jueves, 7 de junio de 2012


EL TORO ENCANTADO
En una comunidad lejana y pobre, un labriego vivía con su familia, en un modesto bohío  con techo de ichu, paredes de piedra y tierra muy bien apelmazada. Para sostener a sus menores hijos se dedicaba, exclusivamente, a labrar la tierra y ampliar la frontera agrícola en los roquedales contiguos armando pequeñas andenerías  con piedras. Cómo soñaba con tener una vaquita, puesto que tenía un poco de pasto en el canto de sus chacras. Por cumplir con su sueño se privaba hasta de su alimento para ahorrar un poco de dinero. Por fin, el sacrificio fue coronado con la compra de una criita  de color azabache. Qué  no hacia el labriego para alimentar al cuadrúpedo, traía pasto de lugares lejanos  e incluso le daba restos de comida de la casa.
De pronto a la criita le comenzaron a crecer hasta los cachos, y en medio de su frente le apareció una estrellita blanca. La vaquita brillaba a la distancia, y era tan mansita  que en las noches no era necesario amarrarla; sin embargo, el agrario, tras de su casa, le  edificó  un corral, con techo de paja, para que duerma en él y, junto al corral, construyó una pequeña habitación para guardar el pasto.
Un día, la Reina, que así llamaron  a la vaca, apareció  con un toro mostrenco y extraño de la puna. Nunca se le había visto por estos lares a este gigante toro negro, de enormes cuernos y grueso cogote. Parece que salió de las profundidades de la laguna de Sunturqocha ya que su cuerpo completamente limpio brillaba a la distancia. El  dueño y su familia saltaron de alegría al darse cuenta que la vaca estaba preñada; y le pusieron especial atención  a la hermosa Reina.
En efecto, sin cansarse, todos los días miraban las ubres y la panza de la vaca  que se desarrollaba aceleradamente. La vaca empezó a engordar  y también a consumir mayor cantidad de forraje. La familia del labriego  soñaba tomar leche en el desayuno todas las mañanas.
Por fin, una noche, a plena luz de la bella luna, Reina parió  un hermoso ternero  de color cárdeno. Tenía en la panza derecha dibujado, sobre un fondo blanco, un corazón, Aquella noche, para la esposa e hijos, fue inolvidable, por la alegría y emoción  no pudieron dormir. Al día siguiente, muy temprano, cuando se levantaron de sus lechos, encontraron a Reina muy cariñosa y vigilante lamiendo con placer el cuero fino de sus criita; a su vez el ternerito  pugnaba por pararse,  sus débiles piernas aún no estaban acostumbradas  a hacerlo. La familia del agricultor  no se cansaba  de mirar a los animales, pero lo que más les llamaba la atención  era cómo el ternerito  se empeñaba en coger uno de los pezones de la vaca para succionar la leche.
Después de algunos días, la familia del labriego ya tenía leche, su sueño se había cristalizado. Ellos se acostumbraron  a consumir,  religiosamente, leche en el desayuno, pero como les sobraba algo don Nicolás la obsequiaba a sus vecinos para que éstos  prueben la leche de sus vaca. Los beneficiarios le retribuían con pequeñas porciones de forraje, incluso le dijeron que podía amarrar a la vaquita en los cantos de las chacras de cada uno de ellos.
El agricultor soñaba que en unos tres años más  tendría un toro ternero para arar sus tierras, y  ya no se rompería el lomo removiendo la tierra con pico. Don Nicolás, en reunión de familia, le puso el nombre de Campeón  al crio de la vaca. El ternerito,  prematuramente, aprendió a comer todo tipo de comida, también,  empezó a engordar y crecer. La gente comentaba que Campeón  era un animal  fuera de lo común  por su docilidad, tamaño y belleza. Cuando le llamaban por su nombre seguía a sus dueños y todavía respondía  con bramidos extraños. El torete siempre estaba tras de sus dueños como un perro dócil; se dejaba tocar con cualquier persona. Cuando le llevaban a las riberas de las chacras no causaba ningún daño solamente de dedicaba a comer el pasto que le ofrecían. La vaca madre dormía en el corral, mientras que Campeón  en una habitación  contigua. Do Nicolás, obligado por las circunstancias, comenzó a cultivar pasto para mantener a los vacunos.
