EL TORO ENCANTADO
En una comunidad lejana y pobre, un labriego vivía con su
familia, en un modesto bohío con techo
de ichu, paredes de piedra y tierra muy bien apelmazada. Para sostener a sus
menores hijos se dedicaba, exclusivamente, a labrar la tierra y ampliar la
frontera agrícola en los roquedales contiguos armando pequeñas andenerías con piedras. Cómo soñaba con tener una
vaquita, puesto que tenía un poco de pasto en el canto de sus chacras. Por
cumplir con su sueño se privaba hasta de su alimento para ahorrar un poco de
dinero. Por fin, el sacrificio fue coronado con la compra de una criita de color azabache. Qué no hacia el labriego para alimentar al
cuadrúpedo, traía pasto de lugares lejanos
e incluso le daba restos de comida de la casa.
De pronto a la criita le comenzaron a crecer hasta los
cachos, y en medio de su frente le apareció una estrellita blanca. La vaquita
brillaba a la distancia, y era tan mansita
que en las noches no era necesario amarrarla; sin embargo, el agrario,
tras de su casa, le edificó un corral, con techo de paja, para que duerma
en él y, junto al corral, construyó una pequeña habitación para guardar el
pasto.
Un día, la Reina, que así llamaron a la vaca, apareció con un toro mostrenco y extraño de la puna.
Nunca se le había visto por estos lares a este gigante toro negro, de enormes
cuernos y grueso cogote. Parece que salió de las profundidades de la laguna de
Sunturqocha ya que su cuerpo completamente limpio brillaba a la distancia.
El dueño y su familia saltaron de
alegría al darse cuenta que la vaca estaba preñada; y le pusieron especial
atención a la hermosa Reina.
En efecto, sin cansarse, todos los días miraban las ubres y
la panza de la vaca que se desarrollaba
aceleradamente. La vaca empezó a engordar
y también a consumir mayor cantidad de forraje. La familia del
labriego soñaba tomar leche en el
desayuno todas las mañanas.
Por fin, una noche, a plena luz de la bella luna, Reina parió un hermoso ternero de color cárdeno. Tenía en la panza derecha
dibujado, sobre un fondo blanco, un corazón, Aquella noche, para la esposa e
hijos, fue inolvidable, por la alegría y emoción no pudieron dormir. Al día siguiente, muy
temprano, cuando se levantaron de sus lechos, encontraron a Reina muy cariñosa
y vigilante lamiendo con placer el cuero fino de sus criita; a su vez el
ternerito pugnaba por pararse, sus débiles piernas aún no estaban acostumbradas a hacerlo. La familia del agricultor no se cansaba
de mirar a los animales, pero lo que más les llamaba la atención era cómo el ternerito se empeñaba en coger uno de los pezones de la
vaca para succionar la leche.
Después de algunos días, la familia del labriego ya tenía
leche, su sueño se había cristalizado. Ellos se acostumbraron a consumir,
religiosamente, leche en el desayuno, pero como les sobraba algo don Nicolás
la obsequiaba a sus vecinos para que éstos
prueben la leche de sus vaca. Los beneficiarios le retribuían con
pequeñas porciones de forraje, incluso le dijeron que podía amarrar a la
vaquita en los cantos de las chacras de cada uno de ellos.
El agricultor soñaba que en unos tres años más tendría un toro ternero para arar sus
tierras, y ya no se rompería el lomo
removiendo la tierra con pico. Don Nicolás, en reunión de familia, le puso el
nombre de Campeón al crio de la vaca. El
ternerito, prematuramente, aprendió a
comer todo tipo de comida, también,
empezó a engordar y crecer. La gente comentaba que Campeón era un animal
fuera de lo común por su
docilidad, tamaño y belleza. Cuando le llamaban por su nombre seguía a sus
dueños y todavía respondía con bramidos
extraños. El torete siempre estaba tras de sus dueños como un perro dócil; se
dejaba tocar con cualquier persona. Cuando le llevaban a las riberas de las
chacras no causaba ningún daño solamente de dedicaba a comer el pasto que le
ofrecían. La vaca madre dormía en el corral, mientras que Campeón en una habitación contigua. Do Nicolás, obligado por las
circunstancias, comenzó a cultivar pasto para mantener a los vacunos.
