miércoles, 15 de febrero de 2012

EL OSO Y EL ZORRINO CONTRA LA PUMA

En las alturas de Lares ya no había un animal vivo, a excepción de una familia de osos y zorrinos porque, una puma y dos cachorros, habían exterminado a todos los seres vivientes.
La bestia, para alimentar a sus críos, solía bajar hacia la población, pero solamente en las noches… pues en las noches, mientras que dormían sus dueños, sustraían las ovejas y chanchos de los corrales. Este hecho de la puma, exasperó de sobremanera a los pobladores de Lares, quienes empezaron a preparar las trampas para capturarlos, para después matar a la maldecida bestia; pero la puma se dio cuenta que la buscaban, por consiguiente prefirió no salir de su guarida, por varias noches, hasta que la población se sosiegue.
Los cachorros de alguna manera han desarrollado, y ahora requieren de mayor cantidad de alimentos.
Los zorrinos y los osos han entrado en tratos para defenderse contra la puma y sus cachorros. Ellos ya no querían caer mansamente en las garras de la puma, como inocentes y humildes venados. Mientras, el cóndor y el zorro andan todos orondos por aire y tierra, porque ellos únicamente aguardan que la puma cace alguna presa que, luego de disfrutar juntamente con sus críos, suele ocultar debajo de la tierra o en sus cuevas, el resto de la carne. Después se echan para dormir horas y horas. El zorro y el cóndor aprovechan el sueño de la puma y sus cachorros, para desenterrar el cadáver del animal y luego banquetear opíparamente.
Los zorrinos y los osos vivían momentos de incertidumbre e intranquilidad, por miedo a la puma y a sus críos, pues había abandonando su vieja y querida guarida.
Los animales estaban alojados en la copa de un frondoso árbol, en cuyas ramas han armado con palos una madriguera. También han llenado de víveres: maíz, frutas, tubérculos de la selva. Los animales tranquilamente podrían irse hacia la selva de Lako y Llavero pero, desafortunadamente, allí les esperan hombres armados, con ganad de eliminarlos. Los zorrinos viven muy cerca de la madriguera de los oso. Después del pacto, ambos grupos de animales se turnan para vigilar, con sus ojos, la guarida de los pumas. Los osos y zorrinos se mantienen vigilantes, porque la puma junto con sus cachorros en cualquier momento podría atacarlos.
Cierto día, uno de los hijos de los osos atisbó que en los cachorros atacaban con crueldad inaudita a la puma, su madre ¿Acaso querían devorarla a ella? El pequeño plantígrado de inmediato corrió donde sus padres, a comunicarle lo que había visto. También le pasaron la voz de lo acontecido a los zorrinos. Estos animales, después de verificar con sus propios ojos, lo acontecido a la puma y sus cachorros, solicitaron a los osos que les hospedaran en un lugar de su madriguera lo que, con mucho gusto, aceptaron.
Los osos tenían su forma de vivir, igualmente los zorrinos.
Otro día, los zorrinos vieron que los pumas se aproximaban hacia el árbol, siguiendo las huellas y olores que habían dejado en la vía. Los animales, de inmediato, tomaron las precauciones para defenderse del posible ataque de las bestias sanguinarias.
Los plantígrados tenían una ruma de rajas de leña, que habían cosechado para defenderse.
De pronto, los osos y los zorrinos divisaron que los tres felinos se aproximaban hacia el gigante árbol, sacando sus lenguas como saboreando a los animales. Sus ojos escrutadores buscaban, dentro del ramaje del frondoso árbol, a los osos y zorrinos. Los animales se pusieron nerviosos. Los osos, de inmediato, recurrieron a las rajas de leña para lanzar contra los pumas; en cambio, los zorrinos se colocaron en lugares estratégicos de las ramas del frondoso árbol. De presto, la puma se posicionó debajo del árbol gigante, con deseos de subir al vegetal. Pero súbitamente, los zorrinos lanzaron por sus anos chorros de pestilentes líquidos a la cara de la puma t también a la de los cachorros. Después, los plantígrados remataban, lanzando las rajas de leña encima de las bestias sanguinarias, obligando a retirarse a los pumas hacia el riachuelo. El hedor no solamente les había afectado las fosas nasales, sino también a sus ojos, les ardían.
