
A los oídos del Inka Pachakuteq llegó la noticia que la tierra de Caxamarca era feraz y extensa. Por eso, con mucho tiempo de anticipación, comenzó a preparar la maquinaria bélica para incorporar esas tierras a sus dominios. Pero… muy cerca de Caxamarca, en Huanuco, se habían radicado los belicosos y rebeldes chankas de Andahuaylas. Ellos osaron intentar Cusco y para ello levantaron un ejército de cuarenta mil guerreros, pero fueron vencidos en la batalla de Yawarpampa (pampa de sangre, hoy:Anta) Y, para no someterse al dominio Inka, emigraron hacia la selva de Huanuco.
En el cerebro de Pachakuteq empezó a dar vueltas la idea que podría formarse una alianza entre chankas y Caxamarcas contra los inkas. Para desechar esa hipótesis, envió una red de espionaje para informarse cual era la relación que existía entre esos dos pueblos.
Antes de iniciar la campaña, Pachakuteq ordenó construir un camino real desde la ciudad del Cusco, hasta la frontera con Caxamarca (aproximadamente mil doscientas leguas). Luego hizo edificar tambos y qolqas (almacenes de víveres y armas), ubicándolos en lugares estratégicos, a lo largo de la vía.
Después, con la ayuda de sus generales, entre ellos el valiente y fiel Ollanta, diseñó la estrategia y la táctica de campaña.
El soberano inkario sabia que los Cachapoyas, los tallanes, los wancas, los xauxas y otros cacicazgos, podían confederarse con los caxamarcas, porque no hacia mucho tiempo habían sido conquistados por los inkas. Por tanto envió sus espías para informarse.
Después de un tiempo de preparación. Pachakuteq encomendó la campaña de conquista a su hermano Kapaq Yupanqui, quien antes de partir, solicitó los buenos oficios de los brujos y hechiceros a fin de lograr la protección de los dioses inkas y asegurar el triunfo de la empresa.
Tras el ejército marcharon cientos de llamas, cargadas con las vituallas, ropas y armas para la guerra. Después de varios días de viaje, el ejército imperial llegó a las puertas del cacicazgo de Oxamalca (hoy provincia de Celendín), lugar donde gobernaba Sinchi Yakishana quien, con un pequeño ejército, salió a enfrentar a los inkas. La batalla duró poco tiempo, puesto que se impuso la fuerza demoledora del ejército inka.
Después de este triunfo, Kapaq Yupanqui prosiguió la conquista de las nuevas tierras, llegando hasta las puertas de Caxamarca. El general quedó impresionado por el parecido entre Caxamarca y Cusco.
La maquinaria bélica inkaika continuó avanzando, sin encontrar resistencia significativa. Pronto arremetieron contra los pobladores de Cuismancu (un grupo étnico cajamarquino) que adoraban al dios Cataquil, deidad del agua, el rayo y el trueno, en su santuario de Llayguen. Kapaq Yupanqui les impuso el culto al sol y destruyó Llayguen.
Después de la victoria total sobre los caxamarcas, Kapaq Yupanqui envió chaskis al Cusco, comunicando la victoria obtenida. Pachakuteq, informado de la situación, se regocijó tanto que decidió ir personalmente a conocer las nuevas tierras conquistadas para su imperio.
Los sacerdotes asistieron al templo de Korikancha (Templo del Sol) para agradecer a sus deidades por el triunfo de las armas inkaikas en Caxamarca.
Después de un viaje prolongado, Pachakuteq llegó a la zona de lo shilicos (sonido del viento, actual provincia de Celendín) y de inmediato los organizó al estilo inkaiko. El soberano encontró cierta resistencia, pero al fin los pobladores se sometieron. Como resultado se organizaron los cacicazgos de Oxamalca, Wakakocha, Sorochuco y Llamadín (de este es posible que se derive el nombre de Celendín). Un día, Pachakuteq se cruzó con una mujer hermosísima, de un cuerpo escultural, sonrisa lujurienta y mirada cautivadora. Se llamaba Oqllo y era hija del cacique Sinshi Yakishama. El inka sintió una necesidad irresistible de poseerla. Dejando sus quehaceres políticos y administrativos, se acercó a la musa con deseos de platicar, accediendo ella a sus requerimientos. Después del diálogo Pachakuteq quedó frenéticamente enamorado de la cajamarquina.
El cacique Sinchi Yakishama no veía con buenos ojos al inka Pachakuteq, porque le había quitado la autoridad frente a sus subalternos.
Cuando el monarca terminó de organizar los nuevos gobiernos locales, decidió llevar a Oqllo al Cusco. Con este propósito envió una comitiva para solicitarle a Sinchi Yakishama que le conceda a su hija como esposa. Pero se dieron con la ingrata sorpresa que el cacique, su hija y sus súbditos habían desaparecido de su tierra.
Cuando Pachakuteq se entero de la noticia, el corazón casi se le parte de amor. De inmediato ordenó a sus tukuyrikus (espías) para que averigüen el paradero de Sinchi y la hermosa Oqllo.
Pronto se enteró que Shinchi, su hija y su comitiva se habían internado en la selva del rió Marañón. El gobernante ordenó al general Ollanta para que, al frente de un destacamento, diera alcance a los fugitivos. Cuando Ollanta llegó a orillas del Marañón descubrió que el tosco puente que lo cruza había sido destrozado por los fugitivos, siendo imposible proseguir con la persecución porque no tenían cómo cruzar el rió y porque, más allá, empezaba la espesura de la selva, abundante en animales salvajes.
