lunes, 11 de junio de 2012


LA FUGA DE LA AJLLA CON EL HIJO DEL INKA
Kullku, era una bellísima joven, quien desde el momento que fue internada en el ajllawasi (casa de las mujeres escogidas) se dedicó de corazón a aprender: danza, canto, música. Después de algunas lunas, fue conducida ala presencia  del inka Wayna Kapaq,  la nobleza y algunos invitados, para que demostrara las habilidades artísticas que había aprendido en el ajllawasi.
El ajllawasi era un hermoso recinto, amurallado con piedras labradas y de buena altura, en el corazón del Qosqo –allí se encuentra  el convento de Santa catalina_. Dentro había grandes mansiones, piscinas, y jardines y arboledas; en ese lugar las bellas jóvenes,  escogidas en todo el imperio del Tawantinsuyo, se preparaban  en arte culinario, textileria, música, danza y culto a los dioses del imperio.
Desde el momento que Willko, hijo del inka, vio a Kullku danzar, cantar y tocar los instrumentos musicales, comenzó a frecuentar al Ajllawasi con cualquier pretexto, para contemplar no solamente las habilidades  artísticas de Kullku, sino también su deslumbrante hermosura.
El soberano Wayna Kapaq ya se encontraba con buenos años a cuestas; sin embargo, pese a su vejez seguía pugnando por someter a gran parte de los tumbesinos; pero ellos se habían confederado para seguir resistiendo  y no someterse fácilmente a la ágida imperial de los Cusqueños.
En cierta ocasión, las mamaconas 8madres),  llamaron a las ajllas (las mujeres escogidas) para que tejieran las indumentarias   del futuro gobernante  del imperio, quien seria sucesor  del inka Wayna Kapaq. Cada ajlla especializada  en textileria escogió  una prenda. Kullku escogió  el Kapaq unku (túnica) por ser la más compleja, delicada y laboriosa que, después de algunas semanas de intenso y paciente trabajo, entrego a la mamacona. Ésta, al  contemplar  la obra de arte,  quedó asombrada. Pronto llegó  la  prenda a la presencia  del soberano del Tawantinsuyo,  quien después de contemplarla  un largo rato dijo: ¡Qué maravilla de obra! ¿Quién la ha hecho?, ¡quiero conocerla para felicitarla! La mamacona regreso al ajlla wasi para conducir a Kullku a la presencia del monarca del inkario.
 Dentro del Ajllawasi no todo era de color rosa, pues entre ellas existían  serias y profundas contradicciones. Por ejemplo: habían jóvenes que amaban la libertad; por lo que se resistían a someterse  al régimen de enclaustramiento  y disciplina  que  les imponían;  también surgían entre ellas la envidia.
Pronto llegó a los oídos del inka, la buena nueva  de que los tumbesinos  se habían rendido  ante el denuedo de la fuerza imperial. Esta noticia  hasta rejuveneció  al soberano,  ya que su sueño era conquistar estas tierras para su gobierno.
Wayna Kapaq invitó  a los reyes tumbesinos para festejar  la fiesta del Inti Raymi (Fiesta del sol) y,  en vísperas de los festejos,  llegaron los reyes tumbesinos a la ciudad imperial, siendo  recibidos personalmente  por el inka y su séquito.
Para las fiestas del Inti Raymi, en el ajllawasi, las mamaconas escogían a las mujeres para los servicios especiales del imperio. Por ejemplo: algunas ajllas pasaban al servicio  del inka; otra parte se destinaban para el culto a los dioses andinos, estas escogidas estaban obligadas a mantenerse en total celibato. Otras pasaban a disposición  de los oficiales  más sobresalientes en las guerras, de los Kurakas màs connotados y de las personalidades que favorecían al imperio.
En la víspera del Inti Raymi, la ciudad del Qosqo se llenó de invitados y visitantes. Desde temprano,  tronaban los pututos tocados por los músicos apostados en lugares estratégicos  del burgo imperial. Después, los danzarines, recorrieron las calles anunciando la gran fiesta del  dios Sol.
