martes, 19 de marzo de 2013


¡¡DEJENNOS DESCANSAR!!
 I BOHEMIA DE ADOLESCENCIA
El  poblado atravesaba un periodo de lenta transición hacia el progreso; por ello, la vida no  tenía  muchas novedades, los que se presentaban  tenían difusión  como en reguero de pólvora llegando a ser la comidilla de todos  cuantos tenían  o no interés  en el rumor: ¿sabías que los estudiantes ya tienen vacaciones? ¿Qué harán ahora esos vagos?... Fregarán en las calles… ¿sabías  que bzzzbzzzmmmmmmm?; Y etc. Y todos los del humano rumor chismográfico.
Se había, precisamente, iniciado el periodo de vacaciones de fin del año escolar con los consiguientes festejos y despedidas. Grupos de jóvenes  viajaban a sus lugares de origen mientas otros llegaban provenientes de la capital del departamento o simplemente de otras provincias. Las despedidas y los encuentros tenían todo el grado de emotividad y efusión. Grupos bullangueros de amigos paseaban por las calles, especialmente en horas de la tarde y de la noche; cada quien tenían muchas cosas de qué  contar: ‘’oye, la tal fulana parece que le está cuerneando al pobre…’’; y ‘’creo que mengano está  tan templado como cuerda de arpa de la ojitos lindos, que sólo falta que le coloquen un  foco en sus orejas, ya que le hace competencia al foco de alumbrado de la casa vecina;…’’ y… ‘’qué podemos decir de ti, otro camote de la Hermelinda linda, ja,ja,ja…’’ ‘’ ¡suave compadre, sin cochinear…’’!
Los temas de conversación variaban en contenido, aunque giraban en cierto modo con frecuencia en torno a las consabidas dulcineas del Toboso. La mayoría de los grupos, luego de darse unas vueltas por la Plaza de Armas y las calles aledañas, acostumbraban  a calmar su sed con unos vasos de chicha, en lugares que de por sí tenían  fama, tanto por la buena chicha como por la bondad de los dueños, quienes para tener mayor cantidad de consumidores servían  un ‘’picante’’ de cortesía, especialmente a los más constantes. Los picantes más comunes eran los ajiacos de habas, de ollucos, papas sancochadas con llatán, mote con phuspu (maíz sancochados  con habas), etc. A ello se sumaban el tan ameno juego del sapo, para lo cual los parroquianos se organizaban  en equipos y con hacerse acreedores  al premio, que generalmente consistía en sendos caporales de chicha.
Habían varias chicherías  con clientela propia; así por ejemplo donde Alcázar, que religiosamente invitaba, de entrada ‘’papawayk’u’’ (papas sancochadas con ají molido), la  chicha era muy buena y presto se agotaba.
Donde el ‘’Chusa’’ un hombre de baja estatura y de monumental  barriga, ahí invitaban mote con phuspu y ensalada de rocoto con los parroquianos.
Otro muy apreciado era el de ‘’Quintacho’’, joven de buena estatura y monumental  barriga, famoso lugar por la buena chicha, exquisitos  picantes, los partidos de casinos y los de sapo, que siempre concluían  en una bajada de cerveza o ‘’saltapatrás’’ (aguardiente con hierbas). Y otros lugares con sus propias  peculiaridades, como el ‘’latapunku’’ (puerta de lata), la ‘’P’alta muqu’’ (rodilla ancha), etc., etc., cuyos locales siempre estaban llenos.
Sin embargo la vida no para todos era color de rosa. Se había ensañado en una familia cuya señora  madre, joven aún y muy trabajadora, había contraído una terrible enfermedad  que a diario avanzaba tulliéndola,  que hasta daba la impresión de empequeñecimiento. La habían desahuciado y su familia sólo esperaba el consabido desenlace, pero con todo ello, los esfuerzos eran denotados en la búsqueda  de mitigar la enfermedad. Tenía varios hijos, entre ellos Víctor y Percy, los mayores que junto a su padre eran victimas de la desesperación.
Sonó un silbo conocido en la esquina de la calle Miller. Eran las tres de la tarde, la hora del encuentro de los amigos y por tanto de la sed.
Volvió el silbo a cortar el aire tranquilo. Se trataba sin duda de Wilbert Álvarez, cariñosamente conocido como ‘’humasapa’’ o simplemente ‘’humas’’ (cabezón), tanto por su cabeza, su cara, su chispa jocosa y su manera de ser bohemio y musiquero. Este le llamaba a Richaco (Richard Vera), su compañero y amigo de aventuras. Debían ira a darse unas vueltitas, visitar a las ‘’chicocas’’ y luego a uno de  sus sitios favoritos. Les bastaba un par de soles para unos vasos de ‘’chifón’’ (chicas) con picante y sus diestras manos para ganarle la contienda de sapo al ‘’Quintacho’’.
Justamente en la puerta del local, se encontraron con los hermanos Víctor y Percy, saludáronse siempre con bromas, jugaron un par de ruedas mientras consumían  unos vasos de chicha, luego de ello se retiraron, pues los hermanos debían estar temprano en casa  para atender a su mamá que cada vez más empeoraba. Al despedirse  quedaron para verse al día siguiente en la noche, pues siendo viernes no habría problemas  de quedarse para alegrarse con algo de música  con guitarras en ‘’ mesa pelada’’ (chiribitil donde expendían té y ponches con aguardiente, así como otras bebidas para el ánimo).


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