
Mientras en los balcones se escuchaba la dulce voz de dos ruiseñores, los padres de celos vigilaban atentamente a sus adoradas, hijas para evitar que en sus corazones pudiera penetrar el amor por algún forastero.
Al día siguiente como era de esperar las muchachas se juntaban en las esquinas y suspirando comentaban sobre la hermosa serenata que escucharon la noche anterior con inspiraciones tan propias que parecía que hasta los instrumentos hablaban.
¡el valle de Urubamba tenia muy buenos cantores!
Por ahí, los curiosos indagaron sobre la procedencia de los músicos y cantores, algunos decían que eran cantores, algunos decían que eran extranjeros, otros decían que eran los hijos de los últimos conquistadores que habían venido de sus haciendas y propiedades de la costa.
Los días pasaban y volvían a venir y ya los cantores eran conocidos por todos: doncellas, vecinos, y terratenientes.
Un domingo, temprano a todos les llamo poderosamente la atención la aparición de una pareja de esposos, de edad avanzada, vestidos a la usanza inca, que bajaban por la escalinata de la iglesia de Urubamba acompañados por un grupo de labriegos .
Los mancebos inmediatamente trataron de averiguar quienes eran los esposos y cual su situación. Alguien contó que eran descendientes de los incas, que tenían en qosqo kawarina mucha servidumbre y propiedades que eran tan extensas que limitaban con otras provincias. Incluso tenían manantiales para regar las áridas tierras de Maras. La parte mas alta de su propiedad era un cerro de color rojo que en tiempo de los incas sirvió como lugar estratégico para observar y controlar a los rebeldes Antis y en caso necesario informar al Cusco mediante un sistema de señas previstas con anticipación.
Otro domingo aprovechando que la pareja volvería a bajar para escuchar misa en Urubamba, dos jóvenes partieron hacia la propiedad de los ancianos. Cruzaron el río Vilcanota y venciendo sinuosos y escabrosos caminos llegaron muy fatigados. En eso, sintieron el ladrido de una jauría de perros, que se les acercaba, rápidamente sacaron sus fiambres y se los dieron para mitigar su hambre. Al poco rato llegaron al frente a una gran mansión y ante los ojos de los extraños, aparecieron dos bellísimas muchachas. Eran de color claro, ojos de cielo cabellos lacios, senos turgentes, manos delgadas y delgadas y finas, de piernas muy bien contorneadas y se cubrían con bellísimos vestidos. Eran dos flores idénticas, dos lunas en el cielo.
Al ver a los jóvenes, las chicas se avergonzaron y rápidamente e metieron al interior de la mansión.
Los muchachos quedaron admirados y se quedaron enamorados de ellas inmediatamente. Durante los días siguientes a regreso del Qosqo Kawarina, sus mentes soñaban con las gemelas, no podían dormir y los días les parecían increíblemente largos, contando los que faltaban para que llegara el próximo domingo.
Las chicas que Vivian aisladas y sin ocupaciones, estaban en la edad en que los corazones se llenen con sentimientos que para ellas eran desconocidos. En esa circunstancia trabaron amistad con los muchachos y aceptaron sus visitas, aunque con muchos temores.
Pero no sabían que los padres habían encargado a uno de los runas que controlara a sus hijas desde lejos. Ese hombre al caer la tarde contó al cacique lo que había sucedido.
En la noche comento el padre con su esposa lo que le habían informado. Ella con mayor amplitud y experiencia. Trato que su marido comprendiera que esa era la ley de la vida, que sus hijas se casarían algún día y que lo importante era que consiguieran esposos comprensivos.
Un día que amaneció con neblina, la madre tratando de dar confianza a sus hijas, les llamo y hablo con claridad sobre los pro y contra del amor. Indirectamente acepto que los jóvenes vinieran a visitarles pero aconsejo que previamente las jóvenes debieran hablar con su padre y lograr su consentimiento.
Pasaron los días como sucede con los vientos de agosto. Las parejas se matrimoniaron y la concurrencia derramo flores sobre la cabeza de los novios. Los pájaros cantaron un airecillo frío refresco el ambiente y todo parecía felicidad, cuando un agorero opino que también los cristales también se pueden romper de tanta alegría.
