EL MECHÓN DEL GORRIÓN
Era
invierno. Escaseaban los granos y gorrión sentía hambre. Su buche y su molleja
vacía, le pedía comida.
Para
conseguir alimentos, apurado, pidió
ayuda al ratón. Le prometió
pagar el doble. El ratón no quiso y el ave regresó a su
nido con el buche vacío.
Al día
siguiente, el gorrión volvió a manifestar su pedido. Visitó al ratón y le
reclamó ayuda:
-¡Ten compasión de mí!, le dijo. ¡Estoy muriendo de hambre! ¿No
te dan penas mis suplicas?
-¿Por qué
debo ayudarte? ¿Qué hacías mientras yo trabajaba? ¡Si
quieres comer, trabaja! El pichitanka volvió a su nido
sin nada. Varias veces, el gorrión,
reclamó ayuda. Pedía
prestado grano y se lo negaban. Tramitaba y no le daban. Se
sintió morir reclamó airadamente. Ya no suplicaba,
imponía, gritaba, amenazaba, demandaba atención.
-¡Si no me
das grano, traeré al gato para que te coma! Le dijo.
-¡Cantor
escandaloso!_ le contestó. Pasas tu vida trinando en los techos. Pierdes el
tiempo
Andando a
saltos, olvidándote que es necesario trabajar durante la cosecha. Cantas, por
gusto, avisando a los hombres buenas o malas noticias. Ahora, ¡toma cañiwa!
¡toma quinua…!, gritó el roedor. Le arrojó un saco y éste se quedó pegado hasta
hoy. Por eso el gorrión tiene en la cabeza ese mechón de plumas semejante a un
costal tejido con lana de llama.
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