Para sorpresa y alegría del labriego, prematuramente antes de que se cumpla un año de su parición, la vaca entró nuevamente  en celo, entonces comenzó a buscar un toro de sus vecinos con el cual Reina pueda parearse. Después de algunos días la vaca estaba preñada, otra vez; don Nicolás la dejó de ordeñar para no debilitarla.
Campeón, empezó  a tomar más  cuerpo y su piel brillaba a la distancia, la figura de su panza se había convertido en la representación perfecta de u corazón, el órgano  del amor; pero sus cachos no se le desarrollaban como al resto de los toretes del lar, eran mas pequeñas y finos, de color negro. Para èl no había comida sucia, todo lo que era pasto lo consumía con voracidad. De pronto el cogote del Campeón  desarrolló como una montaña y  para remate aprendió a mugir pero sus mugidos tenían un sonido telúrico. Cuando escarbaba con sus patas delanteras hacia grandes huecos a la tierra, luego frotaba  contra el piso su lomo y sus cuernos como desafiando  a cualquier enemigo. Pese a que Campeón  era tierno, ningún toro de  los vecinos osaba desafiarlo  para una pelea, acaso por su tamaño gigante.
Una noche de luz, la vaca nuevamente alumbraba un hermoso ternero, pero muy diferente a Campeón. El recién nacido era de color negro, más delgado y de menor tamaño que su hermano. Los dueños, nuevamente, se regocijaron por el advenimiento de una nueva criita. Esta vez, también, se reunieron en consejo de familia para acordar el nombre del recién llegado. Decidieron llamarlo Pepe.
Campeón, por este cambio de situación, paso a ocupar un nuevo establo, pero tenia que pernoctar amarrado; lo amarraban de sus pequeños cuernos  a un horcón  sólido .Su  sitio fue ocupado por su hermano menor. El dueño nuevamente soñaba, esta vez ya no con un solo toro sino con dos: ¡Una yunta de toros trabajadores para arar sus tierras. También podría alquilarla a sus vecinos, y de esta manera tener algunos ingresos más para su hogar.
Las ocupaciones del agrario se multiplicaron; si embargo sus vástagos  habían desarrollado y ya colaboraban en el traslado de forraje y en apacentar a las tres hermosas reses.
Cierta mañana resplandeciente, don Nicolás se levantó de su tálamo  nupcial, con la idea de ir a ofrecerles un poco de pasto a sus vacunos. En efecto, después de vestirse, se encaminó al corral, cuando abrió la puerta principal, para pasar al segundo ambiente, percibió algo extraño: No estaba Campeón. Únicamente estaban,  en su pequeña habitación, cómodamente echados  la vaca y su crío  ¿Qué había sucedido? Alguien había derrumbado parte del cerco  del corral y por allí habían sacado  a campeón. Don Nicolás comenzó a buscarlo  y lo encontró, dentro de unos papales,  solamente la cabeza, las patas, viseras y cuero de animal, el resto de la carne de Campeón   se la habían cargado los ladrones. Don Nicolás junto a los restos del toro encontró  un trapo, era un  pedazo de pantalón, con esta prenda salió  hacia una de las callejas para dar a conocer que habían degollado a su adorado toro. Los hijos, la esposa de Nicolás y los vecinos se juntaron y,  súbitamente, el lugar se convirtió  en un sitió de lamentaciones. De pronto uno de los vecinos reconoció  el trapo y dijo.
-Este trapo, es del pantalón  viejo de la esposa de Ronald.
Efectivamente la mayoría de la gente comenzó a firmar que el ladrón  era Ronald y conjeturaban: Con razón  rápidamente ha construido su casa, ¿acaso siquiera tiene un pedazo de terreno? Una de las personas habló: ¡Este sujeto hace tiempo que está metido con una banda de abigeos! Al rato toda la gente estaba hablando sobre la mida y milagros de Ronald; sin embargo uno de los asistentes recomendó  al dueño diciendo.