La luna de miel duro poco tiempo. Pronto, la incomprensión empezó a echar raíces. Los forasteros trastocaron sus caracteres y finalmente, abandonaron a sus esposas. La alegría cayo al precipicio, el amor se desbarranco y la sinceridad se la llevo el viento.
Los que ahora eran esposos, volvieron a las andanzas dedicándose a vagar por cualquier lugar, disfrutar de la vida pingüe, derrochar dinero, buscar siempre diversiones.
La situación llego al colmo, los andarines retornaban solo cuando el dinero se les terminaba y exigía que sus esposas les den mas, faltándoles el respeto a ellos y a la casa. Presa de cólera e indignación, el suegro decidió averiguar la situación de sus yernos. Viajo a Urubamba y con sus propios ojos se convenció como los dos forajidos convivían con mujeres de mal vivir, dedicados al trago, la música, el baile y la juerga con amigotes.
En su caballo bayo, retorno el padre a sus lares. En el camino lloro de cólera y tuvo remordimiento por haber aceptado a esos muchachos como esposa para sus hijas. Súbitamente una pregunta le paso por la mente ¿ de donde sacaban el dinero para dilapidarlo de esa manera? Un temor le entro por la espalda. Al llegar a la casa busco en el baúl donde guardaba sus ahorros y lo encontró vació, todo había desaparecido.
Cuando los dos malhechores regresaron a la casa sin dar explicaciones a nadie el padre los hecho sin miramientos, diciéndoles que no quería saber más de ese par de sinvergüenzas. Lleno de pesar ordenó a sus hijas a que se prepararan para viajar a Cusco, donde serian internadas en el monasterio de Santa Clara.
Las gemelas lloraron a mares, pues estaban enamoradas de sus parejas, y sentían que su corazón se les iba a partían. Durante las noches no dormían pensando en sus adorados hombres. Para ellas los días se convirtieron en noches.
En tanto los malhechores estaban de regreso a Urubamba y, concluyendo sus últimos días de bohemia se pusieron a pensar de que vivirían. Un día, sentados frente a un vaso de vino acordaron retornar donde sus suegros. Pero debían preparar y planificar con mucha frialdad los pasos que deberían dar durante los días posteriores.
Simulando tener grandes remordimientos, los sinvergüenzas lloraron de rodillas ante el suegro. Pidiendo disculpas. Al escucharlos la suegra conmovida ante la dramática actitud los hizo levantarse y los abrazo perdonándolos. El padre también se puso a llorar y también los perdono, los sinvergüenzas prometieron cambiar de comportamiento y finalmente fueron readmitidos en el seno de la familia.
Al día siguiente al rayar el alba, los yernos salieron a trabajar la tierra junto al yerno y los runas retornaron al hogar cuando el sol ingresaba a su abrigo.
En pocos días comportándose así, los yernos reconquistaron el corazón del suegro.
Una tarde vesperal los búhos anunciaron sus lúgubres presentimientos, los perros aullaban, los moscardones susurraban, los molles bajaban al suelo de pena. Parecía que el cielo hablaba por última vez, las sementeras se pusieron sombrías, el caminar de las bestias era triste, el atardecer andino dibujaba crespones negros.
Esta situación se repitió por varios días. Alguien se atrevió a pronosticar que sucedería algo malo.
El suegro, los yernos y los trabajadores regresaron de las labores agrícolas, depuse de guardar las herramientas en sus respectivos lugares los trabajadores retornaron a sus respetivos bohíos y el suegros mas los yernos se dirigieron a casa a cenar.
Primero encendieron la lámpara y la colocaron en el centro de la mesa para estar bien alumbrados. Las gemelas sirvieron los platos de comida y empezaron a comer. el silencio era tan profundo que se escuchaba el ruido que as cucharas hacían al penetrar en los platos de sopa. Nadie charlaba. La noche era lúgubre.
Uno de los yernos se levanto de la mesa y se dirigió a la cocina, lleno las tazas con agua hirviendo y con manos temblorosas saco un pequeño paquete del bolsillo de su pantalón. Con mucho nerviosismo echo en las tazas unos cuantos del contenido del paquete, preparando un mate.
En la mesa un moscardón daba vueltas alrededor de la lámpara, amagando casi toda la luz.
