sábado, 17 de octubre de 2015

El oso y la pastorita




Según se dice, antes había un oso que vivía en los barrancos de los Yungas, cerca a la cordillera. En una ocasión, el oso raptó a una muchacha mientras pastaba a sus animales. Según la gente mayor, el oso cargó a la muchacha a su cueva en los barrancos y ahí la dejó aislada de sus parientes.
Con el paso del tiempo, el oso y la muchacha se juntaron, y el oso le llevaba carne cruda a la cueva, para alimentarla. Pero ella rechazaba la carne cruda, porque siendo cristiana, sólo estaba acostumbrada a comer carne cocida. Por eso, la muchacha pidió al oso que le traiga una olla para cocinar.
Con el tiempo, la muchacha se embarazó y tuvo luego un hijo para el oso, a quien llamó Juan el osito. Según pasaban los días, Juan el osito creció rápidamente, inclusive le salían pelos como a su padre oso y, conforme a su tamaño, fue desarrollando también su fuerza e inteligencia.
Cuando observó que él y su madre estaban aislados del resto del mundo, le preguntó:
-¿Por qué estamos aquí en la cueva?
Ella, llorando, le relató cómo había sido raptada por el oso y que no podía escapar porque los barrancos eran altos y peligrosos.
Lleno de coraje, Juan el osito le dijo a su madre que la iba a ayudar y decidió luchar contra su padre. Preparó un palo y, esperando el momento oportuno, golpeó al oso en la cabeza. Luego construyó unas escaleras para poder bajar a su madre de la cueva y, después de bajar de los barrancos, Juan y su madre huyeron donde los familiares de ésta.
Cuando Juan el osito fue a vivir con sus familiares, comía mucho y su fuerza crecía y se tornaba aún más incontrolable, destrozaba las cosas de la casa de sus parientes. Al saber esto, la madre de Juan el osito lo envió donde el cura para servirle de sacristán y además aprender algo de él. Así, obedeciendo a su madre, Juan el osito se fue a vivir a la iglesia.
En una ocasión, el cura pidió a Juan el osito que arregle el campanario de la iglesia. Juan el osito obedeció, pero cuando subió a la torre, debido a su fuerza incontrolable, derribó el campanario y con él la campana. Cuando el Cura vio esto, muy enojado, quiso deshacerse de Juan el osito. Para esto, le ordenó ir a traer leña del monte y dispuso que varios lo acompañaran; asimismo le dio varias llamas y burros para traer las cargas de leña, todo esto para ya no verlo jamás.
La cría del oso se internó en lo más profundo de los bosques que hay allí. Una noche, mientras todos dormían y las llamas y burros estaban amarrados, algunos felinos aprovecharon el descanso de los hombres y se comieron a los burros y llamas. Al día siguiente, cuando despertaron, los hombres no encontraron ningún animal vivo y temieron entonces el escarmiento del Cura. En seguida, Juan el osito, enfurecido, fue a buscar a los felinos aunque, en sus encuentros con éstos, perdió a varios hombres.
Después de duras batallas, Juan el osito logró dominar a los pumas hasta domesticarlos y volverlos dóciles. Cuando se disponía a retornar donde el Cura, decidió llevar las cargas de leña en los lomos de aquellos y, con este propósito, usó varias sogas para amarrarlas.
Cuando Juan el osito se acercaba a la casa del Cura, mucha gente se admiraba de su llegada, pues traía las pieles de puma como traje y pumas vivas que traían leña. Pero cuando el cura vio la llegada de Juan el osito y los pumas, se asustó mucho y, en lugar de darle la bienvenida, lo botó de la iglesia:
-¡Ándate! ¡No vuelvas más!
Juan el osito se resignó y le dijo:
-Me voy, Tatacura, pero cuando me vaya tu vas a sonar a la campanita Chililin y me iré como el viento, y cuando vuelva, vendré como la lluvia y todos van a decir Waphuy.
Después Juan el osito se fue a un pueblo donde un condenado estaba devorando a la gente y nadie podía hacerle frente. Cuando llegó Juan el osito, peleó con el condenado y lo hizo pedazos desgarrándolo. Luego de esta lucha, se dice que la gente le apreciaba mucho por su hazaña.
Posteriormente, Juan el osito se marchó a pelear con otros enemigos. Dicen que Juan el osito fue a luchar también a las guerras del pacífico y del Chaco y que en los combates, las balas rebotaban de su cuerpo, pues era muy fuerte y valiente.
Esta historia no se acaba aquí, pues, según las versiones de los comunarios, Juan el osito aún sigue luchando en los combates de las guerras actuales, en cualquier rincón del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario