domingo, 27 de mayo de 2012


EPOPEYA DE LOS DIOSES ANDINOS
En tiempos remotos, los chunguinos vivían felices. Todos trabajaban  y podían alimentarse sin dificultades. Pero, con el paso del tiempo, todo cambia y nada es igual. De  la misma comunidad surgieron unos hombres que aprovechándose de los cargos que la comunidad les había conferido, empezaron a apropiarse de las mejores tierras, ganados y frutos. Así, en contados años, se convirtieron también en dueños de los hombres. Día a día  el pueblo se vio encadenado a estos malvados, ya sea como esclavos, pagándoles tributos o trabajando día y noche en sus tierras. Muchos caían agobiados por el hambre y el cansancio; otros, al no poder aguantar, se fugaban a lugares lejanos para vivir algunos días, más.
Hasta que llegó un día en que, por la misma necesidad, surgió de las entrañas del pueblo un hombre llamado Pukutuy, que empezó a organizarlos para rebelarse contra los explotadores. Pukutuy, era un hombre inteligente, lleno de coraje, así que después de organizarlos, comenzó a instruirlos y prepararlos para el levantamiento. Por otro lado surgió igualmente  una mujer llamada Rumy. Ella era de armas tomar y de inmediato se unió a los ideales Pukutuy. Los dos formaron una pareja  ideal, que en pocos días levantaron  al pueblo como una tempestad  y después de algunas luchas  se posesionaron  de varios puntos estratégicos. La guerra se había  declarado. Como parte de la ofensiva, los esclavos empezaron a soltar  sobre las viviendas  de los patrones, galgas forradas con fuego. En  poco tiempo los señoríos  respondieron con crueldad, desarrollándose una lucha sin cuartel.
Por necesidad de triunfo, los señoríos  de Qhanchi se unieron a los de Maramara y Tocsopampa. Juntando sus fuerzas  persiguieron a los cabecillas del levantamiento y con sus soldados mercenarios  diezmaron a los combatientes populares. En esta desigual lucha el ejército mercenario empezó a arrasar con todo lo que encontraba, sin perdonar ni a las mujeres ni a los niños. Combatían con tanta crueldad que con hachas mutilaban los brazos y cortaban los dedos  de  los pies contra el suelo. Arrancaban lenguas y ojos, extirpaban  corazones para realizar oblaciones a sus dioses. Finalmente, cortaban cabezas  indiscriminadamente.
Cuando Pukutuy se convenció que la balanza de la guerra no se inclinaba a su favor, se fue a las selvas  de Chinchibamba  a buscar  refuerzos. Rumy se encaminó a Airabamba co el mismo objetivo. Cuando congregó  gran cantidad de campas los instruyó, les explico las causas de su rebelión y los militarizó de acuerdo a las características de lucha andina que  se producía en Chungui. En estas circunstancias, surgió una enfermedad desconocida, cuyo efecto fue atroz: Sufrían grandes dolores de cabeza y luego empezaban a temblar. Mientras tanto Rumy  cruzaba, disfrazada, un pueblo  cuando fue traicionada por uno de sus confidentes  que la entregó al señorío de Qhanchi. Durante todo el recorrido  hasta Chungui la fueron castigando para que confiese el paradero  de sus marido y tan fuerte que la golpiza que la hicieron abortar un puma, que era el hijo del gran Pukutuy. Este comenzó a bramar  y con cada grito que daba creaba un color de arco iris, hasta que cayó muerto. Los torturadores  sintieron  gran temor y desaparecieron. Rumy, al ver muerto a su cachorro, lo abrazó, cargándolo sobre sus espaldas, caminó para cruzar la cordillera  y alcanzar a su esposo que estaba en la selva.
Los soldados  de Pukutuy  no podían soportar los espantosos dolores e cabeza que les producía la extraña  enfermedad. Caminaban en zigzag por la tembladera  de sus cuerpos y al final, caían en los abismos insondables. En tanto, la pobre Rumy sangrante y agonizante, seguía escalando la montaña con el propósito de ver aunque sea por última vez a su adorado esposo. Para su mala suerte fue avistada por sus enemigos que empezaron a dispararle  con sus hondas de guerra. Cuando  la mujer estaba a punto de culminar la alta montaña, Un proyectil  golpeó su cabeza y la hizo caer al suelo gritando ¡Pukutuuuuy!.
Al escuchar el llamado de su amada, el valiente guerrero corrió  a auxiliarla, pero como también se había contagiado de la enfermedad que asolaba  a sus soldados, antes de alcanzar la cumbre de la montaña cayó a un abismo, gritando: ¡Ruuuuumy! Las dos voces chocaron en el cielo, produciendo vientos huracanados y descargando granizo, lluvia y nieve. L a tierra comenzó a anegarse  y los señoríos  a inundarse, ahogando  a los hombres  que allí Vivian, salvo aquéllos que por haber sido  despojados de sus tierras, vivían ahora en las alturas.
Después de muchos años, la tierra, tiritando de frío, mostró su rostro abrupto al cielo, y de sus raíces hizo surgir dos gigantescas piedras. Una está en Chungui y tiene forma de mujer. Hoy se le conoce como viuda Rumy y representa a la fémina  chunguina, símbolo del coraje y la viudez. La otra es una piedra imantada, con la forma de un hombre. Se ubica sobre la punta de un cerro, en la selva de chichibamba. Representa el hombre chunguino, símbolo de guerra y trabajo que hoy llamamos Pukutuy.                               

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