Pachakuteq regresó al Cusco con el corazón herido. Era la primera vez que fracasaba por el amor de una mujer.
En el cerebro de Pachakuteq empezó a dar vueltas la idea que podría formarse una alianza entre chankas y Caxamarcas contra los inkas. Para desechar esa hipótesis, envió una red de espionaje para informarse cual era la relación que existía entre esos dos pueblos.
Antes de iniciar la campaña, Pachakuteq ordenó construir un camino real desde la ciudad del Cusco, hasta la frontera con Caxamarca (aproximadamente mil doscientas leguas). Luego hizo edificar tambos y qolqas (almacenes de víveres y armas), ubicándolos en lugares estratégicos, a lo largo de la vía.
Después, con la ayuda de sus generales, entre ellos el valiente y fiel Ollanta, diseñó la estrategia y la táctica de campaña.
El soberano inkario sabia que los Cachapoyas, los tallanes, los wancas, los xauxas y otros cacicazgos, podían confederarse con los caxamarcas, porque no hacia mucho tiempo habían sido conquistados por los inkas. Por tanto envió sus espías para informarse.
Después de un tiempo de preparación. Pachakuteq encomendó la campaña de conquista a su hermano Kapaq Yupanqui, quien antes de partir, solicitó los buenos oficios de los brujos y hechiceros a fin de lograr la protección de los dioses inkas y asegurar el triunfo de la empresa.
Tras el ejército marcharon cientos de llamas, cargadas con las vituallas, ropas y armas para la guerra. Después de varios días de viaje, el ejército imperial llegó a las puertas del cacicazgo de Oxamalca (hoy provincia de Celendín), lugar donde gobernaba Sinchi Yakishana quien, con un pequeño ejército, salió a enfrentar a los inkas. La batalla duró poco tiempo, puesto que se impuso la fuerza demoledora del ejército inka.
Después de este triunfo, Kapaq Yupanqui prosiguió la conquista de las nuevas tierras, llegando hasta las puertas de Caxamarca. El general quedó impresionado por el parecido entre Caxamarca y Cusco.
La maquinaria bélica inkaika continuó avanzando, sin encontrar resistencia significativa. Pronto arremetieron contra los pobladores de Cuismancu (un grupo étnico cajamarquino) que adoraban al dios Cataquil, deidad del agua, el rayo y el trueno, en su santuario de Llayguen. Kapaq Yupanqui les impuso el culto al sol y destruyó Llayguen.
Después de la victoria total sobre los caxamarcas, Kapaq Yupanqui envió chaskis al Cusco, comunicando la victoria obtenida. Pachakuteq, informado de la situación, se regocijó tanto que decidió ir personalmente a conocer las nuevas tierras conquistadas para su imperio.
Los sacerdotes asistieron al templo de Korikancha (Templo del Sol) para agradecer a sus deidades por el triunfo de las armas inkaikas en Caxamarca.
Después de un viaje prolongado, Pachakuteq llegó a la zona de lo shilicos (sonido del viento, actual provincia de Celendín) y de inmediato los organizó al estilo inkaiko. El soberano encontró cierta resistencia, pero al fin los pobladores se sometieron. Como resultado se organizaron los cacicazgos de Oxamalca, Wakakocha, Sorochuco y Llamadín (de este es posible que se derive el nombre de Celendín). Un día, Pachakuteq se cruzó con una mujer hermosísima, de un cuerpo escultural, sonrisa lujurienta y mirada cautivadora. Se llamaba Oqllo y era hija del cacique Sinshi Yakishama. El inka sintió una necesidad irresistible de poseerla. Dejando sus quehaceres políticos y administrativos, se acercó a la musa con deseos de platicar, accediendo ella a sus requerimientos. Después del diálogo Pachakuteq quedó frenéticamente enamorado de la cajamarquina.
El cacique Sinchi Yakishama no veía con buenos ojos al inka Pachakuteq, porque le había quitado la autoridad frente a sus subalternos.
Cuando el monarca terminó de organizar los nuevos gobiernos locales, decidió llevar a Oqllo al Cusco. Con este propósito envió una comitiva para solicitarle a Sinchi Yakishama que le conceda a su hija como esposa. Pero se dieron con la ingrata sorpresa que el cacique, su hija y sus súbditos habían desaparecido de su tierra.
Cuando Pachakuteq se entero de la noticia, el corazón casi se le parte de amor. De inmediato ordenó a sus tukuyrikus (espías) para que averigüen el paradero de Sinchi y la hermosa Oqllo.
Pronto se enteró que Shinchi, su hija y su comitiva se habían internado en la selva del rió Marañón. El gobernante ordenó al general Ollanta para que, al frente de un destacamento, diera alcance a los fugitivos. Cuando Ollanta llegó a orillas del Marañón descubrió que el tosco puente que lo cruza había sido destrozado por los fugitivos, siendo imposible proseguir con la persecución porque no tenían cómo cruzar el rió y porque, más allá, empezaba la espesura de la selva, abundante en animales salvajes.
Pachakuteq regresó al Cusco con el corazón herido. Era la primera vez que fracasaba por el amor de una mujer.
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