En una comunidad lejana y pobre, vivía una pareja de esposos, quienes se dedicaban a cultivar sus tierras y pastar sus animales, para alimentarse y vestirse. Estos esposos tenían tres hijos, muy agraciados, quienes también se dedicaban a la agricultura y ganadería, pero menos Simón. Este joven era por demás ocioso y dormilón; no le gustaba trabajar, ni siquiera traía leña a su casa para que cocine su madre. Entonces, sus padres y hermanos le regañaban a cada rato, a la hora de comer, dormir, descansar… Simón, dijose un día:-Como me tienen odio mis padres y hermanos, mejor me iré a la punta de la montaña para que me coman los cóndores, zorros y pumas.
Un día de esos desapareció Simón de su casa. Llevando su poncho, traposo y lleno de huecos, se dirigió a la cima de la montaña. Simona, en el camino, dijose:
-Con este poncho me taparee mi cuerpo y aguardaré a que las fieras devoren mi carne. Cuando Simón llegó a la cima de la montaña, se echo de espaldas al suelo, cubriéndose su rostro con el poncho. Aguardaba pacientemente a las fieras carnívoras.
De pronto apareció en el cielo un gigante cóndor, quien comenzó a dar vueltas y vueltas alrededor de Simón. El hombre se hacia el muerto, pero estaba mirando por uno de los huecos del poncho rotoso al ave negra. Presto, el ave gigante se posó muy cerca de Simón. Este se fijó que la bestia alada tenia colgado del cuello largo, colorado y arrugado, un hermoso collar de oro, plata, diamantes… Simón entre si se interrogó:
-¿Por qué el cóndor puede tener tanta riqueza? ¿Acaso es una suerte para mi?. ¿Acaso es un dios?.
De súbito, en el cielo, apareció una parvada de cóndores. Después de algunas vueltas en el espacio sideral empezaron a posarse muy cerca al hombre. El ave gigante dijo:
-Cóndores, hermanos míos, ha llegado el momento de banquetear a este hombre muerto. Cuentan que tiene una sabrosa carne y que una pequeña porción nos va satisfacer y nos va quitar el hambre buen tiempo.
Simón, escuchaba resignadamente la plática. Antes de iniciar el banquete, el ave de collar les habló diciendo:
-Nosotros, los volantes del cielo, y a la vez dioses de estas montañas, conocemos todas las grandezas y desgracias de los pueblos y hombres. Oigan hermanos míos, ¿se han dado cuenta que en el pueblo de Sonqo los hombres no tiene agua para beber? Ellos y sus animales tienen que traer agua durante cinco o seis días, cargando en las espaldas de las bestias, todavía del riachuelo de llucto.
El pobre hombre seguía escuchando.
-Pero esta gente no sabe que encima del pueblo, debajo de kiswar viejo, hay agua en abundancia.
Los cóndores le respondieron:
-Es cierto lo que dices – Luego continuó la bestia del collar:
-Uds. Saben que en el pueblo de Toqra hay un hombre rico, que ésta padeciendo durante cinco años de una enfermedad desconocida, pero yo sé que con esta hierba lo curo.
-Es cierto lo que dices, dios de los cielos. – le respondieron los cóndores.
-Por último – dijo el cóndor- bueno hermanos míos, ya no les quiero distraer con mis peroratas, seguramente están de hambre. Antes de empezar con el banquete, quiero quitarme mi collar.
Ciertamente el cóndor se quito el collar, y luego lo puso encima del pasto. Enseguida invitaba a los cóndores para empezar con el festín.
Cuando el viejo cóndor estaba por comenzar con los primeros picotazos; súbitamente el hambre se levanto del suelo, gritando y flameando el poncho como una bandera. Las aves negras, espantadas, levantándose en raudo vuelo y hasta chocaron entre ellas en el aire; mientras que Simón, fuera de gritar y hacer flamear el poncho, empezó a lanzar piedras, y todo lo que se venia a sus manos, contra las aves gigantes. Las bestias asustadas desaparecieron del escenario.
Simón al divisar al cielo, y que efectivamente habían desaparecido las aves negras, de inmediato se apoderó del collar de oro, plata y diamantes del cóndor. Acto seguido, todo alegre, se encaminaba a su casa, pero cuando llegó a su casa humilde bohío, sus padres y hermanos lo recibieron con indiferencia, frialdad y hasta con ira. Simón, sin pensar dos veces, se dirigió hacia el corral de su casa, en cuyo lugar ocultó el precioso collar. Luego, después de prepararse breves momentos, marchaba hacia el pueblo de Sonqo. Llevaba, para su alimentación, una porción de coca que había sustraído de la chuspa de su padre.
Para llegar a Sonqo ha tenido que cruzar: ríos y pampas; elevarse a las altas montañas y caminar por quebradas. Marchaba sin conocer, pero preguntando, preguntando a las gentes. Por fin llegó al pueblo. Simón, sin descansar, se dirigió a la casa del presidente de la comunidad, a quien le encontró en su vivienda. Pronto entablaron un diálogo. Después de una larga plática, dijose interiormente la autoridad comunal:
-Este hombre está loco, cómo va traer agua para mi pueblo. ¿De dónde? ¿cómo?
