ESTRELLITAS TEMBLOROSAS
(Leyenda andina de amor entre Cusicoiller y Sumajuya)
Sumajuya y Cusicoiller eran dos jóvenes aymara enamorados. Él le susurraba al oído: “Ninguna
es como tú, mi dulce Cusicoiller”. Y ella respondía: “Eres el dueño de mi corazón, Sumajuya”.
En el altiplano, el cielo de la noche es un esplendor de estrellas. Los amantes acostumbran
tenderse bajo su manto para jurarse amor y demostrar su pasión. Sumajuya y Cusicoiller ,
aprovechando la oscuridad, se daban cita secretamente...
”Mis padres me prohíben verte. Dicen que eres brujo, que sólo me harás daño. Pero yo te amo
más que a mi vida”, le decía Cusicoiller.
” ¿Ves las estrellas? Todas ésas que brillan temblorosas son las almas de novias tristes que
murieron de amor”, le decía Sumajuya.
“Yo no quiero morir. Cada día es más difícil enfrentar a mi padre. Llévame contigo”, respondía
Cusicollier. Y se estremeció pensando en su propia vida y unas lágrimas rodaron por sus
mejillas. La noche se alargaba haciéndose más oscura, y en los ojos de los enamorados, el reflejo
tembloroso de una estrella se agrandaba amenazadora.
”No temas, Cusicollier. No dejaré que mueras. Mañana, apenas se oscurezca y las sombras
cubran la tierra, huiremos a un lugar lejano. Allá seremos felices, nadie se interpondrá en nuestro
amor...”, le prometió Sumajuya.
La noche siguiente huyeron por el bosque, siguiendo el sendero que conducía hacia las afueras
del pueblo. La Uta de la familia de Cusicoiller quedaba en el camino y su perro preferido la
reconoció, empezó a ladrar y todos los moradores despertaron.
” ¡Es Cusicoiller. Está huyendo! ¡Cusicoiller, mi hija adorada, regresa a casa! Sumajuya es un
brujo!... ¡Un brujo!”.
13
La luna se ocultó para proteger a los amantes. Pero los familiares de Cusicoiller acudieron
rápidos al camino y detuvieron a los dos fugitivos. A Sumajuya le dieron una paliza, tan dura
que le dejaron desmayado y sin fuerzas. A Cusicoiller la amarraron para nunca más dejarla salir.
”Sumajuya”..., repitió la niña y la única respuesta a su llamado fue un silencio profundo. Los
amantes nunca más se volvieron a ver. Cusicoiller sollozando repetía: “Sumaj... Sumajuya”...
La niña, cada vez más triste, murió de nostalgia. Cuando Sumajuya fue a rondar la casa de su
amada, se enteró de la triste noticia. Vencido por el dolor, corrió a la pampa donde se habían
jurado amor eterno, y en medio de su llanto pudo contemplar, en la negra bóveda del cielo, una
nueva estrellita temblorosa que acababa de nacer.
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