LA APARICIÓN DEL DIOS
WIRAQOCHA
En tiempos antiguos, cuando la tierra ya se había llenado de
animales, plantas y grupos humanos, una fecha que la historia registra,
apareció en la comunidad de Rajchi, _comprensión del distrito de San Pedro, provincia de Kanchis, región Cusco_ un hombre alto de piel blanca,
muy bien parecido, pero completamente exánime por el cansancio y el hambre; cubría
su robusto cuerpo una túnica tejida con lana fina de vicuña que le alcanzaba
hasta los tobillos; calzaba unas ojotas. Su cabellera ondulante le bajaba hasta el
hombro. Su frente y sus sienes estaban ceñidas por una corana brillante de
color dorado. Con su mano derecha Asia un báculo largo y de regular grosor. Con
todo ellos tenia una expresión y un aspecto que
resultaban desconocidos en aquella zona.
Al ver la figura tan extraña de este Wiraqocha (Señor), los
pobladores de Rajchi se exasperaron. De inmediato lo rodearon para atacarlo con
liwis, hondas, palos con puntas aguzadas y otras armas ofensivas que ellos poseían. Wiraqocha, los miró severa
y paternalmente. Ante semejante mirada los atacantes no se atrevieron a violentarlo, más bien comenzaron
a soplar sus pututos guerreros llamando a más lugareños. Luego de un breve
tiempo el lugar se llenó de gente, que, con las armas en mano y gritando
comenzaron a cercar al extraño personaje.
De pronto el gran señor percibió que las piedras disparadas
por las temibles hondas, rasgaban el aire y cada vez cruzaban más cerca de su cabeza. Al verse
rodeado y atacado, lentamente y con suma tranquilidad levantó su cayado con
dirección a la montaña de Kinchata (tres colinas juntas) y súbitamente la
tierra tembló; y el volcán Kinsachata erupcinò y vomitando gran cantidad de lava, produciendo
un ruido aterrador; para completar la tragedia la zona se oscureció. Fenómenos
como éstos jamás habían sido vistos ni oídos por estos lares. Los atacantes
espantados fugaron a cualquier parte en busca de refugio.
Lo ocurrió al pueblo de Rajchi llegó a oídos del inka
Pachakuteq, quien de inmediato organizó y encabezó a una gran brigada de
auxilio. Pronto llegaron al pueblo gran cantidad de soldados cargados de ropas
y alimentos secados de las qolqas (depósitos estatales). El inka vio, con sus
propios ojos, la desgracia no solamente de Rajchi si no también de los pueblos
aledaños. Así mismo escucho con lujo de detalles, la boca de uno de los
lugareños, la historia de la aparición
del dios Wiraqocha, quien había
castigado a estos pobladores porque habían querido atacarlo y matarlo.
Pachakuteq, al escuchar este relato,
recordó su sueño en el que se le apareció el dios Wiraqocha vestido de blanco
para decirle:_ Pachakuteq yo soy el dios del mundo, soy el ser, el señor, el
creador del universo. El Sol y la Luna no son tus dioses. A mi debes adorarme.
El soberano, después de auxiliar a los pobladores
damnificados, ordenò a sus lugartenientes para que construyan un templo
dedicado al dios Wiraqocha.
De pronto la zona de Rajchi comenzó a llenarse de hombres
procedentes de Kanas, Kanchis, Chumbivilcas , Acomayo y Quispicanchi, quienes
bajo la dirección de los subalternos del
inka, retiraron las grandes cantidades de piedras volcánicas, que estaban en el
lugar, producto de la reciente erupción del volcán Kinsachata. Luego, en
grupos, partieron hacia la montaña de
Aukisa, con la finalidad de canalizar las aguas del manante de Inkapuquio
(puquial del inka) y traerles hacia la pampa de Rajchi, puesto que ésta carecía de agua. Después de una
sacrificada labor, acaso de años, por fin las aguas llegaron a Rajchi y se
depositaron en una cuenca que los hombres habían preparado, la cual estaba
constituida por varias construcciones en forma de media luna, cuyos pisos
habían sido empedrados y cuyas paredes
también eran de piedra cuidadosamente trabajada.
Posteriormente construyeron unos hermosos baños igualmente
de piedra, con la diferencia, en este caso,
de que el material fue pulido artísticamente. Cuando culminaron los
trabajos preliminares, de limpieza y
dotación de agua, procedieron con la construcción de muchos recintos y qolqas
de formas cilíndricas con techos de paja, luego la plataforma ceremonial y el
cuartel. Por último se construyó el
inmenso templo dedicado al dios Wiraqocha cuyas paredes tiene una altura de 12
metro, las bases de éstas son muros de grandes bloques de piedra pulida. Encima
de estas bases, completan las paredes
muros construidos con grandes adobes de barro. Cada adobe tiene un metro
de largo. El templo tiene, además, 22 columnas de forma cilíndrica, 11 en cada
lado y una pared base al medio para soportar el techo de paja.
El inka Pachakuteq llamo a los más renombrados artistas del
imperio para que elaboren la efigie del dios Wiraqocha con cabeza de oro y
cuerpo de piedra fina. Esta imagen seria colocada el día de la de la
inauguración del tempo en el altar mayor.
Concluida la construcción de la escultura, que pesaba muchas
toneladas, fue trasladad desde la ciudad del Qosqo hasta Rajchi en una
gigantesca anda, en hombros de cientos de hombres. El inka acompañó
el traslado, junto con la panaka real y su ejército. A los tributos
necesarios; puestos que de esta manera el inka oficializó el culto a este nuevo
dios.
El dia de la inauguración del templo, hubo una gran
movilización en todo el Tawantinsuyo ,
Cuando pachakuteq llegó muy cerca de Rajchi, percibió que el templo que había
mandado construir no estaba cercado; entonces ordenó a sus ejercito que construyera una muralla de unos 5 kilómetros
de longitud, 2.50 metros de ancho y tres metros de altura. Después de este
trabajo arduo, Rajchi se convirtió en un
centro ceremonial de primer orden dedicado al dios Wiraqocha.
Hoy, los restos de este templo esperaban a los visitantes
que deseen admirar su belleza y monumentalidad y así conocer mejor la historia
y la cultura del Tawantinsuyo y a sus forjadores.

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