¡Los osos y los zorrinos habían ganado la primera batalla!
La puma y los cachorros llenos de cólera por la ofensa de los animales, comenzaron a lavarse y frotarse con pastos y hojas sus ojos, para disminuir el ardor y el olor que les molestaban…
Las bestias nuevamente se dirigían al pie del árbol, con el vivo deseo de tragarse a los osos y zorrinos, porque el hambre les empujaba a tomar esta medida, puesto que no había qué comer en la quebrada.
Los plantígrados y los zorrinos no han perdido el tiempo. Aprovechando que los sanguinarios se encontraban a las orillas del riachuelo, se han armado de mayor cantidad de rajas de leña, piedra y palo, para defenderse.
Cuando la puma y sus críos llegaron al pie del árbol, con grandes deseos escalar a la guarida de los animales, encontraron que la base del vegetal se hallaba resbaladiza y apestosa, producto de que los plantígrados y zorrinos habían untado con gran cantidad de sus excrementos y orina, a fin de ahuyentar a las bestias.
A la bestia, de cólera, se le encresparon los pelos del cuello, al ver que la base del gigante árbol estaba sucia y apestaba a la distancia. Sin embargo, tanto seria su ira, que tomó un impulso y luego se abalanzó con deseos de subir a la guarida de los animales, pero cayó al suelo y encima le llovieron rajas de leña y piedras…
Los osos y zorrinos a estaban seguros que esta guerra va ser prolongada; por ende, sus víveres comenzaron a consumirlos poco a poco, con la finalidad de hacerlos durar…
Tanto seria el hambre de los cachorros, que nuevamente comenzaron a atacar a su madre con deseos de matarla; pero la bestia se defendió con mordiscones.
A los osos y zorrinos se les agotaron sus provisiones; igualmente les mataba la sed de tanto excrementar y miccionar a la base del gigante árbol de pisonay.
La puma, al ver que uno de los cachorros agonizaba de hambre, súbitamente se lanzó al cuello de él. Luego, con un horrible mordiscón, trituro el cuello de sus hijo hasta matarlo. Después, comenzó a despellejarlo, para luego convidar a su último hijo, que también lagrimeaba de hambre.
El hambre y la sed también comenzó a atacar a los osos. Sus hijos. Sus hijos empezaron a sufrir los estragos con desmayos. Mientras que los zorrinos todavía se mantenían fuertes ante el avance del hambre y de la sed, porque obligados por las mismas circunstancias, iniciaron a consumir las flores del árbol de pisonay.
La osa, en un momento de su desesperación, dijo a su marido:
-Esposo mío, ya no soporto esta situación, tú sabes, quiero que mis hijos sigan viviendo. Por tanto quiero entregarme a los felinos para que me coman; después que llenen sus panzas se irán satisfechas a dormir a sus guaridas.
- ¡No! – dijo el esposo- porque si tú te entregas para que te coman, ellos después de comerte, seguirán esperando a cada uno de nosotros para que nos coman también.
-Entonces ¿Que puedo hacer?
-Mira, esposa mía, cómo la puma está atacando a su último hijo para comérselo.
-¡Qué crueldad de madre! ¿Cómo es posible que ella mate a su hijo, en vez de que ella entregue su carne a su vástago? Pero esposo mío; ¿Cómo podemos salvar a nuestros hijos? Esto me desespera; porque nosotros ya hemos vivido suficientemente, es necesario que vivan ellos.
El viejo plantígrado, miró a sus hijos apesadumbrado, luego habló pausadamente:
-Esposa mía, yo me cortaré una de mis venas, luego mis hijos que chupen mi sangre para que vivan algunos días más.
-Está bien- dijo la osa- pero si mueres, yo seguiré tus pasos.
-Está bien, dijo el plantígrado.
