martes, 3 de julio de 2012



                                        
                                   LOS ARRIEROS DEL VALLE Y EL NINA KARRU (parte II)

                                                            LA BENICHA













Todos se arrimaron más, se envolvieron con mantas; la tenue luz del mechero y el fuego del fogón chisporrotearon, dando un ambiente macabro al entorno.
El humo del tabaco envuelto en toscas hojas de papel era denso y perfilaba a contraluz fantasmales formas que se recortan con los destellos de los constantes relámpagos.
Los truenos eran intermitentes y sacudían  de raíz las entrañas del ande. Empezó a echar agua en gotas grandes San Pedro, sin dejar de arrastrar los pellejos secos de sus bueyes, que al chocar con las estrellas del cielo sonaban: ¡roqhoqok, bumrum rum rum!, asustando a los Apus.
Ya era noche y lóbrega. Centellaba tras los cerros. Las nubes negras anunciaban tal vez una fuerte lluvia. El viento empezó a silbar y ellos reiteraban: si silba más fuerte y canta ahuyentará a la lluvia y no nos mojaremos. Les daba preocupación, pero ni modo, ya estaban acostumbrados a ello.
Por previsión salieron a tientas a asegurar más a sus acémilas y se despidieron de ellas con cariñosas palmadas en sus grupas, invitándolas a descansar, puesto que les quedaba aún  una jornada para llegar a Calca, donde en premio les llevarían a un buen wayllar para que disfrutasen de pasto fresco y dulce agua.
Se escuchó un fuerte trueno cuyo eco meció a las montañas, semejando alaridos monstruosos de los andes que hasta entonces estaban en sosiego.
_San Pidro yàsta jalando sus ch’ akisqaras- cueros secos- aurita si va urinar- comentó Nicucha; todos rieron y agregaron: sabrà chupau in el siilu.
_Nu si burlin- amonestò don Nicasio- y agregò que:  no sea cosa que el ‘’ninacarru’’ nos aparezca y nos lleve el demonio. Pues por aquí dicen que es su camino.
-¿Cùmu i sil ninacarru tayta? ¿Has vistu? ¿Has viajadu?- preguntó entre temeroso y bromista Marianucha, hermano mayor de Nikucha. Era un jovencito de 15 a 18 años, según los cálculos del padre, bien parecido a su progenitor; tenia casi su estatura, los ojos oscuros y atentos como dl águila, le decían ‘’wakañawi’’ por tenerlos grandes (ojos de buey). Era el que secundaba a su padre, ya que un dia ocuparía su lugar y conduciría su piara, tal vez con la misma maestría, pero no superándolo, porque el viejo era más  astuto que un zorro, y a èl le faltaría mucho recorrido y experiencia aún.
El viejo Nicasio dio una profunda bocanada; bebió un buen sorbo de tè macho y empezó a contar qué, cuando era aún muy niño vivía en un lugar de Yavero una tal Benicha, muy afamada por los favores que brindaba a todos cuantos se cruzaban en su camino, además muy buena potranca.
_Era buina numasia caraju, chakapis chaka (piernuda), tudus dician: puta Benicha, ch’ aran qaracha (cuero mojado). Ella si riia numàs puis y mustraba su culo. Yo dicia: cùmu nu suy grandi para adentrar caraju. Mi tayta me dicia: wiñay caraju, si quieres alcanzar la mula, purqui is sulo para bien machus, sinu si vulvirá vieja y sirá más chuma qui caña chupada y sin jugo.
La Benicha había sido una mujer joven, aunque ceñuda, era consciente de sus dote afrodisiacas, por lo que los empleaba con maestría en sus constantes festines ceremoniosas de orgia selvática.
Había sido hija sola de una pareja de q’ epiris (vendedores de chucherías) que se asentaron en la zona por ser tierras vírgenes y que muy pronto empezó a brindarles frutos.
Aún siendo tierna perdió a su padre, que accidentalmente se desbarrancó en el Yavero. Era tiempo de lluvias y el torrente del rio, no le permitió decir ni ¡Hisus –María- Jusi-Amin!.
Creció en medio de muchos sufrimientos con su madre, que, por haber consumido exceso de ‘’Mankaq’aki’’, quedo estéril. Lo cierto es que  en su ignorancia también le daba esa pócima a la Benicha que creció  más estéril que una piedra, pero con infinitas ganas de fecundizar.
Sus primeras experiencias fueron visuales, luego prácticas. Sucedieron un par de años después de la muerte de su padre. Observaba que otros q’ epiris conocidos se alojaban en su choza y hacían honor al difunto con su madre viuda.
Aún a los 10 años, recordaba ella, que no podía resistir las exhibiciones de los disfrutes de su madre, por lo que no desperdició la primera ocasión, habiéndose ganado con sudor y lágrimas un calzón de franela, que muy bien empezó a protegerla de los moscos y zancudos, que  por cierto también le tenían nerviosa y hasta cosquillosa.
Un par de años más pasó con negociados esporádicos  y otros calzones sin ningún riesgo, pero ocurrió lo que menos esperaba. Viajó su madre rumbo al pueblo sin retorno. Cuentan que otras mujeres, dolidas por los cuernos, la enviaron a pasear con don Sata para no volver más. Cosas de las tierras donde la Ley llega sólo cuando San Pedro baja el dedo.
