domingo, 27 de mayo de 2012



EL  ÚLTIMO CONDENADO
En  los últimos años del presente siglo, se desató una sequia nunca experimentada por estos lares; los pobladores desesperados todos los días miraban al cielo esperando que surjan algunas nubes; puesto  que, el rio Vilcanota,  los manantes y las lagunas  empezaron a secarse por falta de lluvias y ya no había agua suficiente para regar los labrantíos.
Nosotros, obligados por nuestros padres, salíamos en los atardeceres delante de San Javier, patrón de las lluvias, portando carrizos  _que tenían amarradas en cada nudo: flores y velas_ por las calles y plaza del pueblo Wayllabamba entonando la siguiente melodía:
‘’Señor San Javier
Paraykita, unuykita apachimuwayku
Sarayta chakiymanta wañusian’’.
``Señor San Javier
Envíanos tus lluvias  y tus aguas mi maíz esta muriendo de sed’’.
Después de cada procesión  octubrina no había indicios de lluvia por ello crecía más y más  la desesperación por las aguas.
Cierto día  vi, a un  grupo de campesinos chincherinos  que se desplazaban por la calle principal del pueblo con dirección hacia la laguna de Yanaqocha. Pregunté a uno de los ¿Qué cargan en sus espaldas  y en sus cántaros exornados con flores? Él  me respondió diciendo  que estaban  levando las aguas de las lagunas de Piuray y Waypo a ofrendar al señor de las lagunas para que hagan llover.
La preocupación de los chacareros llegó a su clímax, cuando los maizales empezaron a quebrarse  por falta de agua.
Cierto día, aparecieron  en la población un grupo de mujeres con sus respectivos hijos, las mujeres ofrecían sus vástagos  a los vecinos a cambio de unas cuantas arrobas de maíz. Ellos provenían del altiplano, en sus tierras se había desatado una hambruna feroz por falta de lluvias.
Para mi casa ya no había pasto en las riberas de las chacras; por ello mi padre determinó  enviar sus contados vacunos a las punas de Wayoqhari para que pudieran conseguir algunos bocados de pasto seco y de esta manera subsistir. Pero un día llegó la mala noticia que un toro de mi padre se había desbarrancado en una montaña abrupta. Él, lo tomó con cierta tranquilidad,  consiguió cinco ayudantes,  con quienes,  al día siguiente, partió hacia las punas de Wayoqhari llevando sogas y cuchillos para traer la carne del vacuno desbarrancando. A esta caravana me adherí porque quería conocer la tan mentada montaña.
Cuando llegamos a la cima del cerro, me puse a llorar porque había  muerto el toro que más quería; puesto que era un animal valiente peleando con los mejores toros del lar. Él, ya no tenia ojos  ni lengua porque los cóndores los había extirpado, pero la panza le había crecido exageradamente  tenia los cuernos rotos como producto del desbarrancamiento..
Después de un saludable descanso y luego de solicitar a los apus ayuda y protección en esta empresa, los hombres comenzaron a destazar al toro. Vi que la carne estaba completamente roja debido a que la sangre no había desfogado; mas, la panza estaba llena de aire que despedida un hedor insoportable. Después que culminaron  con el degüello, mi padre ordenó que dejaran la panza con todas sus vísceras, las patas y la cabeza; porque trasladar estos restos, iba a ser un sacrificio.
La bajada fue  muy  difícil por lo empinado de la montaña, no  había un camino para desplazarse. Cada trabajador cargaba en sus espaldas un tremendo peso de carne. Mi padre decidió ya no llegar  a Wayllabamba si no dejar la carne en una habitación que tenia en Wayoqhari en un lugar denominado Saniyoq.
Al día siguiente, muy temprano juntamente que los ayudantes  mi  padre empezó a cecinar la cerne con harta sal. En  esas circunstancias  la gente vino en busca de mi padre,  solicitando que le venda un pedazo de carne, principalmente, la parte del cuello y costillares.
Mi padre, cuando terminó de venderles  la carne, les hablo:
_Señores y señores, anoche aproximadamente a la medianoche  se presentó un hombre gigante vestido de sotana negra y caminaba sobre aire, y  me dijo: ¡Quiero tu carne! Me asusté tanto, le dije:¡ Retírate condenado soy cristiano y bautizado! La bestia al poco rato se convirtió  en perro y luego, aullando, se retiró dentro de mis maizales.
_¿Cierto señor? _dijo una mujer.
_¿Acaso voy a inventar lo que les cuento?. ¿acaso no me  conocen?, soy autoridad pasada.
Esta noticia,  en un santiamén, se propagó por toda la comarca, luego comenzó a crecer  pero alimentada por fantasías  de la gente.
Los niños por miedo ya no querían ingresar a los maizales a sacar  choclo y pasto para sus animales para remate,  murieron por la zona dos personas,  en la mente de los pobladores ellos habían sucumbido  en manos del condenado. Incluso llegaron al extremo: dejaron de cuidar sus maizales por las noches, por miedo al condenado.
Un día, José Olivera, salió gritando que dentro del maizal, había visto a un mono gigante comiendo maíz.
La gente comenzó a vivir aterrorizada, ya no caminaban por las noches, si es que salían de sus casas _ por una urgencia_ lo hacían por grupos. En todo veía al  condenado; en las labores agrícolas ellos seguían relatando algunas experiencias anteriores  pero sobredimensionado  y fantaseando. Esta noticia traspasó  la frontera de la comarca.
Un día, mi padre me ordenó que saque un poco de choclo de uno de los terrenos. Yo me negué a obedecerle, pero mi progenitor se encolerizó y sacando su correa de la cintura me dijo:
_¡Vas o te pego!
_No papá, ¡tengo miedo!
_Pero ¿por qué?
_Es que tengo miedo que el condenado me agarre dentro del maizal y me devore.
Mi padre recién comprendió mis temores y tomándose algunos segundos de cavilación habló:
_Hijo, no hay condenado dentro de los maizales.
_Pero, ¿no has contado tú, que lo habías visto?
_Lo que he contado, hijo es un invento por mi parte para atemorizar   a la gente, para que no roben nuestros choclos,  porque la gente estaba comenzando a robar. Este año, los campesinos tendrán tan mala cosecha, sus mazorcas de maíz serán muy pequeñitas por falta de agua.
_Yo comprendí, pero ni a correazos entraré en el maizal.

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