Por fin sus gruesas alas se estrellaron contra la lámpara y ni mas se levanto.
Alrededor de la tosca y descolorida mesa, los comensales empezaron a tomar el mate, sorbo a sorbo, los bribones miraban de reojo y también fingían beber. El aire salía con dificultad de sus pulmones, mientras miraban el semblante de los condenados.
De pronto empezaron los mareos, el temblar de los labios el amarillear de los semblantes, los que habían bebido el mate envenenado, trataban de vomitar lo ingerido y gritaban con desesperación por los fuertes de estomago que sentían. La suegra fue la primera en caer bajo la mesa en medio de grandes estertores. El suegro trataba de sostenerse en pie balbuceando palabras incomprensibles, soltando tufos de aire comprimido mientras la agonía continuaba.
Uno de los criminales corrió hacia la cocina en busca de un filudo cuchillo, luego con salvajismo inaudito introdujo el arma en el pecho del anciano. Seguidamente corto el cuello de las hermanas.
¡la sangre corría por el piso!
Los asesinos se dirigieron a los dormitorios destrozando los baúles y vaciaron los tesoros. Cuando se apoderaron de todas las riquezas, fueron al corral, ensillaron los mejores caballos y los cargaron con toda la riqueza, y finalizaron su faena le echaron fuego a toda hacienda.
¡los asesinos fugaban!
Pronto los habitantes de Urubamba, percibieron a los lejos, que la hacienda Qosqo kawarina estaba en llamas. En un santiamén todo era un infierno ante la impotencia de la población urubambina. Pasado un momento se escucho es estrepitoso ruido era el cerro Qosqo Kawarina que se desplomaba sobre el río Vilcanota cortando su cauce y llenando en polvo la bella ciudad de Urubamba y los pueblos próximos. La gente desesperada se refugiaba en las alturas para no ser presa del aluvión.
El Observatorio de Qosqo Kawarina desapareció para siempre. De pronto el lago artificial reventó y busco su cauce hasta llegar gritando a las aguas del océano atlántico.
En su huida los criminales fueron alcanzados por los derrumbes. Hoy solo queda un triste recuerdo, cuando se evoca el primigenio de Qosqo Kawarina. Los habitantes llaman a ese lugar.
YAWAR MAQUI : mano de sangre.
Al día siguiente como era de esperar las muchachas se juntaban en las esquinas y suspirando comentaban sobre la hermosa serenata que escucharon la noche anterior con inspiraciones tan propias que parecía que hasta los instrumentos hablaban.
¡el valle de Urubamba tenia muy buenos cantores!
Por ahí, los curiosos indagaron sobre la procedencia de los músicos y cantores, algunos decían que eran cantores, algunos decían que eran extranjeros, otros decían que eran los hijos de los últimos conquistadores que habían venido de sus haciendas y propiedades de la costa.
Los días pasaban y volvían a venir y ya los cantores eran conocidos por todos: doncellas, vecinos, y terratenientes.
Un domingo, temprano a todos les llamo poderosamente la atención la aparición de una pareja de esposos, de edad avanzada, vestidos a la usanza inca, que bajaban por la escalinata de la iglesia de Urubamba acompañados por un grupo de labriegos .
Los mancebos inmediatamente trataron de averiguar quienes eran los esposos y cual su situación. Alguien contó que eran descendientes de los incas, que tenían en qosqo kawarina mucha servidumbre y propiedades que eran tan extensas que limitaban con otras provincias. Incluso tenían manantiales para regar las áridas tierras de Maras. La parte mas alta de su propiedad era un cerro de color rojo que en tiempo de los incas sirvió como lugar estratégico para observar y controlar a los rebeldes Antis y en caso necesario informar al Cusco mediante un sistema de señas previstas con anticipación.
Otro domingo aprovechando que la pareja volvería a bajar para escuchar misa en Urubamba, dos jóvenes partieron hacia la propiedad de los ancianos. Cruzaron el río Vilcanota y venciendo sinuosos y escabrosos caminos llegaron muy fatigados. En eso, sintieron el ladrido de una jauría de perros, que se les acercaba, rápidamente sacaron sus fiambres y se los dieron para mitigar su hambre. Al poco rato llegaron al frente a una gran mansión y ante los ojos de los extraños, aparecieron dos bellísimas muchachas. Eran de color claro, ojos de cielo cabellos lacios, senos turgentes, manos delgadas y delgadas y finas, de piernas muy bien contorneadas y se cubrían con bellísimos vestidos. Eran dos flores idénticas, dos lunas en el cielo.
