miércoles, 21 de octubre de 2015

CUENTOS ANDINOS: LOS MONTONEROS ZAPATA


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Cuando el general Andrés Avelino Cáceres convocó a la resistencia contra la invasión chilena, muchos campesinos se presentaron como voluntarios para luchar contra el agresor. Cáceres sabia que si empleaba  las tácticas de guerra convencional,  jamás desalojaría a los invasores; por tanto recorrió a las experiencias de la Independencia, reviviendo las tácticas de los montoneros.
Los chilenos no habían encontrado mucha resistencia por la inferioridad  del ejército peruano.  Para Cáceres, la única manera de hacerles morder el polvo  de la derrota estaba en los Andes, principalmente en Ayacucho, Junín y Cerro de Pasco, lugares montañosos y abruptos. La táctica  del montonero  es golpear  y fugar, sin dar cara ni descanso al enemigo.
La familia Zapata tenía tradición  guerrera, que se remontaba a la insurrección de Mateo Pumakawa, y habían luchado primero a favor, y después en contra de los españoles. Ellos sentían en la sangre la tragedia de la Patria.
Cuando los hermanos Zapata partieron a juntarse con lo montoneros de Cáceres, les tocó participar en las históricas batallas de Marcavalle  y San Juan. ‘’El brujo de los Andes’’, en reconocimiento  a su lealtad y valentía, les otorgó el grado de Teniente. Los hermanos, en poco tiempo se convirtieron en buenos jefes de montoneros, y les hacían la vida imposible a los chilenos.
En Urquillos, su tierra natal, corría la bola que los hermanos Zapata habían muerto hacia tiempo, en una de esas batallas; en  esta creencia,  sus esposas se volvieron a casar y vivían en las casitas que con sus manos habían construido los hermanos Zapata, más arriba del Convento de Urquillos.
Para los hermanos Zapata,  la guerra se convirtió  en actividad cotidiana, el odio a los chilenos les habían entrado en la profundidad del alma, por eso, cuando se informaron que el general Iglesias estaba  traicionando a la Patria, en los acuerdos que pactaba con los chilenos, decidieron combatirlo  sin tregua, en defensa del honor nacional.
Después de Tiempo, ‘’El brujo de los Andes’’ se dirigió  con sus montoneros hacia el norte para combatir al traidor Miguel Iglesias, que había pactado secretamente con los chilenos. En esas circunstancias  los hermanos Zapata, cuando pasaron por el pueblo de Chiquiàn , escucharon la siguiente canción:
``Cuando el peruano pelea y pierde
No  desespera de la victoria
Porque  en coraje crece y se enciende.
En nueva empresa, verá la gloria.

¡Oh Patria mía! No me digas
Porque al chileno no vencí
Que bien quisiera haber perdido
La vida entera que te ofrecí.

Mas queda un bravo y noble soldado
Que aquí en la breña luchando está.
Tu ¡Oh Cáceres! Eres nuestra esperanza
Tu fe y constancia te harán triunfar’’.
Como los hermanos, eran músicos muy hábiles, rápidamente aprendieron las melodías y letras; ellos cantaban estos versos en las frías punas, en los profundos y cálidos  valles, o en los descansos que se tomaban en alguna cantina, después de un triunfo o fracaso.
Cuando Miguel Iglesias  asumió el gobierno, amparado en las bayonetas chilenas. Cáceres se dirigió hacia Andahuaylas a reorganizar a sus aguerridos montoneros, siempre seguido de los veteranos Zapata. Cuando de pronto, en el camino, les salió al encuentro un campesino armado de un reluciente  rejón y dirigiéndose  al general, le dijo en quechuas:
``Taita te creímos muerto, ¿por qué nos habías abandonado? Pero ya nos tranquilizamos, porque de nuevo apareces  como el Sol  después de una noche oscura’’.
Esta declaración nubló los ojos de Cáceres y hasta  lo hizo llorar. El héroe abrazó  emocionado al campesino.
Cuando comenzó  la guerra con Chile, el general Cáceres vendió  la hacienda y los enseres que tenia en Ayacucho, y con el dinero obtenido compró armas para defender a la Patria. Los campesinos lo seguían ciegamente, confiando totalmente en él, pues comía, vivía y dormía con ellos. Cáceres siempre estaba al  frente de sus hombres, luchando en los momentos más difíciles. Como estratega era genial, incluso cuentan las leyendas que en cierta oportunidad convirtió  llamas en soldados para atacar a los chilenos.
El gobierno de Iglesias fue breve, el pueblo le tenía gran repudio pues había firmado el tratado de paz con  Chile,  entregando los más valiosos  territorios que teníamos en el sur. El pueblo exigía  que Cáceres asumiera la conducción del país, hasta que, apoyado por el pueblo, Cáceres tomó las riendas del gobierno.
Cuando terminó  la guerra, los hermanos Zapata retornaron a su tierra natal; y sufrieron  gran desencanto  pues, creyéndolos  muertos,  sus esposas se habían vuelto a casar y sus casas y tierras estaban ocupadas por los nuevos acompañantes. Sin embargo, estos héroes  fueron bien recibidos por el pueblo.
Pero, el gobierno de Cáceres cambió radicalmente sus objetivos y se convirtió en enemigo del pueblo que tanto lo amó durante la guerra. Los hermanos Zapata después de conocer estos hechos lamentables, no tuvieron otra salida que organizar al pueblo para oponerse a la política anti agraria del General Cáceres.
Los Zapata prepararon el alzamiento que debía estallar en el pueblo de Urquillos pero fueron traicionados  por uno de sus allegados, quien contó todo el proyecto  al subprefecto. Este envió  un fuerte contingente  de gendarmes que cercó a los Zapata, pero no pudo apresarlos. Ellos huyeron después de una refriega.
Mariano partió con dirección a Chinchero, persiguiendo por un pelotón  otras personas implicadas fugaron con rumbo desconocido, otros fueron detenidos. Cuando Mariano llegó a  Chinchero, para despistar a sus  perseguidores  se metió  a la casa de un campesino pidiéndole   que lo ocultara. Ayudado por el dueño de casa, se metió  debajo de una ruma de paja de cebada y trigo.  Cuando llegó la gendarmería, armados hasta los dientes, preguntaron  al campesino por el paradero de Zapata. El  labriego asustado contestó:
¡Señores guardias, a mi casa nadie ha entrado! Pero, con el índice de la mano, señalaba el lugar donde estaba oculto el montonero. Si  quieren pueden buscar. Los gendarmes  sacaron sus bayonetas y comenzaron  a meterles hasta el fondo del pajal.
El teniente Luis Zapata tuvo que salir de su escondrijo y fue apresado por la gendarmería. Después lo llevaron a Wayllabamba,  donde fue fusilado  en la plaza de esa localidad, debajo de un árbol de Pisonay. 

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