Sin embargo, ante la presión de Simón, el presidente de la comunidad dijo:
-Está bien, para mañana, muy temprano, voy a llamar a todos los comuneros a una asamblea…
Simón pasó el día y la noche en el bohío de la autoridad. Ciertamente, al día siguiente se congregaron los comuneros en la pequeña plaza. Simón efectivamente ofreció traerles agua, no solamente para que beban, sino también para que rieguen sus inmensas tierras comunales. La mayoría de la gente no creía en el ofrecimiento del advenedizo. Sin embargo, un grupo de personas aceparon. Simón, después de respirar profundamente, les dijo:
-Si es que cumplo mi promesa, quiero que me paguen.
Ahí si, la mayoría de la gente, hasta los incrédulos se ofrecieron pagar, acaso por burlarse del nuevo Mesías de los Andes. Después de un largo debate, Simón solicitó a la gente que se alistaran para traer agua. La mayoría, riéndose, se retiraron a su casa; sin embargo, un grupo de personas se alistaron con palas y picos. Simón antes de partir a traer el agua dijo:
-Comuneros, yo sé que encima de este pueblo hay un árbol de kiswar viejo, quiero que me lleven a dicho lugar.
-Vamos señor- dijeron los del pequeño grupo de personas que creían en él.
Empero, habían gentes que decían:
-Seguramente Dios se ha compadecido de nosotros porque demasiado estamos sufriendo por el agua.
Después de una corta caminata por una subida agreste y empinada. Llegaron al pie de un árbol hermoso de Kiswar. Simón ordenó a los hombres que abrieran un hueco debajo del vetusto vegetal. Los hombres sudaban a raudales, pero súbitamente llego a los ojos de ellos cierta humedad de la profundidad de la tierra. Este hecho mis les animó, seguir ahuecando. De súbito, brotó un chorro de agua, resultado de un golpe de pico. Los trabajadores dejaron de trabajar para abalanzarse sobre Simón, para agradecerle, abrazando, besando, llorando por el milagro. Simón dijo a los presentes que fueran al pueblo a llamar al resto de la gente. Ciertamente su mandato fue obedecido. Con unos cuantos picazos más, el agua aumento de volumen; el elemento líquido comenzó a descender hacia el pueblo, abriendo acequias y armando cascadas… Los comuneros, comenzaron a seguirlo a Simón como a un Mesías….junto con las aguas llegaron al pueblo, los trabajadores lo aclamaron a Simón como su salvador…
Luego de la euforia de las celebraciones, Simón comunicó a los comuneros que se retiraba hacia su tierra. Los agrarios, sin dudar absolutamente, comenzaron a cumplir su compromiso entregándole: llamas, chanchos, ganados, ovejas…
Cuando Simón llegó a la casa de sus padres. Ellos no podían explicarse de dónde y cómo ha podido conseguir tanto ganado. El efecto, el salvador le entregaba a sus padres y hermanos el ganado, para que hagan procrear y vivan de esta ocupación.
Después de estos hechos, Simón se enrumbó hacia el corral, en cuyo lugar había dejado oculto el collar. El milagrero después de besar la joya, se colgó a su cuello pero, para que no aparezca ante los ojos de la gente, oculto con su ropa.
Seguidamente partió hacia el pueblo de toqra, con deseos de curar al enfermo que había mencionado el cóndor de collar.
Nemesio Yachachin, era el campesino rico, quien para sanar de su enfermedad había ofrecido a los curanderos brujos… entregar la mitad de sus bienes y hacerlo casar con su única hija; pero ya pasaban más de cinco años ya y nadie había acertado con el mal.
Toqra estaba a tres días de caminata a pie. En efecto, Simón marchaba con una fe inquebrantable, puesto que había escuchado la receta de la boca del cóndor de collar.
Cuando Simón llegó a la casa del enfermo, premunido de la hierba que había mencionado el ave sagrada, el enfermo agonizaba, pero todavía tuvo el valor de decir que no solo entregaba a su hija, sino también la totalidad de sus propiedades a la persona que le curaba de su enfermedad. En efecto, Simón, con la hierba que había recogido en el camino, hizo un emplasto pronunciando palabras cabalísticas. Después de esta curación, el enfermo se durmió profundamente, mientras que Simón seguía rezando hasta el amanecer. Cuando el enfermo se despertó, estaba sano, pues se levantó del camastro y comenzó a abrazarle y besarle a Simón de agradecimiento. Este hecho contemplaba la servidumbre de la casa.
La fama de Simón comenzó a crecer por todas las aldeas y comunidades, pues el collar del cóndor le dio algunas facultades milagreras…
Simón el hombre ocioso, de la noche a la mañana se había convertido en dueño de grandes tierras, con cantidad de servidumbres, animales y una hermosa esposa.
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