LA FUGA DE LA AJLLA
CON EL HIJO DEL INKA
Kullku, era una bellísima joven, quien desde el momento que
fue internada en el ajllawasi (casa de las mujeres escogidas) se dedicó de
corazón a aprender: danza, canto, música. Después de algunas lunas, fue
conducida ala presencia del inka Wayna
Kapaq, la nobleza y algunos invitados,
para que demostrara las habilidades artísticas que había aprendido en el ajllawasi.
El ajllawasi era un hermoso recinto, amurallado con piedras
labradas y de buena altura, en el corazón del Qosqo –allí se encuentra el convento de Santa catalina_. Dentro había
grandes mansiones, piscinas, y jardines y arboledas; en ese lugar las bellas
jóvenes, escogidas en todo el imperio
del Tawantinsuyo, se preparaban en arte
culinario, textileria, música, danza y culto a los dioses del imperio.
Desde el momento que Willko, hijo del inka, vio a Kullku
danzar, cantar y tocar los instrumentos musicales, comenzó a frecuentar al
Ajllawasi con cualquier pretexto, para contemplar no solamente las
habilidades artísticas de Kullku, sino
también su deslumbrante hermosura.
El soberano Wayna Kapaq ya se encontraba con buenos años a
cuestas; sin embargo, pese a su vejez seguía pugnando por someter a gran parte
de los tumbesinos; pero ellos se habían confederado para seguir
resistiendo y no someterse fácilmente a
la ágida imperial de los Cusqueños.
En cierta ocasión, las mamaconas 8madres), llamaron a las ajllas (las mujeres escogidas)
para que tejieran las indumentarias del futuro gobernante del imperio, quien seria sucesor del inka Wayna Kapaq. Cada ajlla
especializada en textileria escogió una prenda. Kullku escogió el Kapaq unku (túnica) por ser la más
compleja, delicada y laboriosa que, después de algunas semanas de intenso y
paciente trabajo, entrego a la mamacona. Ésta, al contemplar
la obra de arte, quedó asombrada.
Pronto llegó la prenda a la presencia del soberano del Tawantinsuyo, quien después de contemplarla un largo rato dijo: ¡Qué maravilla de obra!
¿Quién la ha hecho?, ¡quiero conocerla para felicitarla! La mamacona regreso al
ajlla wasi para conducir a Kullku a la presencia del monarca del inkario.
Dentro del Ajllawasi
no todo era de color rosa, pues entre ellas existían serias y profundas contradicciones. Por
ejemplo: habían jóvenes que amaban la libertad; por lo que se resistían a
someterse al régimen de enclaustramiento
y disciplina que
les imponían; también surgían
entre ellas la envidia.
Pronto llegó a los oídos del inka, la buena nueva de que los tumbesinos se habían rendido ante el denuedo de la fuerza imperial. Esta
noticia hasta rejuveneció al soberano,
ya que su sueño era conquistar estas tierras para su gobierno.
Wayna Kapaq invitó a
los reyes tumbesinos para festejar la
fiesta del Inti Raymi (Fiesta del sol) y,
en vísperas de los festejos,
llegaron los reyes tumbesinos a la ciudad imperial, siendo recibidos personalmente por el inka y su séquito.
Para las fiestas del Inti Raymi, en el ajllawasi, las
mamaconas escogían a las mujeres para los servicios especiales del imperio. Por
ejemplo: algunas ajllas pasaban al servicio
del inka; otra parte se destinaban para el culto a los dioses andinos,
estas escogidas estaban obligadas a mantenerse en total celibato. Otras pasaban
a disposición de los oficiales más sobresalientes en las guerras, de los
Kurakas màs connotados y de las personalidades que favorecían al imperio.
En la víspera del Inti Raymi, la ciudad del Qosqo se llenó
de invitados y visitantes. Desde temprano,
tronaban los pututos tocados por los músicos apostados en lugares
estratégicos del burgo imperial. Después,
los danzarines, recorrieron las calles anunciando la gran fiesta del dios Sol.