Para sorpresa y alegría del labriego, prematuramente antes
de que se cumpla un año de su parición, la vaca entró nuevamente en celo, entonces comenzó a buscar un toro de
sus vecinos con el cual Reina pueda parearse. Después de algunos días la vaca
estaba preñada, otra vez; don Nicolás la dejó de ordeñar para no debilitarla.
Campeón, empezó a
tomar más cuerpo y su piel brillaba a la
distancia, la figura de su panza se había convertido en la representación
perfecta de u corazón, el órgano del
amor; pero sus cachos no se le desarrollaban como al resto de los toretes del
lar, eran mas pequeñas y finos, de color negro. Para èl no había comida sucia,
todo lo que era pasto lo consumía con voracidad. De pronto el cogote del Campeón desarrolló como una montaña y para remate aprendió a mugir pero sus mugidos
tenían un sonido telúrico. Cuando escarbaba con sus patas delanteras hacia
grandes huecos a la tierra, luego frotaba
contra el piso su lomo y sus cuernos como desafiando a cualquier enemigo. Pese a que Campeón era tierno, ningún toro de los vecinos osaba desafiarlo para una pelea, acaso por su tamaño gigante.
Una noche de luz, la vaca nuevamente alumbraba un hermoso
ternero, pero muy diferente a Campeón. El recién nacido era de color negro, más
delgado y de menor tamaño que su hermano. Los dueños, nuevamente, se
regocijaron por el advenimiento de una nueva criita. Esta vez, también, se
reunieron en consejo de familia para acordar el nombre del recién llegado.
Decidieron llamarlo Pepe.
Campeón, por este cambio de situación, paso a ocupar un
nuevo establo, pero tenia que pernoctar amarrado; lo amarraban de sus pequeños
cuernos a un horcón sólido .Su
sitio fue ocupado por su hermano menor. El dueño nuevamente soñaba, esta
vez ya no con un solo toro sino con dos: ¡Una yunta de toros trabajadores para
arar sus tierras. También podría alquilarla a sus vecinos, y de esta manera
tener algunos ingresos más para su hogar.
Las ocupaciones del agrario se multiplicaron; si embargo sus
vástagos habían desarrollado y ya colaboraban
en el traslado de forraje y en apacentar a las tres hermosas reses.
Cierta mañana resplandeciente, don Nicolás se levantó de su tálamo nupcial, con la idea de ir a ofrecerles un
poco de pasto a sus vacunos. En efecto, después de vestirse, se encaminó al
corral, cuando abrió la puerta principal, para pasar al segundo ambiente,
percibió algo extraño: No estaba Campeón. Únicamente estaban, en su pequeña habitación, cómodamente
echados la vaca y su crío ¿Qué había sucedido? Alguien había derrumbado
parte del cerco del corral y por allí
habían sacado a campeón. Don Nicolás
comenzó a buscarlo y lo encontró, dentro
de unos papales, solamente la cabeza,
las patas, viseras y cuero de animal, el resto de la carne de Campeón se la habían cargado los ladrones. Don Nicolás
junto a los restos del toro encontró un
trapo, era un pedazo de pantalón, con
esta prenda salió hacia una de las
callejas para dar a conocer que habían degollado a su adorado toro. Los hijos,
la esposa de Nicolás y los vecinos se juntaron y, súbitamente, el lugar se convirtió en un sitió de lamentaciones. De pronto uno
de los vecinos reconoció el trapo y dijo.
-Este trapo, es del pantalón
viejo de la esposa de Ronald.
Efectivamente la mayoría de la gente comenzó a firmar que el
ladrón era Ronald y conjeturaban: Con
razón rápidamente ha construido su casa,
¿acaso siquiera tiene un pedazo de terreno? Una de las personas habló: ¡Este
sujeto hace tiempo que está metido con una banda de abigeos! Al rato toda la
gente estaba hablando sobre la mida y milagros de Ronald; sin embargo uno de
los asistentes recomendó al dueño
diciendo.
_Don Nicolás ¿Por qué no enjuicias a este delincuente?
Tienes una prueba instrumental ¡Nosotros marcharemos de testigo!