Después también cantidad de animales, pavos, patos, gallinas, cuyes, ovejas y vacas;- los arrieros se miraban admirados aunque a oscuras, tratando de imaginar esa abundancia _cuyes, repito, como cancha- la admiración era mayor y no se cansaban de escuchar por tratarse de mujer sola- Prosiguió don Nicasio- es que por su excesivo trabajo necesitaba también mucho alimento.
-Sigue tayta, istà bunitu puis, caraju- interrumpió Marianucha.
-Ispira puis, tumari un traguitu para animarmi, ustidis también; porqui risiin vuy  vumitar la mijur- Diciendo ello bebió un gran sorbo de aguardiente y pasó el odrecillo al siguiente.
Tenia dice tratos especiales con los machiguengas de Chirumbi- prosiguió don Nicasio- que le mandaban carne seca de chimuku, de osos, de kirkinchu y otros menjuntes para elaborar sus nutritivos potajes, especialmente esos chupes de saqta de plátanos con carne de gallina, trozos de chimuku, pescado y leche, que a quienes quedaban debilitados los ponía como recién saliditos de la fabrica, listos para el servicio militar.
-¿In el cuartil también así tayta?
-¡Un sias puis susnsu, Nikucha! Yu digu más puis In il cuartil comiabamos purutu con ch’arki y pulvura numás puis; ¡jà caraju!.
Todos reían y comentaban imaginando la figura de la Benicha; Una chola exuberante; y por ello y por sus sueños bromeaban: habrá sido phiña uya fácil siki, tayta- si, hum, respondió suspirando también don Nicasio, a lo que los otros soltaron una pequeña risa acompañada de eructos y humo de tabaco.
-Mi tayta- prosiguió don Nicasio entusiasmado- a veces cuando se renegaba se iba donde la Benicha a ‘’thasnur’’ (apagar) sus penas y regresaba contento, pero sin plata; y durante una semana comía puro caldo de gallina, con chimuku y sùngaru; lo que es mi madre movía su cabeza y sin hablar sólo se lo pelaba la gallina, para que cure su terciana.- ¡Qué pindiju caraju, nuistru machula! – exclamó Marianucha.
-Todas las mujeres le odiaban, pues decían que le quitaba o ayudaba a sus maridos; pero ella se reía, les trataba de inútiles, ‘’chiri phakas’’ (frias).- !ja, ja, ja; a ella no le faltaban peones, por que todos sabían que era seca de vientre, que no podría preñarse menos tener hijos.
- Kakallau, piru jududa tambiin
 Viviría…
-Todos la visitaban- hizo un recuento de memoria- ¡hum!, los arrieros, comerciantes, manaderos, gobernado- res y los padrecitos misioneros con sacristán y todos; ¡hum!, era apreciada.
-La ginti dicia: Jisus, dimuñu warmi y si pirsignaban a su pasu; piru también si riian.
-Todos los hombres le ayudaban a trabajar su chacra- prosiguió don Nicasio- y siempre terminaban en  borrachera a punta de cañazo y sexo, después les preparaba sus famosos caldos para que estén en forma y a sus órdenes.- suspiro- ¡ay!, ¡qui mujier!
La fiesta de San Juwan, Mamacha Carmin, Turus Santus, año nuevo, karnawal y krus wilakuy, eran honrados por ella con abundantes orgias en su choza de millik’a,  ubicada a orillas del Yavero, rio donde varias veces debía bañarse para purificarse de los humanos sudores.
-Ay caraju, y lligù la fista de turus Santus- prosiguió don Nicasio- a todos como ahora les gustaba mucho, porque diario se comía lechón y se tomaba cañazo y masato. En eso llega pues un padrecito ya casi viejo, con  sus barbas blancas, phakalacha y vestido d negro como taparaku. Tenía su sacristán más joven y más fuerte y a la vista era sabido. Habían olido la fiesta de todos santos y también la fama de la Benicha.
-¿Y, tayta? ¿Qui diju il padricitu?- interrogó uno de los peones.
-Lligù puis il padricitu risandu- prosiguió con su estilo- todos lo recibieron y se alojó donde el gobernador y empezó a confesar a todos los vivos, incluso a la Benicha que al final, cuando le perdonó, le pidió que el día tres le visite a su cosa.
-Il día di la jiista- continuó- terminó de confesar a los que llegaban. Luego celebró la misa, les habló a todos severamente y les dio la santa comunión. Al final se lo llevaron al padrecito y a su sacristán para que coman harto lechón y encima cambray, masato y cañazo, habiendo quedado bien agradecidos y macerados como hijos de Roma.
-Tayta, habrán  estadu mal  al día siguiinti lus mistis… preguntaron-
-Claro puis- y continuò- al día siguiente ambos estaban con sus tripas revueltas, la cabeza turumba y todo tarwiñawis.- ja,ja,ja, ¡Hum!- prosiguió- pero con todo se los llevaron al cementerio que estaba al pie de la lomada y antes de los responsos les curaron las cabezas con un lechón de las ofrendas, porque son ‘’catùlicus, apustùlicos, rumanus’’ , y con dos juntos cantaron responsos en cada nicho y terminaron curando más la cabeza y recibiendo limosnas en dinero y gallinas.
-¡Hum! ¿qui lis parisi?- preguntó Nicasio.
-Jajai, tayta, habrán cumidu para siimpri y tragu cuntra il chichizu- apuntó Marianucha.
-Claro puis, tayta cura un sabia qui ira su última fiista de turu santus- respondió Nicasio.



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