 Al día siguiente, muy temprano, la gente se encontraba congregada en torno al templo del Koricancha (Templo del Dios Sol), aguardando que el dios emerja tras la montaña Ausangate.  Por las heladas del mes de junio,  el piso estaba lleno de escarcha.  La gente seguía arrodillada, cargando bultos para recibir el primer rayo solar. El inka, sus invitados y los sacerdotes se encontraron al pie del disco de oro que representaba al dios Sol. De pronto, los  rayos solares chocaron con el gigantesco disco de oro, el reflejo del sol aumentó  por todo el burgo imperial. Después de este acontecimiento  místico, empezó  la fiesta del Sol.
Muy cerca al medio día, el inka, su esposa, hijos e invitados se congregaron en la plaza para realizar un homenaje  especial al dios Sol. Dirigía  dicha ceremonia el Willaq Uma (sacerdote mayor), quien ofrendó una llama a la deidad. Tomó la palabra del inka,  después de esparcir,  con dirección a los dioses, gotas de chicha del  vaso de oro. Luego habló con voz segura, anunciando sus logros en los trabajos y el futuro político  del imperio e invocó  al pueblo para el trabajo. La plataforma ceremonial estaba resguardando por el ejército imperial.
Después de  esta extraordinaria ceremonia al Sol, el inka, juntamente con sus panakas e invitados de honor, pasaron al palacio. La suntuosidad reinaba, las paredes de piedras pulidas estaban exornadas con figuras de oro. La muchedumbre se quedó en la plaza a contemplar el desfile artístico de las danzas que habían llegado de las provincias del imperio. El emperador, después de tomar asiento en el lugar de costumbre, invitó a sentarse a sus invitados. La servidumbre sirvió agradables potajes del imperio: Pachamankas, cuyes asados, guisos de alpaka. De pronto, como irrumpiendo de una de las habitaciones contiguas, emergió un conjunto de bellas danzarinas, encabezadas por Kullku, ellas danzaban al son de las tinyas, zampoñas, quenas y  otros instrumentos musicales. Wilko, que estaba muy cerca  de su padre, contemplaba  con pasión a Kullku, que giraba graciosamente.
Cuando terminó el banquete y antes de empezar a beber la chicha, Willko se retiró  del palacio,  con deseos de buscar a Kullku. Todo su pensamiento y sentimiento estaba puesto en ella ¿Acaso  estaba hechizado por la belleza y la habilidad artística  del Kullku?
Al día siguiente, muy temprano, los invitados del inka partian hacia las tierras del valle de Yukay con la finalidad de gozar del  clima, belleza y frutos de este valle del Wilkamayu.
Después  de muchos días, los reyes tumbesinos  retornaron  al Qosqo. El inka para la despedida de sus invitados preparó un  cacharpari (despedida). Nuevamente  la plaza del Qosqo se llenó de danzarines, músicos, harawis (poetas) y gente que participaría en la despedida.  Después de las actividades protocolares de  despedida.  Consistentes  en discursos, banquetes,  contemplación  de las danzas,  y escuchar a los poetas, el inka colmó  de regalos a  sus invitados; les colgaba del hombro a la cintura un silwi,  mazorcas de maíz de oro, figuras artísticas y,  por último, entregó  ajllas a cada invitado. Kullku estaba destinada para servir al rey principal de Tumbes pero, minutos antes, la bella mujer desapareció en compañía de Wilko.
A la muerte de Wayna Kapaq, Wilko asumió  la conducción del impero, con el nombre de Waskar. Antes de ser coronado con la maskaipacha, se vistió  con el kapaq unku (túnica de nobleza)  que tejió Kullku con pasión y amor.
El inka Waskar jamás pudo olvidar a Kullku, la figura hermosa que cautivó  su corazón. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario