Cuando el general Pachakuteq asumió la conducción del imperio inkaiko, lo primero que hizo fue rodearse de buenos consejeros y asesores y, con ellos, trazó un plan de gobierno para muchos años.La primera acción del inka fue reordenar la sociedad, pues durante el gobierno de su padre habían emergido brotes de anarquía y desorden social. .Luego empezó a construir caminos, abrir canales de irrigación, edificar ciudades, construir fortalezas para controlar las provincias, amplió la frontera agrícola con el sistema de andenería y, por último, se lanzó a conquistar nuevas tierras para su imperio.
El valle del Wilkamayu tuvo mucha preferencia en Pachakuteq, por la fertilidad de sus tierras, la producción de maíz, la benignidad de su clima y la belleza de la zona.
Para el inka, el maíz fue como un semidiós en la Tierra. Por ello se organizó la gran fiesta de la Mamasara o fiesta del maíz, que duraba tres días consecutivos. El primer día se acopiaban las mejores mazorcas de todo el valle. El segundo día se adoraba, sacrificando y ofrendando cien llamas y cincuenta cuyes por sacerdotes vestidos con túnicas color sangre. Finalmente incineraban el maíz y en grandes ceremonias, lo devolvían a sus zonas de origen.
Pachakuteq tuvo gran predilección por la zona de Tampu (actual Ollantaytambo), por la precocidad y calidad del maíz y por la abundante agua, por eso también instituyó la Fiesta del Agua. El soberano no quería desperdiciar ni un pedazo del valioso terreno y mandó edificar en las lomas del cerro una ciudadela con todas sus comodidades. Hizo erigir gran cantidad de tampus (origen del nombre Ollantaytambo) que eran depósito para el almacenamiento de granos.
El inka no solo adoraba al maíz, sino que también lo utilizaba como un medio de relación con los señoríos conquistados, a los cuales lo obsequiaba.
Para ejecutar cualquier tipo de trabajo, el emperador llamaba a los especialistas. Por ejemplo: Para construir una ciudadela se rodeaba de arquitectos, geólogos, hidráulicos, agrónomos…A él no le interesaba de qué nacionalidad eran, ni tampoco su cultura diferente. Solo le interesaba la calidad y la perdurabilidad de lo que sabían hacer.
En los procesos de conquista de nuevas tierras, el soberano había confiado en sus hermanos y parientes, confiando muy poco en los generales extraños a su sangre. Pero ahora veía por conveniente profesionalizar al ejército para controlar el extenso territorio que iba acumulando. Con este fin construyó en provincias, 80 pukaras o guarniciones, que confió a sus hermanos y parientes, los que se convirtieron en jefes políticos y militares de todas las provincias.
Pronto, los ingenieros y especialistas empezaron a llegar a Tampu para realizar los planos que les habían encomendado. A Tampu ya estaban arribando liles de trabajadores, agrupados por especialidades, se hospedaban en diferentes sitios. En las noches, por la cantidad de viviendas precarias y de fogatas encendidas, Tampu parecía el campamento de un gran ejército.
Después de realizar los trabajos preliminares, empezaron a llegar cientos de trabajadores cargados con tercios de ichu, de la variedad q` oya, que es larga, resistente ya, de gran utilidad para el tejido de sogas. Otro grupo, guiados por los legendarios pututos, empezó a llegar, arrastrando o cargando palos de diferentes tamaños y grosores.
Los picapedreros se ubicaron en diferentes lugares para iniciar su obra.
En una sólida anda, cargado por decenas de sirvientes y seguido por su séquito, llegó el inka pachakuteq. Inmediatamente llamó a los ingenieros y especialistas para que dieran las recomendaciones necesarias. Luego ordenó a los sacerdotes para que procedieran al pago a los dioses, para que protegieran y ayuden en los trabajos.
Pronto se inicio la construcción de la obra. Un gran grupo de hombres empezó a trasladar piedra desde Cachikata (cantera). Los grandes pedrones se envolvían en gruesas y largas sogas de q`oya, de las que se jalaba en paralelo, mientras otro grupo de hombres empujaban. Delante, un grupo de hombres, colocaban pequeñas piedras ovaladas y palos, para que caminen los grandes pedrones.
Los legendarios pututos resonaban en las legendarias montañas de pinkulluna y en las quebradas adyacentes.
Pronto fue necesario trasladar gigantescos pórfidos para la edificación del templo al dios Sol. Para esto, el inka ordenó que vinieran los tankaq que estaban trasladando los grandes pedrones que se llevaban desde Tumibamba hasta el Cusco, para edificar la fortaleza de Saqsaywaman.
¿Quiénes eran los tankaq? Eran personas que se seleccionaban a lo largo y ancho del imperio. Debían tener tamaño gigante y gran poder muscular, y se especializaban en trasladar grandes pedrones, jalándolos y empujándolos.
Cuando los tankaq llegaron a Ollantaytambo, empujando unos pórfidos gigantescos, que estaban destinados a la construcción del templo del Sol, la población los recibió con aplausos.
Muy cerca del ocaso de su existencia, el inka se afanaba por dejar concluidas las obras que habían comenzado y garantizar que sus órdenes se siguieran cumpliendo.
Después de colocar los dinteles de piedra sobre las jambas de las paredes, en la parte urbana de Tampu, los tankaq se dirigieron hacia la zona de piskacucho para traer a Tampu dos gigantescas moles de piedra.
Para realizar la titánica obra, primero un gran número de trabajadores abrieron caminos para hacer rodar los pedrones. Aún así para que llegaran a Tampu se necesitaba mucho esfuerzo y sacrificio. Estas moles estaban destinadas a ocupar el lugar preferencial en la fortaleza de Ollantaytambo.
Después de muchos días de sacrificios sin descanso, ya estaban por culminarse los trabajos epopèyicos. Faltaban solo unos cientos de metros para que los gigantescos pedrones llegaran al lugar señalado. De pronto unos heraldos trajeron la noticia que el general Ollanta se había sublevado contra el inka pachakuteq. ¿Qué hicieran los tankaq? Dejaron de empujar los pedrones y, en grupo, dijeron:
-Rumilla, rumilla sap`a p`unchay nokanchispaqka (sólo piedra, sólo piedra, todos los días para nosotros).Seguidamente abandonaron los trabajos y se adhirieron al movimiento del general Ollanta. Luego se trasladaron, rio abajo, para apoderarse de las hermosas tierras del dios Sol. A ese lugar la posteridad le ha llamado Tankaq o lugar de los empujadores.
Desde aquella vez, Tampu completa su nombre con Ollanta, viniendo a formar Ollantaytambo, es decir el tambo del general Ollanta.
Al lugar donde se abandonaban los dos grandes pedrones, la posteridad lo ha llamado Rumira, derivación de la palabra Rumilla, que pronunciaron los tankaq.
Hoy, lo dos grandes pedrones siguen abandonados a la vera del camino, esperando que los tankaq vuelvan para hacerlos legar a su destino.
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