miércoles, 27 de junio de 2012


FRUSTRACIONES

Frisaba aproximadamente los cuarentitantos años de edad, pese a ello, siempre quería aparecer como el hombre más joven del lugar. En sus momentos de solaz se dedicaba a depilarse las canas que empezaban a brotar en su barbilla, con un espejo en la mano y muy bien sentado en el patio de su casa. Al terminar repetía filosóficamente:
‘’Vida que te has de acabar mujer que te has de quedar’’. Estas frases las había aprendido de las autoridades del distrito de Ongoy, cuando empezó a juntarse con ellos.
Rómulo Palomino había retornado a su tierra natal desde la Capital de la República con el oficio del fotógrafo. Al poco tiempo instaló su estudio en Comunpampa, pueblo intermedio entre las poblaciones rivales de Waqhana y Ongoy. A l poco tiempo, sin  competencia, se llenó de dinero, debido, especialmente, a que en  los meses de marzo y abril fotografiaba a todos los estudiantes para que pudieran matricularse. En efecto, Rómulo, como le iba muy bien en el negocio, comenzó  a contratar  a una y a otra secretaria para que atendiera  bien a la clientela. Ongoy es un distrito de la provincia de Chincheros enclavado en los Andes del Sur. Su población, de regular proporción, se dedica a la agricultura y ganadería. A este pueblo aún no le ha llegado la carretera, por ello, sus pobladores pugnan por construir la vía carrozable desde el lejano distrito de Ocobamba.
Cuando los maizales estaban macollando y la lluvia empezaba a caer, los estudiantes del Colegio José María Flores aguardaban  con premura el fin de año para marcharse a Lima y trabajar los tres meses de vacaciones. Al regreso, con el dinero ahorrado, se proveerían de su uniforme y  útiles escolares.
La madre de Rómulo, anciana, encorvada y rugosa, seguía martilleando a su hijo, en las horas de la comida:
_Hijito, quiero verte casado. Así, si voy a morir tranquila; quiero dejarte con tu esposa e hijos.
Sin embargo, Rómulo Palomino más se dedicaba a cambiar ‘’secretarias’’ cada cierto tiempo.
En todo el tiempo de su estancia al fotógrafo jamás se le había visto comiendo en un restaurante, para viajar a la capital de la provincia solamente cargaba un poco de cancha con queso; para calmar su sed, prefería el agua de los caños de los parques de la pequeña urbe. Cuando deseaba jaranear cargaba su maquina fotográfica y hacia de ella un pase para ingresar a cualquier fiesta, con el cuento de fotografiar a la concurrencia; así, los dueños de la casa se sentían obligados a invitarle a atenderlo. Finalmente, Rómulo Palomino, para vestir no tenia nunca ropa nueva, siempre con la misma, aunque estuviera  muy usada.
En pocos años, de trabajo, no sólo tenía el estudio fotográfico sino también establecimiento de mercaderías y bebidas. Con riqueza, Rómulo, ya no caminaba en el suelo, ahora flotaba en las nubes. Pero, la gente que le conocía murmuraba de él: ‘’Este cholo pata rajada hasta dónde se ha subido’’. En este ir y venir a Chincheros conoció a las autoridades provinciales y con obsequios de gallinas, carneros, chanchos, etc,. Trabó amistad con el Subprefecto.
Esta relación le permitió obtener el cargo el cargo de Gobernador del distrito de Ongoy. La gente murmuraba su ascenso basado en su, riqueza. Pero, Rómulo Palomino, empezaría a ser semejante a las otras autoridades del distrito: petulante y orgulloso. En sus  manos, muchas veces, estaría la situación judicial de algunas personas. En Ongoy obtenía justicia solamente la persona que tenia dinero, al pobre le esperaba la cárcel  o la multa.
Por fin, Rómulo, determinó casarse, y cumplir el deseo de su madre. Para tal efecto, debía escoger a la mujer que seria su esposa. La selección la hizo entre las muchas fotografías  que guardaba, en especial las de colegialas. Estaba seguro que quien fuera la escogida la iba a aceptar debido a su cargo de autoridad y a su riqueza. La privilegiada fue Marina Casani, joven de bellos encantos, estudiante del colegio.
