miércoles, 23 de mayo de 2012


EL CANTO DEL CHIWACO 
Cuando  Amador era  niño, gosaba escuchando el canto de los pajarillos. El  que más  le gustaba  eras el del Chiwaco, que cantaba cuando recién están pintando  los rojos  y carnosos capulíes.
En su bohío, Amador  tenía muchas jaulas  con pajaritos. En tiempo de frutales, para cazarlos, se subía a los arboles   frondosos y añosos; caminaba entre los maizales, se metía a los bardales   buscando los nidos de pajaritos  y después de ubicarlos, tras una vigilia  de día y noche, esperaba que las aves lleguen a su etapa  de volar y, sin  que se den cuenta sus progenitores, los capturaba.
Tanto al amanecer como al atardecer, la casa de Amador era una sinfonía de música, pues los gorjeos  y trinos  de los animales se escuchaban a la distancia. Tanta era su afición  que, en  diferentes sitios, Amador  adquiría aves te todo tamaño   y color. Cotidianamente estaba ocupado en la atención de las hermosas avecillas, proveyéndoles  de los alimentos  que requería cada especie.
Lo que  mas impresionaba  a Amador  era el canto de la calandria, que se distinguía claramente  del resto de las aves. Un día su calandria  dejo de existir. La muerte  del pajarillo fue un golpe  demoledor  para Amador. Este, después  de llorar, trato de cazar nuevamente otra calandria, pero no logró. La muerte del ave  dejo un vacio en su casa. Todos se habían acostumbrado a su hermoso cato, en especial Amador, que había entrenado cuidadosamente  su oído para distinguir el canto  de cada especie  de avecillas.
Cuando Amador  cumplió quince años, lo enviaron a lima, para que se superase. No pudo desobedecer las órdenes  de su progenitor   y tubo que dejar las jaulas  de sus adoradas avecillas  y marchar a la capital  de la república.
Amador ingreso al mundo del bullicio y vivía en una habitación parecida ala jaula  de sus pajarillos. Para el  se cavaron la libertad  y la tranquilidad. Tampoco podía criar aves en la  estrechez del ambiente en que vivía. Así  mismo comprendió  que era inhumano  tener a las avecillas  encerradas  en jaulas. Los domingos  y feriados  solía ir al campo  de Marte  a gozar del canto de los pajarillos. Otras  veces paseaba por el mercado central de Lima y veía los cientos  de avecillas que estaban  en venta.
En sus momentos  de soledad y tristeza, añoraba su tierra natal y, en especial, el canto de las avecillas. ¿Acaso  esta música  había sensibilizado  sus sentimientos? . Por   ello  Amador  muchas veces quiso retornar  a su tierra, pero primero estaba su proyecto  de superación. Cuando  entró  a la hermosa edad de  la adolescencia, escucho que el pueblo del  Ecuador  declaraba la guerra  al Perú  y se presento al cuartel como voluntario para defender ala patria.
Después de un entrenamiento  intensivo fue enviado al campo de batalla. El comprendió  así   que la tierra tiene límites  para los hombres, pero no para las avecillas ni para los peces, que se desplazaban sin limitaciones como el viento. En sus elucubraciones nocturnas se preguntaba:¿Por qué todos los hombres no vivimos hermanados y sin fronteras ? ¿Cuánto  dinero se gasta en comprar armas mantener ejércitos  por todo el mundo? ¿Por qué  no se gasta todo este dinero en comprar alimentos y solucionar el problema del hambre, que azota  a la humanidad?
Después de  combatir  en algunas  escaramuzas   con las fuerzas  ecuatorianas, Amador retorno a la ciudad de Lima. Pero ahora, por  la profesión  que tenia, se le hacia cada vez más  difícil  volver a su terruño.
Luego  de ser condecorado  como héroe  de la patria, debió dedicarse  a trabajar, Pues  ya había formalizado un hogar. Pero Lima  no era para él. Seguía  extrañando su tierra, pero tampoco podía regresar  pues tenia que dedicarse a darle educación  a sus hijos, por que determino que se quedaría  en  Lima   unos años más. Mucho tiempo después ya cargado  de canas y arrugas, lleno  de emoción retornó  a su tierra. Sus padres   habían muerto y la casa la  ocupaba su hermano  mayor,  como dueño y señor. Entonces  Amador, casi llorando, se retiró  de su querida Wayllabamba, en busca de una posada.
No paso mucho tiempo  para encontrar un terreno  que estaba en venta .El  quería vivir en el campo, al pie del cerro Pumawanca, fuera de los territorios de Wayllabamba. A los pocos días. Empezó  a construir  su casita, utilizando materiales de lugar. Uso piedras de canto rodado  al estilo de los legendarios  inkas ; después adorno todo con platas nativas.  Pronto el lugar se convirtió en excepcional; el ingreso estaba cubierto  de flores  de todos los tipos: chimpu champu,ñujchu,kantuta…
Donde Amador rejuveneció. Vivía  cómodamente   con su pensión de jubilado  y su vida se alegraba  con la visita periódica  de sus hijos y nietos. Pero mucho extrañaba el  canto de las aves de su tierra, puesto que las aves de pumawanca no cantaban también como las aves de Wayllabamba  , pero, en pocos días,  no falto una avecilla  que comenzó a imitar al chiwaco  de Wayllabamba
Ya en su vejez, Amador  nuevamente   comenzó a armar  una orquesta  de avecillas, pero con la diferencia  que esta vez los pajarillos  ya no estaban prisioneros en jaulas
Un día, Amador se dirigió a su hermoso  huerto, cargado con una herramienta  de labranza. Marchaba  con el deseo de almacigar  semillas de repollo y lechuga. Su intención era trasplantar  estas verduras en las tierras que circulaban su bohío. Así   lo hizo pero, cuando  los repollos y las lechugas  empezaron a brotar  de la tierra, Amador  observo que la hojitas delicadas estaban  todas  desmochadas. Colérico  retorno  a su cabaña, saco un poco de folidol y lo mescló   con una porción de  trigo; regreso al huerto y espacio esta mescla entre las camas de almácigos.
Al día  siguiente, se despertó  de madrugada. A sus oídos ya no llegaba el canto del chiwaco  al estilo Wayllabambino. Este  trino regocijaba  su corazón  tanto en la alborada como en el crepúsculo  de la tarde. Se  imagino que los chiwacos   habrían retirado a los  huertos  vecinos en busca de comida .Así  se bajo  de sus cama, se vistió, y enrumbó al huerto, con el deseo de observar los efectos  que habría producido  el trigo mesclado con folidol.A su mirada llego la imagen de su chiwaco  tieso y no solo el, si no una gran cantidad de avecillas. De los ojos  de Amador brotaron gruesas lágrimas. Llorando pensaba que, sin querer, había matado  a los seres  que tanto amaba  desde su niñez  y que ahora ya no volvería   a escuchar el canto  del chiwaco al estilo Wayllabambino . 

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