El sol salía y entraba tras de la montaña azul, los enemigos seguían mirándose, de arriba para abajo y viciversa…
En las alturas de Lares ya no había un animal vivo, a excepción de una familia de osos y zorrinos porque, una puma y dos cachorros, habían exterminado a todos los seres vivientes.
La bestia, para alimentar a sus críos, solía bajar hacia la población, pero solamente en las noches… pues en las noches, mientras que dormían sus dueños, sustraían las ovejas y chanchos de los corrales. Este hecho de la puma, exasperó de sobremanera a los pobladores de Lares, quienes empezaron a preparar las trampas para capturarlos, para después matar a la maldecida bestia; pero la puma se dio cuenta que la buscaban, por consiguiente prefirió no salir de su guarida, por varias noches, hasta que la población se sosiegue.
Los cachorros de alguna manera han desarrollado, y ahora requieren de mayor cantidad de alimentos.
Los zorrinos y los osos han entrado en tratos para defenderse contra la puma y sus cachorros. Ellos ya no querían caer mansamente en las garras de la puma, como inocentes y humildes venados. Mientras, el cóndor y el zorro andan todos orondos por aire y tierra, porque ellos únicamente aguardan que la puma cace alguna presa que, luego de disfrutar juntamente con sus críos, suele ocultar debajo de la tierra o en sus cuevas, el resto de la carne. Después se echan para dormir horas y horas. El zorro y el cóndor aprovechan el sueño de la puma y sus cachorros, para desenterrar el cadáver del animal y luego banquetear opíparamente.
Los zorrinos y los osos vivían momentos de incertidumbre e intranquilidad, por miedo a la puma y a sus críos, pues había abandonando su vieja y querida guarida.
Los animales estaban alojados en la copa de un frondoso árbol, en cuyas ramas han armado con palos una madriguera. También han llenado de víveres: maíz, frutas, tubérculos de la selva. Los animales tranquilamente podrían irse hacia la selva de Lako y Llavero pero, desafortunadamente, allí les esperan hombres armados, con ganad de eliminarlos. Los zorrinos viven muy cerca de la madriguera de los oso. Después del pacto, ambos grupos de animales se turnan para vigilar, con sus ojos, la guarida de los pumas. Los osos y zorrinos se mantienen vigilantes, porque la puma junto con sus cachorros en cualquier momento podría atacarlos.
Cierto día, uno de los hijos de los osos atisbó que en los cachorros atacaban con crueldad inaudita a la puma, su madre ¿Acaso querían devorarla a ella? El pequeño plantígrado de inmediato corrió donde sus padres, a comunicarle lo que había visto. También le pasaron la voz de lo acontecido a los zorrinos. Estos animales, después de verificar con sus propios ojos, lo acontecido a la puma y sus cachorros, solicitaron a los osos que les hospedaran en un lugar de su madriguera lo que, con mucho gusto, aceptaron.
Los osos tenían su forma de vivir, igualmente los zorrinos.
Otro día, los zorrinos vieron que los pumas se aproximaban hacia el árbol, siguiendo las huellas y olores que habían dejado en la vía. Los animales, de inmediato, tomaron las precauciones para defenderse del posible ataque de las bestias sanguinarias.
Los plantígrados tenían una ruma de rajas de leña, que habían cosechado para defenderse.
De pronto, los osos y los zorrinos divisaron que los tres felinos se aproximaban hacia el gigante árbol, sacando sus lenguas como saboreando a los animales. Sus ojos escrutadores buscaban, dentro del ramaje del frondoso árbol, a los osos y zorrinos. Los animales se pusieron nerviosos. Los osos, de inmediato, recurrieron a las rajas de leña para lanzar contra los pumas; en cambio, los zorrinos se colocaron en lugares estratégicos de las ramas del frondoso árbol. De presto, la puma se posicionó debajo del árbol gigante, con deseos de subir al vegetal. Pero súbitamente, los zorrinos lanzaron por sus anos chorros de pestilentes líquidos a la cara de la puma t también a la de los cachorros. Después, los plantígrados remataban, lanzando las rajas de leña encima de las bestias sanguinarias, obligando a retirarse a los pumas hacia el riachuelo. El hedor no solamente les había afectado las fosas nasales, sino también a sus ojos, les ardían.