El Gobernador aguardó impaciencia  el fin de año para pedir su mano. Aunque empezó a propiciar las mejores condiciones para su propósito, cuyo resultado  no dudaba. Concurría, como siempre, al colegio y fotografiaba a Marina y a la vez la invitaba a su establecimiento. Mas, ella, se dio cuenta de las intenciones del fotógrafo y como a su juventud no le impactaba su autoridad ni su dinero, en vez de sentirse atraída le cayó antipático y hasta llegó a sentir asco por él.
Finalmente, llegó el día esperado para cumplir su deseo y como se había dado cuenta que no había logrado atraer a la muchacha, decidió conseguir a Marina a la usanza de los antiguos campesinos. Es decir, pedir su mano directamente a los padres, sin el consentimiento de ella. En consecuencia, el gobernador, hizo matar varias aves y cuyes, y preparar chicha en abundancia.
Eran fines del mes de diciembre y, en compañía de parientes y amistades, el fotógrafo, acudió a la casa de los padres de Marina a cumplir su propósito. La madre de Rómulo se quedó preparando los mejores ambientes para recibir a la nuera. Qué no hacia para que ella se sintiera halagada: aseaba la casa de rincón a rincón, preparaba los mejores potajes.
Casi al amanecer Rómulo logró la aceptación de don Jerónimo, padre de Marina. Desde ese instante, por la felicidad de la nueva pareja, empezó  la celebración general.
Los vecinos se aunaron también a la fiesta. Solo Marina lloraba, su tristeza era grande, y por más que el fotógrafo le ofrecía el oro y el moro no lograba arrancar de ella una mínima sonrisa. Cuando, finalmente, el sol se retiro del cielo azul, don Jerónimo entregó a su hija en manos del Rómulo Palomino para que se la lleve definitivamente. El matrimonio seria posteriormente, luego de convivir y comprenderse, al estilo de los ancestros de don Jerónimo.
El fotógrafo traía a su paloma sobre en anca de caballo, el resto de los acompañantes bajaban de Cuchucusma a pie, hacia Onqoy,  muy ebrios  y cantando la felicidad del acontecimiento.
La madre de Rómulo, ¡con qué deseos esperaba abrazar a su nuera! Las velas esperaban prendidas en todas las habitaciones, en señal de  bienvenida. Pero la gente que los conocían murmuraba que no era la primera vez que pedía a una mujer. Ya  había sucedido lo mismo en otros pueblos y luego de convivir un tiempo las echaba a la calle.
La pareja llegó a la casa, la anciana abrazó a la nuera y la invitó amorosamente a pasar. Pero como todo el día habían comido y tomado no aceptaron los alimentos que ella había preparado. Solo algunos actos protocolares y Rómulo condujo ansioso a su estudiante al dormitorio dispuesto a pasar la primera noche.
La alcoba se hallaba ubicada tras de la tienda, era amplia y entre otras cosas albergaba  un catre de doble plaza. Al costado de la cabecera estaba una mesita de noche y sobre ellas una radio portátil encendida que propalaba un hermoso wayno que decía:
‘’Que se vaya, que se retire chay urpi
Estoy buscando con el corazón herido’’.
Mariana al escuchar suspiró con profunda nostalgia y con gran dificultad se sentó a orillas del catre nupcial. Rómulo, más amoroso que nunca, procuraba brindarle todas las atenciones.
Ella se mantenía indiferente, pero, el súbito, cambio su semblante y hasta llegó a sonreír, preguntando:
_Amor, ¿dónde queda tu corral?
Rómulo Palomino comprendió perfectamente la necesidad fisiológica de Marina a quien, luego de indicarle el camino, le entregó una linterna de mano y una radio, y se sentó sobre la cama esperando su retorno.
A todo volumen la radio seguía propalando sus waynos desde el corral, terminaba uno proseguía otro y no había cuando retorne ella. Después de una larga espera Rómulo decido salir en su búsqueda y se encontró solo con la radio que, tras de la puerta, seguía sonando. Grito a todo pulmón llamándola, la respuesta fue el silencio.
Al día siguiente, Marina Casani, iniciaba su luna de miel en brazos de su amado Mario Solar, quien le había rescatado del corral del Gobernador. Mientras pedían su mano y celebraban comiendo y tomando ella había acordado su fuga mediante cartas con su enamorado.

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