Al día siguiente, muy
temprano, la gente se encontraba congregada en torno al templo del Koricancha
(Templo del Dios Sol), aguardando que el dios emerja tras la montaña
Ausangate. Por las heladas del mes de
junio, el piso estaba lleno de escarcha. La gente seguía arrodillada, cargando bultos
para recibir el primer rayo solar. El inka, sus invitados y los sacerdotes se
encontraron al pie del disco de oro que representaba al dios Sol. De pronto,
los rayos solares chocaron con el
gigantesco disco de oro, el reflejo del sol aumentó por todo el burgo imperial. Después de este
acontecimiento místico, empezó la fiesta del Sol.
Muy cerca al medio día, el inka, su esposa, hijos e
invitados se congregaron en la plaza para realizar un homenaje especial al dios Sol. Dirigía dicha ceremonia el Willaq Uma (sacerdote
mayor), quien ofrendó una llama a la deidad. Tomó la palabra del inka, después de esparcir, con dirección a los dioses, gotas de chicha
del vaso de oro. Luego habló con voz
segura, anunciando sus logros en los trabajos y el futuro político del imperio e invocó al pueblo para el trabajo. La plataforma
ceremonial estaba resguardando por el ejército imperial.
Después de esta
extraordinaria ceremonia al Sol, el inka, juntamente con sus panakas e
invitados de honor, pasaron al palacio. La suntuosidad reinaba, las paredes de
piedras pulidas estaban exornadas con figuras de oro. La muchedumbre se quedó
en la plaza a contemplar el desfile artístico de las danzas que habían llegado
de las provincias del imperio. El emperador, después de tomar asiento en el
lugar de costumbre, invitó a sentarse a sus invitados. La servidumbre sirvió
agradables potajes del imperio: Pachamankas, cuyes asados, guisos de alpaka. De
pronto, como irrumpiendo de una de las habitaciones contiguas, emergió un
conjunto de bellas danzarinas, encabezadas por Kullku, ellas danzaban al son de
las tinyas, zampoñas, quenas y otros
instrumentos musicales. Wilko, que estaba muy cerca de su padre, contemplaba con pasión a Kullku, que giraba graciosamente.
Cuando terminó el banquete y antes de empezar a beber la
chicha, Willko se retiró del
palacio, con deseos de buscar a Kullku.
Todo su pensamiento y sentimiento estaba puesto en ella ¿Acaso estaba hechizado por la belleza y la
habilidad artística del Kullku?
Al día siguiente, muy temprano, los invitados del inka partian
hacia las tierras del valle de Yukay con la finalidad de gozar del clima, belleza y frutos de este valle del
Wilkamayu.
Después de muchos
días, los reyes tumbesinos
retornaron al Qosqo. El inka para
la despedida de sus invitados preparó un
cacharpari (despedida). Nuevamente
la plaza del Qosqo se llenó de danzarines, músicos, harawis (poetas) y
gente que participaría en la despedida. Después
de las actividades protocolares de despedida.
Consistentes en discursos, banquetes, contemplación
de las danzas, y escuchar a los
poetas, el inka colmó de regalos a sus invitados; les colgaba del hombro a la
cintura un silwi, mazorcas de maíz de
oro, figuras artísticas y, por último,
entregó ajllas a cada invitado. Kullku
estaba destinada para servir al rey principal de Tumbes pero, minutos antes, la
bella mujer desapareció en compañía de Wilko.
A la muerte de Wayna Kapaq, Wilko asumió la conducción del impero, con el nombre de
Waskar. Antes de ser coronado con la maskaipacha, se vistió con el kapaq unku (túnica de nobleza) que tejió Kullku con pasión y amor.
El inka Waskar jamás pudo olvidar a Kullku, la figura
hermosa que cautivó su corazón.

No hay comentarios:
Publicar un comentario