¡Los osos y los zorrinos habían ganado la primera batalla!
La puma y los cachorros llenos de cólera por la ofensa de los animales, comenzaron a lavarse y frotarse con pastos y hojas sus ojos, para disminuir el ardor y el olor que les molestaban…
Las bestias nuevamente se dirigían al pie del árbol, con el vivo deseo de tragarse a los osos y zorrinos, porque el hambre les empujaba a tomar esta medida, puesto que no había qué comer en la quebrada.
Los plantígrados y los zorrinos no han perdido el tiempo. Aprovechando que los sanguinarios se encontraban a las orillas del riachuelo, se han armado de mayor cantidad de rajas de leña, piedra y palo, para defenderse.
Cuando la puma y sus críos llegaron al pie del árbol, con grandes deseos escalar a la guarida de los animales, encontraron que la base del vegetal se hallaba resbaladiza y apestosa, producto de que los plantígrados y zorrinos habían untado con gran cantidad de sus excrementos y orina, a fin de ahuyentar a las bestias.
A la bestia, de cólera, se le encresparon los pelos del cuello, al ver que la base del gigante árbol estaba sucia y apestaba a la distancia. Sin embargo, tanto seria su ira, que tomó un impulso y luego se abalanzó con deseos de subir a la guarida de los animales, pero cayó al suelo y encima le llovieron rajas de leña y piedras…
Los osos y zorrinos a estaban seguros que esta guerra va ser prolongada; por ende, sus víveres comenzaron a consumirlos poco a poco, con la finalidad de hacerlos durar…
Tanto seria el hambre de los cachorros, que nuevamente comenzaron a atacar a su madre con deseos de matarla; pero la bestia se defendió con mordiscones.
A los osos y zorrinos se les agotaron sus provisiones; igualmente les mataba la sed de tanto excrementar y miccionar a la base del gigante árbol de pisonay.
La puma, al ver que uno de los cachorros agonizaba de hambre, súbitamente se lanzó al cuello de él. Luego, con un horrible mordiscón, trituro el cuello de sus hijo hasta matarlo. Después, comenzó a despellejarlo, para luego convidar a su último hijo, que también lagrimeaba de hambre.
El hambre y la sed también comenzó a atacar a los osos. Sus hijos. Sus hijos empezaron a sufrir los estragos con desmayos. Mientras que los zorrinos todavía se mantenían fuertes ante el avance del hambre y de la sed, porque obligados por las mismas circunstancias, iniciaron a consumir las flores del árbol de pisonay.
La osa, en un momento de su desesperación, dijo a su marido:
-Esposo mío, ya no soporto esta situación, tú sabes, quiero que mis hijos sigan viviendo. Por tanto quiero entregarme a los felinos para que me coman; después que llenen sus panzas se irán satisfechas a dormir a sus guaridas.
- ¡No! – dijo el esposo- porque si tú te entregas para que te coman, ellos después de comerte, seguirán esperando a cada uno de nosotros para que nos coman también.
-Entonces ¿Que puedo hacer?
-Mira, esposa mía, cómo la puma está atacando a su último hijo para comérselo.
-¡Qué crueldad de madre! ¿Cómo es posible que ella mate a su hijo, en vez de que ella entregue su carne a su vástago? Pero esposo mío; ¿Cómo podemos salvar a nuestros hijos? Esto me desespera; porque nosotros ya hemos vivido suficientemente, es necesario que vivan ellos.
El viejo plantígrado, miró a sus hijos apesadumbrado, luego habló pausadamente:
-Esposa mía, yo me cortaré una de mis venas, luego mis hijos que chupen mi sangre para que vivan algunos días más.
-Está bien- dijo la osa- pero si mueres, yo seguiré tus pasos.
-Está bien, dijo el plantígrado.
