jueves, 31 de mayo de 2012


LA AGONÍA DEL ANCIANO YACHACHIN
El anciano Yachachin (enseñante o maestro), había llegado al ocaso de su existencia. Sentía la salud resquebrajada, casi no sentía hambre, ni tampoco sed. Con las justas caminaba apoyándose en un cayado de waranway. Con las justas caminaba apoyándose en un cayado de waranway. Su cuerpo  se había encorvado mucho. Arrastraba los pies. Pedía a la parca que venga de una vez a recogerlo para descansar definitivamente.
Yachachin había visto con sus propios ojos el gobierno de muchos inkas en el imperio del Tawantinsuyo. Por eso los amutas (maestros)  del Yachaywasi (escuela imperial) solían enviar a sus alumnos a Yachachin  para que les cuente las historias más importantes del imperio inka.
Yachachin, en su infancia  fue soldado del inka Pachakuteq. ¿Y cómo era la figura del sabio Yachachin? Él  tenía la tez cobriza, dura y apagada. De su largo mentón  colgaban ralas barbas, que asemejaban un haz de ichu de las altas montañas. Sus ojos  eran  dos gemas hundidas b en laguna de experiencia. Su cabeza la  cubría con un poco de salvajina. Sus pies semejaban  dos rocas gruesas. Sus manos dos troncos de lloque. Su rústico cuerpo lo cubría un hermoso  poncho de color nogal.
En cierta ocasión, un grupo de jóvenes llegaron a la casa del anciano, que se encontraba  apoltronado en una rústica silla  de chachacomo; un cuero de llama cubría el asiento; otro cuero daba calor a sus pies.
Uno de los visitantes, saludándole  respetuosamente, le  dijo:
_Maestro, sabemos que conoces la gloriosa historia de nuestro pueblo, por eso venimos del Yachaywasi para que nos relates algo de nuestro pasado.
El anciano se incomodó  al ver que sus visitantes estaban de pe. Así que les dijo como voz amable:
_Jóvenes no es cómoda mi casa, pero, por favor, siéntense  encima de esos cueros.
_Gracias maestro _dijeron a voz unísona _ y se acomodaron en asiento del viejo chuchao, en el corredor. Después que los estudiantes se acomodaron, el anciano dijo:
_¿Qué historia quieren que les cuente?
_Un joven le dijo,  con voz sencilla:
_Maestro ¿Qué parte de la historia de nuestro querido imperio es la más importante?
_Ah  la pregunta es muy complicada, todos los soberanos han  tenido  virtudes  y defectos, pero a mi manera de entender lo más importantes es el reinado de nuestro glorioso  Pachakutec.
_Esta bien _ dijeron los mancebos.
_Pero es tan amplio y complicado el reinado del glorioso Pachakuteq; por que fue un gran estraga militar, político, estadista, y sobre todo un gran visionario que transformó la sociedad inka.
_¿Cómo es eso maestro? Preguntó uno de los jóvenes.
Yachachin, después de respirar profundamente,  con cierta dificultad, dijo:
_Gracias al gran Pachakuteq, el imperio del Tawantinsuyo existe.
_¿Por qué? ¿Cómo es eso maestro? Queremos que nos explique. Yachachin los miro con ojos cansados, luego dijo:
_Un día, que la historia sabe, los chankas estuvieron por  apoderarse del Qosqo.
_Maestro por favor explíquenos este pasaje de la historia.
_Está bien _dijo el anciano.
_Una noche, el dios Sol _se presentó  en sueños al glorioso Pachakuteq, en un lugar denominado Ch’itapampa ­ _en  Q’orao_, y le dijo: ¡Pachakuteq, hijo mío, despierta, levántate,  pues el Qosqo está en peligro de ser tomada por los Chankas.  Ve, yo te ayudaré,  y las piedras del imperio de convertirán en tus soldados! Pachakuteq despertó  sobresaltado de su profundo sueño y,  después de vestirse,  de inmediato  se dirigió a la ciudad del Qosqo. Cuando Pachakuteq llegó, encontró totalmente desguarnecida la ciudad, porque su hermano mayor, llamado, Uno Urqo, había abandonado el gobierno por miedo a los invasores. El glorioso Pachakuteq, sin vacilar, asumió la conducción del imperio  y llamó al pueblo para  defender la sagrada tierra.