Al ver a los jóvenes, las chicas se avergonzaron y rápidamente e metieron al interior de la mansión.
Los muchachos quedaron admirados y se quedaron enamorados de ellas inmediatamente. Durante los días siguientes a regreso del Qosqo Kawarina, sus mentes soñaban con las gemelas, no podían dormir y los días les parecían increíblemente largos, contando los que faltaban para que llegara el próximo domingo.
Las chicas que Vivian aisladas y sin ocupaciones, estaban en la edad en que los corazones se llenen con sentimientos que para ellas eran desconocidos. En esa circunstancia trabaron amistad con los muchachos y aceptaron sus visitas, aunque con muchos temores.
Pero no sabían que los padres habían encargado a uno de los runas que controlara a sus hijas desde lejos. Ese hombre al caer la tarde contó al cacique lo que había sucedido.
En la noche comento el padre con su esposa lo que le habían informado. Ella con mayor amplitud y experiencia. Trato que su marido comprendiera que esa era la ley de la vida, que sus hijas se casarían algún día y que lo importante era que consiguieran esposos comprensivos.
Un día que amaneció con neblina, la madre tratando de dar confianza a sus hijas, les llamo y hablo con claridad sobre los pro y contra del amor. Indirectamente acepto que los jóvenes vinieran a visitarles pero aconsejo que previamente las jóvenes debieran hablar con su padre y lograr su consentimiento.
Pasaron los días como sucede con los vientos de agosto. Las parejas se matrimoniaron y la concurrencia derramo flores sobre la cabeza de los novios. Los pájaros cantaron un airecillo frío refresco el ambiente y todo parecía felicidad, cuando un agorero opino que también los cristales también se pueden romper de tanta alegría.
La luna de miel duro poco tiempo. Pronto, la incomprensión empezó a echar raíces. Los forasteros trastocaron sus caracteres y finalmente, abandonaron a sus esposas. La alegría cayo al precipicio, el amor se desbarranco y la sinceridad se la llevo el viento.
Los que ahora eran esposos, volvieron a las andanzas dedicándose a vagar por cualquier lugar, disfrutar de la vida pingüe, derrochar dinero, buscar siempre diversiones.
La situación llego al colmo, los andarines retornaban solo cuando el dinero se les terminaba y exigía que sus esposas les den mas, faltándoles el respeto a ellos y a la casa. Presa de cólera e indignación, el suegro decidió averiguar la situación de sus yernos. Viajo a Urubamba y con sus propios ojos se convenció como los dos forajidos convivían con mujeres de mal vivir, dedicados al trago, la música, el baile y la juerga con amigotes.
En su caballo bayo, retorno el padre a sus lares. En el camino lloro de cólera y tuvo remordimiento por haber aceptado a esos muchachos como esposa para sus hijas. Súbitamente una pregunta le paso por la mente ¿ de donde sacaban el dinero para dilapidarlo de esa manera? Un temor le entro por la espalda. Al llegar a la casa busco en el baúl donde guardaba sus ahorros y lo encontró vació, todo había desaparecido.
Cuando los dos malhechores regresaron a la casa sin dar explicaciones a nadie el padre los hecho sin miramientos, diciéndoles que no quería saber más de ese par de sinvergüenzas. Lleno de pesar ordenó a sus hijas a que se prepararan para viajar a Cusco, donde serian internadas en el monasterio de Santa Clara.
Las gemelas lloraron a mares, pues estaban enamoradas de sus parejas, y sentían que su corazón se les iba a partían. Durante las noches no dormían pensando en sus adorados hombres. Para ellas los días se convirtieron en noches.
En tanto los malhechores estaban de regreso a Urubamba y, concluyendo sus últimos días de bohemia se pusieron a pensar de que vivirían. Un día, sentados frente a un vaso de vino acordaron retornar donde sus suegros. Pero debían preparar y planificar con mucha frialdad los pasos que deberían dar durante los días posteriores.