El sol salía y entraba tras de la montaña azul, los enemigos seguían mirándose, de arriba para abajo y viciversa…

En las alturas de Lares ya no había un animal vivo, a excepción de una familia de osos y zorrinos porque, una puma y dos cachorros, habían exterminado a todos los seres vivientes.
La bestia, para alimentar a sus críos, solía bajar hacia la población, pero solamente en las noches… pues en las noches, mientras que dormían sus dueños, sustraían las ovejas y chanchos de los corrales. Este hecho de la puma, exasperó de sobremanera a los pobladores de Lares, quienes empezaron a preparar las trampas para capturarlos, para después matar a la maldecida bestia; pero la puma se dio cuenta que la buscaban, por consiguiente prefirió no salir de su guarida, por varias noches, hasta que la población se sosiegue.
Los cachorros de alguna manera han desarrollado, y ahora requieren de mayor cantidad de alimentos.
Los zorrinos y los osos han entrado en tratos para defenderse contra la puma y sus cachorros. Ellos ya no querían caer mansamente en las garras de la puma, como inocentes y humildes venados. Mientras, el cóndor y el zorro andan todos orondos por aire y tierra, porque ellos únicamente aguardan que la puma cace alguna presa que, luego de disfrutar juntamente con sus críos, suele ocultar debajo de la tierra o en sus cuevas, el resto de la carne. Después se echan para dormir horas y horas. El zorro y el cóndor aprovechan el sueño de la puma y sus cachorros, para desenterrar el cadáver del animal y luego banquetear opíparamente.
Los zorrinos y los osos vivían momentos de incertidumbre e intranquilidad, por miedo a la puma y a sus críos, pues había abandonando su vieja y querida guarida.
Los animales estaban alojados en la copa de un frondoso árbol, en cuyas ramas han armado con palos una madriguera. También han llenado de víveres: maíz, frutas, tubérculos de la selva. Los animales tranquilamente podrían irse hacia la selva de Lako y Llavero pero, desafortunadamente, allí les esperan hombres armados, con ganad de eliminarlos. Los zorrinos viven muy cerca de la madriguera de los oso. Después del pacto, ambos grupos de animales se turnan para vigilar, con sus ojos, la guarida de los pumas. Los osos y zorrinos se mantienen vigilantes, porque la puma junto con sus cachorros en cualquier momento podría atacarlos.
Cierto día, uno de los hijos de los osos atisbó que en los cachorros atacaban con crueldad inaudita a la puma, su madre ¿Acaso querían devorarla a ella? El pequeño plantígrado de inmediato corrió donde sus padres, a comunicarle lo que había visto. También le pasaron la voz de lo acontecido a los zorrinos. Estos animales, después de verificar con sus propios ojos, lo acontecido a la puma y sus cachorros, solicitaron a los osos que les hospedaran en un lugar de su madriguera lo que, con mucho gusto, aceptaron.
Los osos tenían su forma de vivir, igualmente los zorrinos.
Otro día, los zorrinos vieron que los pumas se aproximaban hacia el árbol, siguiendo las huellas y olores que habían dejado en la vía. Los animales, de inmediato, tomaron las precauciones para defenderse del posible ataque de las bestias sanguinarias.
Los plantígrados tenían una ruma de rajas de leña, que habían cosechado para defenderse.
De pronto, los osos y los zorrinos divisaron que los tres felinos se aproximaban hacia el gigante árbol, sacando sus lenguas como saboreando a los animales. Sus ojos escrutadores buscaban, dentro del ramaje del frondoso árbol, a los osos y zorrinos. Los animales se pusieron nerviosos. Los osos, de inmediato, recurrieron a las rajas de leña para lanzar contra los pumas; en cambio, los zorrinos se colocaron en lugares estratégicos de las ramas del frondoso árbol. De presto, la puma se posicionó debajo del árbol gigante, con deseos de subir al vegetal. Pero súbitamente, los zorrinos lanzaron por sus anos chorros de pestilentes líquidos a la cara de la puma t también a la de los cachorros. Después, los plantígrados remataban, lanzando las rajas de leña encima de las bestias sanguinarias, obligando a retirarse a los pumas hacia el riachuelo. El hedor no solamente les había afectado las fosas nasales, sino también a sus ojos, les ardían.
