Un viajero partió de madrugada desde Puno a Moquegua. En el camino conoció a
un joven que transitaba en la misma dirección. Se llamaba Diego. Conversaron y
luego se hicieron buenos amigos. Al ver
que el hombre llevaba provisiones para el viaje, Diego le pidió ayuda y le
dijo:
-Convídame algo de comer porque no
traje nada. Yo conozco Moquegua. Cuando lleguemos, te proporcionaré mucho
dinero.
Caminaron varios días por esas sendas
de la sierra y llegaron a Moquegua. De la cumbre observaron la ciudad.
Les gustó mucho la tranquilidad de
sus calles. El joven, que resultó ser un ratón, cumplió su palabra. Esa noche
tuvo un extraño sueño y decidió retornar.
-Yo regreso ahora mismo a mi casa, -dijo-; porque he soñado cosas muy desagradables. Tengo
miedo de que a mi familia le ocurra alguna desgracia.
Al retornar, al retornar el ratón
encontró su casa quemada y a su familia carbonizada. En la noche de San Juan Bautista, unos jóvenes
habían encendido fogatas. Y, por mala suerte, entre las matas de paja que
quemaron estaba la casa del ratón Diego. Llorando, esperó a su amigo, quien al
pasar por el camino sólo encontró un pajonal quemado.
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