miércoles, 16 de mayo de 2012


                                                                      LOS LADRONES DE GALLINAS


Wayllabamba ¿Acaso es un pueblo murmurante por antonomasia o sus viejas paredes de adobe tienen ojos para ver todo acontecimiento nocturno? En este vetusto pueblo todo pasa, todo sucede. Pero, si se trata de un problema amoroso en contados segundos el pueblo está informado. Por ejemplo, una noche, un fulano se había introducido en la casa de una viuda; ella como mujer aún joven no lo rechazó; pero, de  pronto, la viuda percibió que alguien subía a su dormitorio: era su hijo. El amante desesperado, en la oscuridad de la noche, completamente desnudo se lanzó  por la ventana hacia la huerta. Al descubrir el hecho el hijo le llam3 la atención a su madre y alumbrándose con unos fósforos inicio la búsqueda del intruso, rincón por rincón, encontrando el pantalón, ropa interior, camisa y saco del fulano. Hecho un loco bajó del segundo piso, agarró un zurriago y una linterna corrió hacia el canchón  en busca del facineroso, pero no lo encontró  por que se había fugado  por el portillo de la huerta hacia la calle. El fugitivo, en la semioscuridad de la noche, caminó por las calles viejas de Wayllabamba en dirección a su casa, completamente desnudo.
En Wayllabamba, todo el pueblo sabe de los cumpleaños de las autoridades. También,  si se trata del onomástico de una mujer soltera, todo el mundo lo sabe, porque, en la víspera, llueven las serenatas. Se toman ponches y otras bebidas y al amanecer los tunantes. Toman un suculento caldo de gallina ‘’viuda’’ con grandes presas de carne.
Pero, impensadamente en Wayllabamba apareció un grupillo de ladronzuelos ¿Qué acaso por deporte o por hacer alguna chanza a algún  vecino se dedicó a robar gallinas y otros animales? Por ejemplo ¿cómo roban un ave cuando duerme en un chalero o  un árbol de capulí?  En primer lugar el ratero espera que los dueños se duerman; después trae un palo largo y delgado, cuya punta trata de introducirla en su somnolencia se suben al palo; el  ladronzuelo al sentir que la gallina ya está encima del palo, comienza a jalarlo, luego agarra al ave, le quiebra el cuello y ya tiene material para festejar el cumpleaños de algún vecino. Así el ladrón roba sin dejar rastros en el camino.
 ¿Y cómo roban los cuyes? En primer lugar el ladrón aguarda la noche con un costalillo en la mano y un manojo de pasto verde. Cuando el dueño se ha dormido, el ratero se introduce a la cocina,  mete el pasto dentro del costal, lo mantiene abierto y los animalillos jalados por el olfato van entrando al bolso. Cuando éste se llena de cuyes, el ratero se lo pone la hombro y se retira de la cocina,  también, sin dejar rastros alguno.
¿Y cómo  hurtan en este pueblo, a los marranos? Para el malandrín hasta cierto punto es difícil ingresar a la pocilga del puerco, pero después que lo logra ¿qué hace? Saca de su bolsillo una coronta o marlo de maíz, el que lo introduce en el ano del cochino, De pronto el cerdo camina sin gritar y sale por la misma puerta hacia la calle y se encamina, con sus propios pies, hacia el furtivo camal que improvisó el ladronzuelo.
Cuando llegó  la víspera del cumpleaños del gobernador del distrito de Wayllabamba, sus tenientes gobernadores y algunas amistades más, le fueron a dar la serenata, portando algunas cajas de cerveza, como es costumbre en este pueblo. El gobernador al escuchar las voces de sus tenientes gobernadores y el marco musical, salió de su habitación, completamente alegre: les abrió las puertas de su casa. Los tenientes gobernadores ingresaron y procedieron a abrazar y felicitar al del cumpleaños. Después de estos actos protocolares, se dieron a la bebida.
Después de beber algunas cajas de cerveza, entre canciones y risas, los serenateros sintieron un hambre voraz. Entonces el  gobernador pidió a uno de los subalternos de su confianza que trajera gallinas para preparar el consabido caldo de gallina. El elegido, a su vez, escogió a algunos de sus colegas, y personas de su entorno. Todos ellos bajaron por diferentes calles del pueblo a robar gallinas.
¡Wayllabamba estaba despierta!
El gobernador era muy aficionado a la riña de gallos; por lo cual tenia un buen número  de estos animales enjaulados en su corral. Él vivía en la cabecera del pueblo, muy apartado de éste. Don Melchor, que así se llamaba esta autoridad, tenia una regular extensión de terreno, en la cual cultivaba  flores y criaba colmenas de abejas.
Los comisionados recorrieron de canto a canto la población, pero el pueblo estaba despierto y no podían deslizarse a ningún  gallinero; mas el hambre y el compromiso eran tan grandes que tomaron la decisión de conseguir, como sea, las preciadas gallinas. Mientras tanto la casa del gobernador ya se había llenado de más gente, puesto que llegaron sus familiares y amistades para  felicitarle por el día de su cumpleaños.
Cuando el lucero de la mañana  emergía del corazón del cielo azul, uno de los tenientes gobernadores ingresó  en la amplia sala de la fiesta llevando en sus manos un plato gigante con caldo de gallina; al verlo se les pasó la borrachera a los jaraneros quienes aguardaron su turno para recibir su ración. El gobernador sentado cómodamente en una silleta tras  de una mesa larga disfrutó de su caldo de gallina saciando así su galopante hambre. Los músicos y los familiares de la autoridad se fueron hacia la cocina para recibir las mejores raciones.
Cuando ya pintaban las primeras luces de la mañana, el gobernador completamente ebrio se levantó de su asiento y se dirigió hacia el corral pues le apremiaban ciertas necesidades  fisiológicas. Estaba sumamente contento, había bebido y comido a satisfacción y gratis. Al llegar al corral se bajó el pantalón y  procedió a atender su necesidad. Cuando abrió los ojos, sus gallos no estaban en sus jaulas. De inmediato cayó en cuenta, que sus subalternos en su cumpleaños, le habían hecho tomar el caldo de sus propios gallos. La autoridad política, sin culminar de defecar, levantándose el pantalón, corrió hacia el comedor en busca de sus tenientes gobernadores pero éstos satisfechos de su acción ya habían desaparecido del escenario.

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