jueves, 14 de junio de 2012


LA APARICIÓN DEL DIOS WIRAQOCHA
En tiempos antiguos, cuando la tierra ya se había llenado de animales, plantas y grupos humanos, una fecha que la historia registra, apareció en la comunidad de Rajchi, _comprensión  del distrito de San Pedro, provincia de Kanchis,  región Cusco_ un hombre alto de piel blanca, muy bien parecido, pero completamente exánime por el cansancio y el hambre; cubría su robusto cuerpo una túnica tejida con lana fina de vicuña que le alcanzaba hasta los tobillos; calzaba unas ojotas.  Su cabellera ondulante le bajaba hasta el hombro. Su frente y sus sienes estaban ceñidas por una corana brillante de color dorado. Con su mano derecha Asia un báculo largo y de regular grosor. Con todo ellos tenia una expresión y un aspecto que  resultaban desconocidos en aquella zona.
Al ver la figura tan extraña de este Wiraqocha (Señor), los pobladores de Rajchi se exasperaron. De inmediato lo rodearon para atacarlo con liwis, hondas, palos con puntas aguzadas y otras armas ofensivas  que ellos poseían. Wiraqocha, los miró severa y paternalmente. Ante semejante mirada los atacantes no se  atrevieron a violentarlo, más bien comenzaron a soplar sus pututos guerreros llamando a más lugareños. Luego de un breve tiempo el lugar se llenó de gente, que, con las armas en mano y gritando comenzaron a cercar al extraño personaje.
De pronto el gran señor percibió que las piedras disparadas por las temibles hondas, rasgaban el aire y cada vez  cruzaban más cerca de su cabeza. Al verse rodeado y atacado, lentamente y con suma tranquilidad levantó su cayado con dirección a la montaña de Kinchata (tres colinas juntas) y súbitamente la tierra tembló; y el volcán Kinsachata erupcinò  y vomitando gran cantidad de lava, produciendo un ruido aterrador; para completar la tragedia la zona se oscureció. Fenómenos como éstos jamás habían sido vistos ni oídos por estos lares. Los atacantes espantados fugaron a cualquier parte en busca de refugio.
Lo ocurrió al pueblo de Rajchi llegó a oídos del inka Pachakuteq, quien de inmediato organizó y encabezó a una gran brigada de auxilio. Pronto llegaron al pueblo gran cantidad de soldados cargados de ropas y alimentos secados de las qolqas (depósitos estatales). El inka vio, con sus propios ojos, la desgracia no solamente de Rajchi si no también de los pueblos aledaños. Así mismo escucho con lujo de detalles, la boca de uno de los lugareños, la historia de la aparición  del  dios Wiraqocha, quien había castigado a estos pobladores porque habían querido atacarlo y matarlo. Pachakuteq,  al escuchar este relato, recordó su sueño en el que se le apareció el dios Wiraqocha vestido de blanco para decirle:_ Pachakuteq yo soy el dios del mundo, soy el ser, el señor, el creador del universo. El Sol y la Luna no son tus dioses. A mi debes adorarme.
El soberano, después de auxiliar a los pobladores damnificados, ordenò a sus lugartenientes para que construyan un templo dedicado al dios Wiraqocha.
De pronto la zona de Rajchi comenzó a llenarse de hombres procedentes de Kanas, Kanchis, Chumbivilcas , Acomayo y Quispicanchi, quienes bajo la dirección de los  subalternos del inka, retiraron las grandes cantidades de piedras volcánicas, que estaban en el lugar, producto de la reciente erupción del volcán Kinsachata. Luego, en grupos, partieron hacia la montaña de  Aukisa, con la finalidad de canalizar las aguas del manante de  Inkapuquio  (puquial del inka) y traerles hacia la pampa de Rajchi, puesto que  ésta carecía de agua. Después de una sacrificada labor, acaso de años, por fin las aguas llegaron a Rajchi y se depositaron en una cuenca que los hombres habían preparado, la cual estaba constituida por varias construcciones en forma de media luna, cuyos pisos habían sido empedrados  y cuyas paredes también eran de piedra cuidadosamente trabajada.
Posteriormente construyeron unos hermosos baños igualmente de piedra, con la diferencia, en este caso,  de que el material fue pulido artísticamente. Cuando culminaron los trabajos preliminares,  de limpieza y dotación de agua, procedieron con la construcción de muchos recintos y qolqas de formas cilíndricas con techos de paja, luego la plataforma ceremonial y el cuartel. Por último se construyó  el inmenso templo dedicado al dios Wiraqocha cuyas paredes tiene una altura de 12 metro, las bases de éstas son muros de grandes bloques de piedra pulida. Encima de estas bases, completan las paredes  muros construidos con grandes adobes de barro. Cada adobe tiene un metro de largo. El templo tiene, además, 22 columnas de forma cilíndrica, 11 en cada lado y una pared base al medio para soportar el techo de paja.
El inka Pachakuteq llamo a los más renombrados artistas del imperio para que elaboren la efigie del dios Wiraqocha con cabeza de oro y cuerpo de piedra fina. Esta imagen seria colocada el día de la de la inauguración del tempo en el altar mayor.
Concluida la construcción de la escultura, que pesaba muchas toneladas, fue trasladad desde la ciudad del Qosqo hasta Rajchi en una gigantesca anda, en hombros de cientos de hombres. El  inka acompañó  el traslado, junto con la panaka real y su ejército. A los tributos necesarios; puestos que de esta manera el inka oficializó el culto a este nuevo dios.
El dia de la inauguración del templo, hubo una gran movilización  en todo el Tawantinsuyo , Cuando pachakuteq llegó muy cerca de Rajchi, percibió que el templo que había mandado construir no estaba cercado; entonces ordenó a sus ejercito  que construyera una muralla de unos 5 kilómetros de longitud, 2.50 metros de ancho y tres metros de altura. Después de este trabajo arduo, Rajchi se convirtió  en un centro ceremonial de primer orden dedicado al dios Wiraqocha.
Hoy, los restos de este templo esperaban a los visitantes que deseen admirar su belleza y monumentalidad y así conocer mejor la historia y la cultura del Tawantinsuyo y a sus forjadores.

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