_Maestro ¿Cómo preparó Pachakuteq a su ejército? _preguntó uno de los célibes.
_En primer lugar envió espías para informarse del tamaño del ejército enemigo,  de sus armas y vituallas. Seguidamente, declaró el servicio militar obligatorio para los jóvenes, mujeres y varones, sin distinción. Luego envió emisarios a las lejanas provincias para que se incorporasen a la lucha. Por último, seleccionó a los jefes de los batallones, nombrando a los militares más  destacados del ejército de su hermano.
_   ¿Qué más hizo, maestro? _dijo uno de los oyentes.
_Un ejercito  de niños, dividido en varios batallones, empezó a juntar piedras redondas, para que sirvan como proyectiles de hondas y colocaron grandes pedrones en lugares estratégicos, donde podrían soltar  galgas con dirección a los Chankas. Un ejército de mujeres comenzó a fabricar armas: cascos, escudos, porras y tejieron las temidas hondas para combatir a los invasores. Los soldados cavaron grandes y profundos fosos en las laderas dl cerro Karmenka _que era el lugar apropiado para que ingresen los Chankas al Qosqo_. Los ancianos aguzaron, con cuchillos, puntas de palos de Waranway, lloque, chachacomo para que sirvan a los soldados como armas arrojadizas.
El anciano, antes de continuar con el relato, sacó de su chuspa una porción de coca. Luego de ofrendar a los dioses, con una oración silenciosa y soplo, introdujo en su boca unas cuantas hojas ovaladas y enteras;  y las masticó.
_Después llegaron los soldados del Antisuyo, cargados de flechas, vestidos a la usanza  de los chunchos, bajo el mando del capitán Ollanta. Ellos marcharon al encuentro de Pachakuteq para recibir sus órdenes. Después llegaron los soldados de kanchis y de Kanas,  bajo el mando del capitán  Rumiqolqa, armados de los temibles liwis (armas con tres puntas de piedras amarradas a una soga); por último, llegaron los ejércitos de Paruro, Acomayo y Chumbivilcas portando sus warakas, bajo el mando del capitán Ankasruna. Los hombres del valle de Yukay,  que se habían incorporado durante los primeros días, trajeron grandes cantidades de maíz para la despensa de la tropa.
_Y después: ¿Qué pasó, maestro?,  _Preguntaron.
Yachachin  tras respirar con cierta nostalgia dijo_
_Pachakuteq ordenó  a los ejércitos  que marcharan a diferentes lugares y se entrenaran. Los antisuyanos partieron a la  explanada de Saqsayhuaman, en ese lugar, bajo el mando del  capitán Ollanta, dispararon las flechas a una distancia de 80 a 100 metros. A esta especialidad se incorporaron los hombres de Yukay, Paukartambo, Quispicanchi. Los soldados que se iban distinguiendo en los disparos fueron nombrados jefes de batallones y destacamentos.
De pronto una tos seca cortó la explicación del maestro Yachachin.
_Van a disculparme _dijo el anciano, luego continuó:
_Los soldados Kanas y Kanchis marcharon hacia la pampa de Wankaro, allí entrenaron lanzando piedras a mucha distancia.  Los hombres de Parueo, Chumbivilcas y Acomayo fueron a las pampas de Marcavalle donde se entrenaron en lucha cuerpo a cuerpo, con liwis, porras y escudos. Las mujeres, bajo el mando de Mama Anawarke y Chañan Cury y Coca, se incorporaron a la lucha en el sector de Ttio.
_Y Después, preguntaron, totalmente interesados.
_Los espías informaron a Pachakuteq que venían más de cuarenta mil enemigos. El inka ordenó a un batallón de galgueros para que marcharan al cañón de Limatambo y atacaran a los invasores.
_¿Qué sucedió?
_Movilizó a todo su ejercito con dirección a Karmenka.
De pronto  el anciano cerró los ojos. Los estudiantes, alarmados, se levantaron para auxiliarlo, pero nada pudieron hacer. El gran maestro Yachachin daba sus últimos estertores

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