¡Los osos y los zorrinos habían ganado la primera batalla!
La puma y los cachorros llenos de cólera por la ofensa de los animales, comenzaron a lavarse y frotarse con pastos y hojas sus ojos, para disminuir el ardor y el olor que les molestaban…
Las bestias nuevamente se dirigían al pie del árbol, con el vivo deseo de tragarse a los osos y zorrinos, porque el hambre les empujaba a tomar esta medida, puesto que no había qué comer en la quebrada.
Los plantígrados y los zorrinos no han perdido el tiempo. Aprovechando que los sanguinarios se encontraban a las orillas del riachuelo, se han armado de mayor cantidad de rajas de leña, piedra y palo, para defenderse.
Cuando la puma y sus críos llegaron al pie del árbol, con grandes deseos escalar a la guarida de los animales, encontraron que la base del vegetal se hallaba resbaladiza y apestosa, producto de que los plantígrados y zorrinos habían untado con gran cantidad de sus excrementos y orina, a fin de ahuyentar a las bestias.
A la bestia, de cólera, se le encresparon los pelos del cuello, al ver que la base del gigante árbol estaba sucia y apestaba a la distancia. Sin embargo, tanto seria su ira, que tomó un impulso y luego se abalanzó con deseos de subir a la guarida de los animales, pero cayó al suelo y encima le llovieron rajas de leña y piedras…
Los osos y zorrinos a estaban seguros que esta guerra va ser prolongada; por ende, sus víveres comenzaron a consumirlos poco a poco, con la finalidad de hacerlos durar…
Tanto seria el hambre de los cachorros, que nuevamente comenzaron a atacar a su madre con deseos de matarla; pero la bestia se defendió con mordiscones.
A los osos y zorrinos se les agotaron sus provisiones; igualmente les mataba la sed de tanto excrementar y miccionar a la base del gigante árbol de pisonay.
La puma, al ver que uno de los cachorros agonizaba de hambre, súbitamente se lanzó al cuello de él. Luego, con un horrible mordiscón, trituro el cuello de sus hijo hasta matarlo. Después, comenzó a despellejarlo, para luego convidar a su último hijo, que también lagrimeaba de hambre.
El hambre y la sed también comenzó a atacar a los osos. Sus hijos. Sus hijos empezaron a sufrir los estragos con desmayos. Mientras que los zorrinos todavía se mantenían fuertes ante el avance del hambre y de la sed, porque obligados por las mismas circunstancias, iniciaron a consumir las flores del árbol de pisonay.
La osa, en un momento de su desesperación, dijo a su marido:
-Esposo mío, ya no soporto esta situación, tú sabes, quiero que mis hijos sigan viviendo. Por tanto quiero entregarme a los felinos para que me coman; después que llenen sus panzas se irán satisfechas a dormir a sus guaridas.
- ¡No! – dijo el esposo- porque si tú te entregas para que te coman, ellos después de comerte, seguirán esperando a cada uno de nosotros para que nos coman también.
-Entonces ¿Que puedo hacer?
-Mira, esposa mía, cómo la puma está atacando a su último hijo para comérselo.
-¡Qué crueldad de madre! ¿Cómo es posible que ella mate a su hijo, en vez de que ella entregue su carne a su vástago? Pero esposo mío; ¿Cómo podemos salvar a nuestros hijos? Esto me desespera; porque nosotros ya hemos vivido suficientemente, es necesario que vivan ellos.
El viejo plantígrado, miró a sus hijos apesadumbrado, luego habló pausadamente:
-Esposa mía, yo me cortaré una de mis venas, luego mis hijos que chupen mi sangre para que vivan algunos días más.
-Está bien- dijo la osa- pero si mueres, yo seguiré tus pasos.
-Está bien, dijo el plantígrado.
El sol salía y entraba tras de la montaña azul, los enemigos seguían mirándose, de arriba para abajo y viciversa…

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