miércoles, 18 de julio de 2012


VENGANZA AMOROSA

Después de radicar en la ciudad de Lima, en un barrio residencial, sirviendo a la patria, buen tiempo, como parlamentario, don Luis de los Reyes retornó a su progresista hacienda de Mozobamba, en compañía  de su esposa que el destino, a manos llenas, le había puesto en el camino.
Doña Olinda de los Ríos, descendía de los antiguos gobernantes del país, tenía un escultural cuerpo, una belleza incomparable, una hermosa tez bruñida de color blanco rosado, miembros muy delicados y una linda voz. Cuando don Luis la conoció en una fiesta quedó impresionado y hechizado al instante, acaso hasta enfermo por el amor de Olinda.
Don Luis de los Reyes llegó de Lima trayendo cinco fusiles en su ampuloso equipaje. El ex parlamentario, después de descansar algunos días  en su hacienda, junto con su consorte y hacerle conocer sus dominios, llamó a cinco de sus sirvientes, a los más intrépidos  y valientes, y les ensañó a manejar las armas, y los acomodó en lugares estratégicos  de la finca, con el dedo en el gatillo, con órdenes precisas de disparar a quien se presente, si es que tuviera semblante blanco, contextura atlética  y fuese simpático. Este pequeño pelotón lo comandaba el mayordomo de la hacienda Mozobamba quien había demostrado fidelidad y disciplina al hacendado, durante su ausencia.
Después del retorno de don Luis de los Reyes de la ciudad de Lima, la situación  de la hacienda cambió, nadie podía ingresar sin su identificación  y permiso del mayordomo.
La señora Olinda pasaba todos los días recorriendo la gigantesca hacienda acompañada por un par de mozas quienes trataban de entretenerle  relatándole algunos hechos del lugar.
Don Luis de los Reyes, después  de estar algunos meses en su finca, frecuentaba la urbe del Cusco, siempre con el problema del negocio. Mientras que Olinda, como se quedaba en la finca, llegó a hastiarse de la monotonía de la vida ya que ella estaba acostumbrada a reuniones sociales y fiestas. Para romper esta situación  comenzó a frecuentar la capital de la provincia en busca de laguna distracción  o de algo que le ayude a matar el tiempo.
Un día, en la puerta de la hacienda de Mozobamba se presentó un fraile d la orden dominicana, quien frisaba  aproximadamente  los treintaicinco años de edad; era blanquiñoso y tenía contextura atlética. Dijo que traía la palabra de Dios para los dueños y trabajadores de la finca. El mayordomo y el resto de los armados, bajaron la guardia, invitaron al fraile a pasar a la inmensa casa hacienda. El religioso, después de agradecer a los custodios, ingresó con paso lento, allí se encontró con la señora Olinda de los Ríos, quien, como si  conociera  al recién  llegado, lo recibió  con mucho cariño. Los vigilantes retornaron  a sus puestos, mientras que la señora, junto con el fraile, pasaba a una de las  amplias  habitaciones de la casa hacienda.
Después de un largo tiempo, la señora Olinda salió de la habitación y se dirigió  donde el mayordomo para decirle que notifique a toda la servidumbre de la hacienda para que esa noche la confiese en la capilla y al día siguiente, después de escuchar la santa misa, comulgue.
Efectivamente, el mayordomo junto con el resto de los guardianes armados se movilizaron por la aldea notificación  a la servidumbre  para que se confiese esa noche y al día siguiente escuche la misa  y comulgue.
 Esta noticia recorrió como el viento de agosto. Esta noche, no solamente la servidumbre, llenó la hacienda, sino, también, otras personas del lugar puesto que de muchos años llegaba a la hacienda de Mozobamba un sacerdote.
Al día siguiente el patio de la casa hacienda estaba repleto de fieles. Y es que. Efectivamente. La noche anterior, el fraile se había dedicado a confesar. A más de ello, la gente clamaba el bautizo de sus hijos.
Cuando salió el sol por el horizonte, la muchedumbre  vestida con sus mejores indumentarias, aguardaba el sacerdote. Además todos ellos se encontraban en ayunas para recibir la santa comunión  después de la misa; ante esto el mayordomo se vio obligado a ir a la habitación  de la señora Olinda para suplicarle que le diga al fraile que vaya a celebrar la misa, que ya era tarde. Pero se dio con la sorpresa de que la habitación contigua donde se había alojado el sacerdote e, igualmente, la encontró vacía. El mayordomo buscó de habitación en habitación, tampoco estaban en alguna de ellas: Finalmente, llegó a la conclusión de que el fraile y la señora Olinda habían  fugado de la hacienda.
La noticia escandalizó a los campesinos, quienes no podían explicarse qué había pasado.
La noticia de la fuga d la señora Olinda con el fraile dominico traspasó los territorios de la hacienda. Don Luis se convirtió  en el desayuno, almuerzo  y cena de la gente.
Después d algunos días de ausencia llegó don Luis de los Reyes a su progresista hacienda, y al informarse de lo sucedido casi se murió de cólera y de vergüenza; sin dar cara a su servidumbre se metió en su habitación donde se puso a llorar inconsolablemente. Estaba seguro de que sus enemigos políticos  a nivel nacional se jaranearían al enterarse del engaño del que había sido victima.
¿Por qué había desaparecido la señora Olinda con el fraile, de la hacienda Mozobamba? La señora Olinda, mientras don Luis estaba parlamentando  en el congreso, había mantenido una relación amorosa clandestina con el joven y simpático aviador.
A partir de la desaparición de doña Olinda con un fraile _aviador_ cambió el mundo para don Luis, ya no salía fuera de la frontera de sus dominios, ingresó en un total ostracismo; se dedicó de lleno a hacer producir sus tierras y sus sueños de  ser, algún día, candidato a la presidencia de la república de desvanecieron.
Al final de muchos meses de retiro, don Luis de los Reyes, incrementó el número de las domésticas  de la hacienda, pero ellas tenían  que cumplir algunos requisitos: ser jóvenes, simpáticas  y aseadas. Ciertamente, tenía a su servicio muchas cocineras, lavanderas, llaveras, limpiadoras de los muebles, pero ellas no eran eternas en la hacienda, sino servían un tiempo y se retiraban; otras ocupaban sus plazas.
Lo extraño del caso era que muchas de las mujeres que salían de la hacienda  contraían nupcias pero ya no podían concebir  un hijo para sus maridos ¿Qué había  pasado con ellas? ¿Acaso habían ingresado a la hacienda en calidad de fámulas  para labrar su desgracia  por algunos reales? Sólo, una de las mujeres concibió  un hijo para el hacendado Luis de los Reyes. El niño creció criado por su padre. Pero la mujer ¡desapareció!

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