_No tayta, yo sé que en el litigio nunca voy ganar porque
Ronald tiene una banda, le llevarán al juez o dos piernas de ganado y lo van a
comprar. _Entonces ¿qué vas hacer?
_Dejaré al tiempo mi problema, él lo solucionará
Ciertamente el agrario, después de recoger los restos de Campeón,
se encerró en su bohío juntamente que su
familia, y lloraron mirando la cabeza,
vísceras, cuero y patas del toro.
La noticia recorrió por toda la comunidad –para remate don Nicolás
en la puerta de su casa colgó el trapo que era la prueba del delito-. Al verlo
la gente confirmaba que el ladrón era Ronald puesto que todos reconocían que
ese trapo efectivamente era un pedazo
del pantalón de la mujer del ladrón.
Después de algunos
días, por fin la familia del agrario comenzó a resignarse lentamente. Pero
ellos tenían la idea fija de que el toro no había muerto. Decían: ¡Campeón está
vivo!. Reina –la vaca_ todos los días lloraba en el corral por la
desaparición de su primogénito. Y este
hecho ponía muy sentimental a toda la
familia.
Pepe engordaba y crecía; pero lo que más llamaba la atención
era que sus cuernos empezaron a aguzarse y desarrollarse poderosamente.
La vida rutinaria de don Nicolás había cambiado, ahora ya no
dormía la lado de sus esposa sonó se iba a pernoctar en la pequeña
habitación del establo para cuidar a los
dos reses que le quedaban. En poco tiempo, Pepe se hizo fornido y maduro, tenía
las astas tan extrañas y filas, su
cogote grueso completamente su figura gigante. Era el dueño y señor de todos
aquellos labrantíos, también de las vaquillas en celo, no había un toro que se
atreviera a pelear con él.
Un atardecer, Pepe se encontró en un callejón con el ladrón.
El toro al verlo comenzó a mugir en forma desafiante y para remate afiló sus
astas en unos arbustos, Ronald estaba paralizado ante él desafió
del toro, no podía retroceder. Después de aguzar sus cuernos, escarbando
la tierra con sus patas delanteras y mugiendo, preguntó:
_ ¿Por qué has matado a mi hermano mayor, más aun cuando
estaba en edad temprana?
El ladrón al escuchar que hablaba el toro negro, se quedó
petrificado por el miedo, luego el vacuno continuó diciendo:
_Has cometido doble delito, hasta robado al animal que más
quería la familia de Nicolás; y has cometido un crimen, ni siquiera has dejado
que mi hermano se desarrolle hasta la
madurez, por tanto tu mereces la muerte.
El abigeo temblando se arrodilló delante del toro que seguía
aguzando sus cuernos y clamó:
_ ¡Por favor perdóname!
Pero, inesperadamente, por la espalda del delincuente, se
escucharon unos bramidos conocidos.
Era Campeón, quien se aproximaba
mugiendo con su característica voz telúrica. De pronto Ronald se encontraba en
medio de los toros y ya no tenia escapatoria. Èl, lloraba arrodillado
implorando clemencia. Las sombras de la tarde ya cubrían la tierra.
Don Nicolás al escuchar el bramido de su toro Campeón
–dejando sus quehaceres- corrió hacia el lugar de donde provenían los mugidos,
pensando que campeón había resucitado.
Campeón después de aguzar sus cuernos y frotar su poderosa
morilla habló:
_ ¡Hermano Pepe, no quisiera que manches tus astas con la
sangre de este miserable, pues ahora sabe el pueblo que éste es un ladrón y criminal. ¡Este desgraciado ha dejado en
herencia a su generación esta mancha que difícilmente se borrará!
Presto Campeón se retiró del callejón; don Nicolás, a su
llegada, solamente encontró a Pepe mordisqueando con naturalidad el pasto que
tenia a su alcance.
Después de algunos días, el abigeo se retiró de la zona,
juntamente que su mujer y su hijo. La gente bailo de alegría puesto que, con
esta retirada, la zona recuperaba su tranquilidad. Los vacunos del lar ya no se
perderían como había ocurrido sistemáticamente, en los años pasados.

No hay comentarios:
Publicar un comentario