Simulando tener grandes remordimientos, los sinvergüenzas lloraron de rodillas ante el suegro. Pidiendo disculpas. Al escucharlos la suegra conmovida ante la dramática actitud los hizo levantarse y los abrazo perdonándolos. El padre también se puso a llorar y también los perdono, los sinvergüenzas prometieron cambiar de comportamiento y finalmente fueron readmitidos en el seno de la familia.
Al día siguiente al rayar el alba, los yernos salieron a trabajar la tierra junto al yerno y los runas retornaron al hogar cuando el sol ingresaba a su abrigo.
En pocos días comportándose así, los yernos reconquistaron el corazón del suegro.
Una tarde vesperal los búhos anunciaron sus lúgubres presentimientos, los perros aullaban, los moscardones susurraban, los molles bajaban al suelo de pena. Parecía que el cielo hablaba por última vez, las sementeras se pusieron sombrías, el caminar de las bestias era triste, el atardecer andino dibujaba crespones negros.
Esta situación se repitió por varios días. Alguien se atrevió a pronosticar que sucedería algo malo.
El suegro, los yernos y los trabajadores regresaron de las labores agrícolas, depuse de guardar las herramientas en sus respectivos lugares los trabajadores retornaron a sus respetivos bohíos y el suegros mas los yernos se dirigieron a casa a cenar.
Primero encendieron la lámpara y la colocaron en el centro de la mesa para estar bien alumbrados. Las gemelas sirvieron los platos de comida y empezaron a comer. el silencio era tan profundo que se escuchaba el ruido que as cucharas hacían al penetrar en los platos de sopa. Nadie charlaba. La noche era lúgubre.
Uno de los yernos se levanto de la mesa y se dirigió a la cocina, lleno las tazas con agua hirviendo y con manos temblorosas saco un pequeño paquete del bolsillo de su pantalón. Con mucho nerviosismo echo en las tazas unos cuantos del contenido del paquete, preparando un mate.
En la mesa un moscardón daba vueltas alrededor de la lámpara, amagando casi toda la luz.
Por fin sus gruesas alas se estrellaron contra la lámpara y ni mas se levanto.
Alrededor de la tosca y descolorida mesa, los comensales empezaron a tomar el mate, sorbo a sorbo, los bribones miraban de reojo y también fingían beber. El aire salía con dificultad de sus pulmones, mientras miraban el semblante de los condenados.
De pronto empezaron los mareos, el temblar de los labios el amarillear de los semblantes, los que habían bebido el mate envenenado, trataban de vomitar lo ingerido y gritaban con desesperación por los fuertes de estomago que sentían. La suegra fue la primera en caer bajo la mesa en medio de grandes estertores. El suegro trataba de sostenerse en pie balbuceando palabras incomprensibles, soltando tufos de aire comprimido mientras la agonía continuaba.
Uno de los criminales corrió hacia la cocina en busca de un filudo cuchillo, luego con salvajismo inaudito introdujo el arma en el pecho del anciano. Seguidamente corto el cuello de las hermanas.
¡la sangre corría por el piso!
Los asesinos se dirigieron a los dormitorios destrozando los baúles y vaciaron los tesoros. Cuando se apoderaron de todas las riquezas, fueron al corral, ensillaron los mejores caballos y los cargaron con toda la riqueza, y finalizaron su faena le echaron fuego a toda hacienda.
¡los asesinos fugaban!
Pronto los habitantes de Urubamba, percibieron a los lejos, que la hacienda Qosqo kawarina estaba en llamas. En un santiamén todo era un infierno ante la impotencia de la población urubambina. Pasado un momento se escucho es estrepitoso ruido era el cerro Qosqo Kawarina que se desplomaba sobre el río Vilcanota cortando su cauce y llenando en polvo la bella ciudad de Urubamba y los pueblos próximos. La gente desesperada se refugiaba en las alturas para no ser presa del aluvión.
El Observatorio de Qosqo Kawarina desapareció para siempre. De pronto el lago artificial reventó y busco su cauce hasta llegar gritando a las aguas del océano atlántico.
En su huida los criminales fueron alcanzados por los derrumbes. Hoy solo queda un triste recuerdo, cuando se evoca el primigenio de Qosqo Kawarina. Los habitantes llaman a ese lugar.
YAWAR MAQUI : mano de sangre.
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