Saqsaywaman estaba repleto de nobles y esclavos que contemplaban las pruebas que se realizaban, algunas muy atrevidas y otras, incluso, con riesgo de muerte. Entre los competidores se destacaba un joven robusto, de formas felinas, brazos hercúleos, piernas gruesas y musculosas.Era uno de los hijos del inka Pachakuteq, que se había coronado como campeón de estas olimpiadas (Warachikuy). Su padre en recompensa por la valentía y virilidad que el joven había demostrado y por haber hecho quedar bien su buen nombre, lo invitó a yukay, a pasar momentos de solaz y así recuperar las energías perdidas durante la competencia.
El campeón aceptó gustoso la invitación de su padre y se dirigió a yukay con ganas de gozar de su clima, de su belleza y de las aguas del rio Wilkamayu (rio sagrado)… La primera noche se alojó en Pumamarka (depósito o lugar de pumas), que es una quebradilla cerrada, a cuyos pies se encuentran hermosas andenerías. Desde este lugar es posible acceder hacia Chikón, la montaña más alta del Urubamba.
De pronto, el campeón se dio de cara con un gran puma, el rey de los pumas. A la bestia se le encrespó inmediatamente el cuello y en forma desafiante, abrió sus fauces; sus orejas y barbas se pararon y lanzó un bramido de guerra.
El mancebo vencedor del warachikuy, sacó el orgullo de su alma. Como dos fieras enfrentadas, cada uno hizo relucir sus armas. El puma enseñaba sus garras, sus dientes, su fuerza, su experiencia y astucia. El mancebo mostraba su honor, su inteligencia, su fuerza, su orgullo.
Caminaron paralelamente, entre maizales, zanjas, saltando pedrones. Se miraban fijamente. Así pasaron Urubamba, Puqrutu y Yanawara. Al no encontrar un lugar adecuado para pelear, subieron a la punta del cerro Pumawanca. Allí, después de algunos alardes bélicos se entabló la contienda. Las ramas de los árboles se rompían y caían produciendo estruendosos sonidos; el rugir del puma se escuchaba a muchas leguas. La polvareda se levantaba con gran cantidad de hojas y ramas de los árboles. La tierra se hundía con cada pisada, las piedras caían en galgas. Salía el sol y entraba el sol y el combate continuaba, Agotado por el cansancio, el puma dio un gran salto y cayó al suelo con el cuello completamente triturado.
El vencedor arribó a Yukay, portando la cabeza del puma. Tenía heridas de consideración. El campeón cambio de nombre, tomando el apelativo de puma Wañuchiq (el que mata pumas).
Mientras tanto, su padre, Pachakuteq, se encontraba conquistado otras tierras, al frente de un ejército de soldados bien armados, cuyas hazañas se conocían en todos los rincones del mundo. El contar estas hazañas exigiría un tiempo largo, como el que toman varias cosechas.
Después de su última hazaña, puma Wañuchiq se alió con su padre para conquistar nuevas tierras. Trascurrido un tiempo, marcharon juntos a la costa norte. Durante el camino, el mancebo escuchaba historias sobre los mochicas.
Estas contaban que tenían costumbres sexuales que escandalizaban a sus vecinos. Asimismo eran muy aficionados a las plantas afrodisiacas, conociendo la especie más adecuada para cada ocasión. Usaban con gran conocimiento varias variedades de una misma planta, ya sea para provocar la excitación o para anular el deseo sexual. Esto ultimó era muy empleado por los maridos que tenían que salir de viaje. Ellos se lo daban de tomar a sus mujeres para evitar la infidelidad.
Se contaba que os mochicas eran muy dados a los placeres, vivían a orillas del mar y gustaban de escuchar música, danzar y beber copiosamente. Todo esto despertó gran interés en puma Wañuchip, que ardía en deseos de llegar cuanto antes al lugar de estos hechos.
El ejército imperial realizó varias operaciones punitivas, e intentó quitar a los mochicas sus costumbres licenciosas.
Puma Wañuchiq fue encargado por su padre para imponer una férrea disciplina entre sus huestes, a fin de evitar que éstas cayeran en el relajamiento moral. Tras recorrer las ciudades moches, recogió información que lo escandalizó, pues era aceptado que los reyes moches habían practicado el homosexualismo y muchos otros vicios.