_Don Nicolás ¿Por qué no enjuicias a este delincuente? Tienes una prueba instrumental ¡Nosotros marcharemos de testigo!
_No tayta, yo sé que en el litigio nunca voy ganar porque Ronald tiene una banda, le llevarán al juez o dos piernas de ganado y lo van a comprar. _Entonces ¿qué vas hacer?
_Dejaré al tiempo mi problema, él lo solucionará
Ciertamente el agrario, después de recoger los restos de Campeón, se encerró  en su bohío juntamente que su familia, y  lloraron mirando la cabeza, vísceras, cuero y patas del toro.
La noticia recorrió por toda la comunidad –para remate don Nicolás en la puerta de su casa colgó el trapo que era la prueba del delito-. Al verlo la gente confirmaba que el ladrón era Ronald puesto que todos reconocían que ese trapo efectivamente era un  pedazo del pantalón de la mujer del ladrón.
 Después de algunos días, por fin la familia del agrario comenzó a resignarse lentamente. Pero ellos tenían la idea fija de que el toro no había muerto. Decían: ¡Campeón está vivo!. Reina –la vaca_ todos los días lloraba en el corral por la desaparición  de su primogénito. Y este hecho ponía muy sentimental a toda la  familia.
Pepe engordaba y crecía; pero lo que más llamaba la atención era que sus cuernos empezaron a aguzarse y desarrollarse poderosamente.
La vida rutinaria de don Nicolás había cambiado, ahora ya no dormía la lado de sus esposa sonó se iba a pernoctar en la pequeña habitación  del establo para cuidar a los dos reses que le quedaban. En poco tiempo, Pepe se hizo fornido y maduro, tenía las astas tan extrañas  y filas, su cogote grueso completamente su figura gigante. Era el dueño y señor de todos aquellos labrantíos, también de las vaquillas en celo, no había un toro que se atreviera a pelear con él.
Un atardecer, Pepe se encontró en un callejón con el ladrón. El toro al verlo comenzó a mugir en forma desafiante y para remate afiló sus astas en unos arbustos, Ronald estaba paralizado ante él  desafió  del toro, no podía retroceder. Después de aguzar sus cuernos, escarbando la tierra con sus patas delanteras y mugiendo, preguntó:
_ ¿Por qué has matado a mi hermano mayor, más aun cuando estaba en edad temprana?
El ladrón al escuchar que hablaba el toro negro, se quedó petrificado por el miedo, luego el vacuno continuó diciendo:
_Has cometido doble delito, hasta robado al animal que más quería la familia de Nicolás; y has cometido un crimen, ni siquiera has dejado que mi hermano se desarrolle  hasta la madurez, por tanto tu mereces la muerte.
El abigeo temblando se arrodilló delante del toro que seguía aguzando sus cuernos y clamó:
_ ¡Por favor perdóname!
Pero, inesperadamente, por la espalda del delincuente, se escucharon  unos bramidos conocidos. Era  Campeón, quien se aproximaba mugiendo con su característica voz telúrica. De pronto Ronald se encontraba en medio de los toros y ya no tenia escapatoria. Èl, lloraba arrodillado implorando clemencia. Las sombras de la tarde ya cubrían la tierra.
Don Nicolás al escuchar el bramido de su toro Campeón –dejando sus quehaceres- corrió hacia el lugar de donde provenían los mugidos, pensando que campeón había resucitado.
Campeón después de aguzar sus cuernos y frotar su poderosa morilla habló:
_ ¡Hermano Pepe, no quisiera que manches tus astas con la sangre de este miserable, pues ahora sabe el pueblo que éste es un ladrón  y criminal. ¡Este desgraciado ha dejado en herencia a su generación esta mancha que difícilmente se borrará!
Presto Campeón se retiró del callejón; don Nicolás, a su llegada, solamente encontró a Pepe mordisqueando con naturalidad el pasto que tenia a su alcance.
Después de algunos días, el abigeo se retiró de la zona, juntamente que su mujer y su hijo. La gente bailo de alegría puesto que, con esta retirada, la zona recuperaba su tranquilidad. Los vacunos del lar ya no se perderían como había ocurrido sistemáticamente, en los años pasados.

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