_Hijita, discúlpame, fui en busca de alimentos para ustedes.
La progenitora y su hija volaron un largo trecho despacio, llorando y buscando un sitio para posarse. Por fin ubicaron una pequeña isla en el corazón de la laguna donde se posaron. La  hija,  por el mismo miedo y circunstancias, había  aprendido a volar  prematuramente. La pequeña wallatita después de sentirse segura bajo el amparo de su madre dijo:
_Madre, ¿Por qué  no has construido  tu nido en esta isla? Estoy segura que naciendo  en este lugar nadie nos hubiera  atacado y  mis hermanitos vivirían por que las agua nos hubieran protegido.
_Hijita, esta isla no es el lugar adecuado, por que hace mucho frio para empollar.
_Ya te comprendo madre mía  _dijo la wallatita.
El ave, ni bien llegaron, comenzó armar un nuevo nido con rastrojos de totora, preparándose para pasar la primera noche.
La zorra saltando de alegría llegó a su madriguera, y a cada uno de sus críos les entregó  una wallatita muerta  para que coman.
Al día siguiente, muy temprano, la wallata juntamente con su hija despertaron, y después de recordar por unos momentos a sus wallatitas muertas, emprendieron raudo vuelo por el espacio. Desde lo alto la wallatita diviso la figura de la zorra que acechaba otro nido de wallata. Ella sumamente  preocupada dijo a su madre:
_Madre, mira a la orilla de la laguna, junto a la totora vieja, la misma zorra que ha matado a mis hermanitos está acechando  un nido de Wallatitas.
La madre abrió sus ojos azules y ubicó a la bestia carnívora, luego le dijo:
_Hijita, bajaremos; luego nos posaremos cerca al nido como una manera de llamar la atención de la madre, ojalá ella esté cerca y podamos frustrar  las malas intenciones de la maldita zorra.
_Está bien madre _dijo la wallatita  de color albo.
Efectivamente  las wallatas se posaron muy cerca al nido. Las avecillas, pensando que había llegado su madre, salieron del nido,  pero se dieron con la sorpresa  que les acechaba  una enorme zorra.  Desesperadas  se lanzaron al agua para sumergirse en las profundidades de la laguna. La bestia sanguinaria no podía ocultar su cólera  al ver a la wallata que había  frustrado sus malas intenciones; sin embargo, la zorra, disimulando, le habló a la wallata.
_Señora linda, quiero que me haga un favor.
_¿Que favor? _ contestó la wallata, que nadaba en las aguas de la laguna seguida de su hija.
_Ah quisiera saber ¿cómo  has hecho para que tu hijita tenga patitas tan rojas y bonitas?
_Ah es cosa fácil.
_¿Cómo? Quisiera saber.
_Escucha; señora zorra, en primer lugar preparas un hornito de terrones; luego atizas fuego dentro de él, hasta que la bóveda  del horno se ponga al rojo vivo, después metes a tus hijos dentro del horno; cuando estén volviéndose  rojas sus patitas, los sacas.
_¿Y después? _preguntó la zorra.
_Les echas agua. Después veras a tus hermosos hijitos con sus patitas rojas.
_Muchas gracias por tus consejos señora wallata _dijo la bestia-.
Y se retiro rebosante de alegría a su madriguera, con deseos de armar el hornito de terrones.
La zorra hacia buen tiempo que había pensado pintar las patas de sus vástagos de color rojo, pero no había encontrado pintura. Ahora que conocía la formula, se puso a atizar el fuego dentro el hornito hasta poner la bóveda  al rojo; luego corrió hacia su madriguera; y trajo a sus críos  que eran aún muy tiernos; seguidamente _ de un solo golpe_ los lanzó dentro  del horno. Pronto las crías comenzaron agonizar quemadas por el fuego. La bestia se dio cuenta que había  sido engañada, colérica  corrió  en busca de la wallata y la encontró nadando, junto con su hija,  dentro de la laguna. La zorra no pudo lanzarse al agua  y les gritó:
_¡Maldita wallata, ahora si de mis garras nunca vas a escapar!
_¡Señora zorra, acuérdate ¿cómo has matado a mis adorados hijos? ¿Acaso no duele perder un hijo?
La zorra, toda colérica, comenzó a tragar agua de la laguna pensando secarla  y que, de esta manera, la wallata ya no tendría un lugar para nadar y caería en sus garras; sin embargo, por  el trasero de la zorra, el agua brotó a borbotones, como de un manante.

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