Luego, sucedió lo inesperado. El joven puma Wañuchiq se enamoró perdidamente de una joven moche. Ella era cautivadora y de gran belleza. Vestía con telas claras y brillantes que dejaban ver su semidesnudo y bien moldeado busto. Adornaba sus orejas con grandes aretes. Sus delicadas manos estaban llenas de sortijas. Sus pequeños y finos pies calzaban sandalias anaranjadas, atadas a sus esculturales piernas por hilos brillosos.
Al concluir la campaña, pese a la feroz oposición de su padre, puma Wañuchiq – contra viento y marea- trajo al Cusco a la joven moche que había cautivado su corazón. Al llegar, inmediatamente se dirigió a Yukay, con el propósito de disfrutar allí su luna de miel con la mochica. Recorrieron las orillas del rio Willkamayu y sus pueblos vecinos y, finalmente, pumaq Wañuchiq y su pareja Lit Kapuñay, acamparon en pumawanka. Mientras ellos buscaban aventuras con las que pasar bien el tiempo, las gentes del lugar los trataban con gran respeto y admiración.
El día menos pensado llegó un chaski (correo) con un mensaje para que de inmediato puma Wañuchiq se constituyera en la ciudad del Cusco, donde dirigiría un ejército que saldría a pelear contra los sublevados Chachapoyas y debería traer como trofeo las cabezas de los jefes rebeldes.
Obediente a su padre, puma Wañuchiq partió a las tierras lejanas. El viaje le demoró muchas lunas. Al fin llegó a Chachapoyas, encontrando fuerte resistencia. No sólo en este lugar era la sublevación, si no que se había extendido por otras partes. Él comprendido que le tomaría buen tiempo aplastar la rebelión y que además necesitaba refuerzos del Cusco. Pero, aprovechando el envió con los chaskis, cada luna nueva puma Wañuchiq enviaba bellos presentes a Lit Kapuñay.
La campaña militar se volvió prolongada, pues enfrentaba gran resistencia, ya que los nativos Chachapoyas defendían sus costumbres y se negaban a capitular. Varias comarcas fueron barridas de la faz de la tierra y muchas poblaciones fueron trasladadas a lugares muy lejanos.
Un día, un chaski trajo la noticia que la mochica había desaparecido de Yukay, y devolvió los presentes que le habían sido encomendados.
Concluida la guerra, el hijo predilecto del inka retornó al Cusco, llevando las cabezas de los jefes alzados,. Su padre lo recibió con grandes ceremonias y fiestas. Puma Wañuchiq había demostrado su valentía y espíritu conquistador, seria el futuro gobernante que sucedería a Pachakuteq.
Concluidas las fiestas, puma Wañuchiq se dirigió a Yukay a constatar personalmente la desaparición de su concubina. Acompañado por un grupo de sus subalternos, la buscó por Pisaq, Qoya, Lamay, Kalka, Urquillos, preguntando en todos lados a los pobladores. Alguien le contó que en Chichubamba, muy cerca de Yukay, una mujer se ocultaba en una casa alejada.
A Chichubamba (lugar de las preñadas) se dirigió puma Wañuchiq y halló a Lit Kapuñay en avanzado estado de gestación. Sacó sus cuentas, considerando los meses de separación que tenían, y llegó a la conclusión que el padre de la criatura no podía ser él, sino otro hombre. Enfurecido por la traición, sometió a torturas inauditas a la mujer infiel, demandando que le revelara el nombre de la persona con quien lo había traicionado. Pero ella no soltó una sola palabra, guardando el secreto en su corazón.
Puma Wañuchiq, en un rapto de rabia, levantó en sus poderosos brazos a la mujer y la lanzó hasta Wachaq (lago de las paridoras), que está próximo a Yukay. Ella se sumergió en las profundidades de las aguas sin dejar rastro alguno. El noble partió, con el corazón destrozado, a conquistar nuevas tierras.
Desde entonces, al lugar donde se produjeron estos hechos se le llama Yukay (lugar de los engaños).
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